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En junio de 1988 tuvo lugar el primer cisma o división de la Iglesia católica romana en más de un siglo. Se excomulgó al arzobispo tradicionalista Lefebvre. Un año después de la separación, el prelado rebelde afirmaba que se había producido un aumento de entre un 10 y un 20% en la cantidad de adherentes a su ideología.
Mientras tanto, centenares de teólogos católicos firmaron una declaración en la que protestaban contra el abuso del poder por parte del Papa, según ellos, en el nombramiento de nuevos obispos y en cuestiones doctrinales, como el control de la natalidad.
Los católicos están muy divididos en lo que se refiere a cuestiones políticas. Algunos son ultraconservadores, mientras que otros abogan por las reformas sociales y hasta por la revolución armada. Así que no sería de extrañar que todas estas divisiones desconcertasen al católico medio.