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Durante este siglo, la ciencia ha incrementado en gran manera nuestro conocimiento del mundo natural que nos rodea. Sus telescopios han revelado las impresionantes maravillas de los cielos estrellados y sus microscopios han permitido contemplar las sorprendentes complejidades de las moléculas y los átomos. Los descubrimientos que han realizado científicos incansables también amplían nuestro conocimiento sobre el maravilloso diseño de las plantas y los animales, así como sobre la imponente y asombrosa sabiduría que refleja nuestro cuerpo. No menospreciamos dicha labor.
No obstante, también hay que mirar la otra cara de la moneda. No todos los científicos encajan con la imagen de una persona objetiva y entusiasta que busca la verdad sin importar adónde pueda conducir esta, sino que hay demasiados que solo escogen la información que apoya su teoría y descartan la que la contradice. Además, presentan informes sobre estudios y experimentos que nunca han llevado a cabo y falsean lo que no pueden demostrar. También hay quienes plagian los escritos de otros científicos o que afirman ser autores de artículos en los que nunca han trabajado y que quizás ¡ni siquiera han visto jamás!
Es posible que el fraude descarado sea poco frecuente, pero cierta manipulación de datos como la que se acaba de mencionar sí es común. Por otro lado, hay otras dos clases de fraude que son más comunes todavía, y ambas tienen que ver con propaganda engañosa. En los cuatro artículos que aparecen a continuación se analizará este problema.