“Las dimensiones de la ignorancia humana”
Según el bien conocido biólogo e investigador científico Lewis Thomas, doctor en medicina, el hombre debería maravillarse a mayor grado ante la creación que le rodea. La revista “Smithsonian” del museo nacional estadounidense declara que los escritos de Thomas hacen hincapié en “lo poco que nosotros los humanos todavía sabemos acerca del mundo. Él nos recuerda que las dimensiones del conocimiento humano resultan pequeñas en comparación con las dimensiones de la ignorancia humana.”
Durante una entrevista que con él llevó a cabo la “Smithsonian,” Thomas hizo notar que “en comparación con lo que sucedía hace un siglo, [ahora] hay mucha más perplejidad acerca de las leyes de la naturaleza.” Para ilustrar esto, relató lo siguiente: “Lord Kelvin, figura prominente del campo de la física de fines del siglo pasado, dijo que la física ya había llegado al fin y que si él fuera joven no se envolvería con la física porque ya no había nada más que hacer excepto poner en orden unas cuantas cosas. Entonces se presentaron la teoría cuántica y la relatividad y la mecánica cuántica y todas las demás cosas.
“Sospecho que este proceso no tendrá fin, ya que como especie somos insaciablemente curiosos, pues nos pasamos el tiempo explorando, observando lo que nos rodea y tratando de comprender las cosas. Nunca vamos a resolverlo todo. No puedo imaginarme que haya algún punto final al llegar al cual todo el mundo haya de exhalar un suspiro de alivio y decir: ‘Ahora lo comprendemos todo.’ Siempre habrá algo que esté más allá de nuestro entendimiento. . . . Estamos estudiando la naturaleza mucho más de cerca de lo que jamás pudimos hacerlo anteriormente. Y en vez de hacerse más clara y más fácil de comprender, se está haciendo más difícil.”
Timothy Ferris, quien entrevistó a Thomas para la revista “Smithsonian,” entonces recordó lo que éste había escrito acerca de cómo los humanos deberían reaccionar ante las maravillas que ven. “Al considerar la embriología, y cómo el cerebro se forma de lo que en un tiempo fue una sola célula embrionaria, usted escribe: ‘¡La gente debería pasarse el día entero, todas las horas en que están despiertos, expresándose unos a otros un estado perdurable de asombro que no conoce límites, hablando de aquella célula y nada más!’” Y, yendo más allá, ¿no debería ese asombro y ese hablar extenderse también a tratar de Aquel que diseñó esa maravillosa célula?—Abril de 1980, páginas 127-142.