¿En qué se basa la costumbre?
EN VARIAS partes de la Tierra, durante las ceremonias de entierro, se acostumbra realizar el rito de echar una o tres paladas de tierra en la sepultura a la cual se ha bajado el ataúd. ¿En qué se basa esta costumbre?
Una obra alemana de diez tomos sobre supersticiones, Handwörterbuch des deutschen Aberglaubens, explica que esto se hace por varias razones... “para que uno pueda olvidar más rápidamente al difunto a fin de promover el descanso del difunto; para que el fallecido experimente menos aburrimiento; en Bulgaria, para que así rescaten los parientes al alma. El alma parte del cadáver cuando el sacerdote arroja un puñado de tierra en el sepulcro.” (Tomo I, pág. 984)
La obra en inglés Standard Dictionary of Folklore, Mythology and Legend de Funk y Wagnalls, al considerar las ceremonias funerarias, dice que ciertas tribus indígenas de América del Norte arrojaban artículos en el sepulcro para apaciguar al “espíritu del difunto.” Luego esta obra añade: “Esta misma idea probablemente le sirvió de base a la costumbre ampliamente extendida de arrojar tierra, barro, polvo o ceniza en el sepulcro.”—Tomo I, págs. 427, 428.
La costumbre de echar tierra en el sepulcro no tiene base bíblica. La Biblia declara respecto a los muertos: “Su amor y su odio y sus celos ya han perecido, y no tienen ya más porción hasta tiempo indefinido en cosa alguna que tenga que hacerse bajo el sol.” (Ecl. 9:6) Por lo tanto las ceremonias para apaciguar a los espíritus de los muertos carecen de valor. Los muertos realmente están muertos, esperando ser restaurados a la vida al debido tiempo de Dios. Las Escrituras nos aseguran: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos.”—Hech. 24:15.