Nota
b Parece que en aquella época lo habitual era que los nuevos discípulos fueran ungidos con espíritu santo cuando se bautizaban. Recibir el espíritu les daba la oportunidad de ir al cielo para servir con Jesús como reyes y sacerdotes (2 Cor. 1:21, 22; Apoc. 5:9, 10; 20:6). Sin embargo, estos nuevos discípulos no fueron ungidos cuando se bautizaron. Más bien, recibieron el espíritu santo —y también los dones del espíritu— después, cuando Pedro y Juan les impusieron las manos.