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Todos los días laborables por la mañana, se deja a millones de niños en las guarderías infantiles, unos de pañales y otros, soñolientos, que justo han empezado a andar. Muchos apenas notan la transición entre el hogar y la guardería.
Los que ya se han acostumbrado a la rutina responden de manera afectuosa... o impasible. Los que llevan poco tiempo es posible que lloren o se agarren a su madre. Pero unas palabras tranquilizadoras de mamá normalmente sofocan las lágrimas. Si no lo consigue, el personal de la guardería se encarga de consolar al pequeño, pues, con lágrimas o sin ellas, las mujeres tienen que ir a trabajar. Y durante las siguientes diez horas, la guardería tiene que suplir a mamá...