Inundaciones devastadoras en Australia
IMAGÍNESE unas inundaciones que abarcasen una extensión como la de Gran Bretaña, Francia y Alemania juntas. Pues bien, eso es lo que sucedió el año pasado en el estado de Queensland (Australia). La ciudad de Charleville, situada cerca del centro de la zona catastrófica, tuvo que ser evacuada. Tres mil habitantes de esa ciudad se apiñaron en unas tiendas de campaña instaladas en el aeropuerto local, donde el terreno es más elevado, y algunos tuvieron que ser rescatados de los tejados de sus casas en helicóptero.
Un grupito de 35 personas que se reunían con la congregación de los testigos de Jehová de Charleville se refugiaron en la propiedad de un Testigo situada a 10 kilómetros de la ciudad en un terreno elevado. Dicha propiedad se convirtió en una base de operaciones para ayudar a los que se quedaron sin vivienda.
Con gran rapidez los Testigos pusieron en marcha la ayuda. En Dalby a 550 kilómetros de distancia, se formó un equipo de voluntarios para limpiar las casas inundadas, y en Roma a 270 kilómetros, los Testigos recogieron alimentos y otras provisiones de primera necesidad, como mantas y ropa. Después de efectuar un reconocimiento aéreo para evaluar los daños, llegaron en tropel más de un centenar de voluntarios.
Según ellos, “no era posible hacerse una idea” de cómo había quedado la zona. Todo estaba cubierto por una capa de 5 centímetros de cieno, pedazos de muebles rotos estaban esparcidos por las habitaciones, las moquetas habían quedado inservibles, había electrodomésticos hundidos y automóviles boca arriba. El hedor de los alimentos en descomposición, la madera empapada y los escombros llenaba el ambiente.
Los voluntarios se pusieron a trabajar. Para el sábado día 28 de abril, al cabo de una semana de la inundación, las casas y los jardines de los Testigos de Charleville ya presentaban un aspecto limpio y respetable. Pero se necesitaba más que una limpieza. Los equipos de voluntarios se pusieron a reparar las instalaciones para restablecer el servicio de electricidad en las casas y repararon también automóviles y electrodomésticos. Colocaron moquetas nuevas, y algunos ebanistas fabricaron armarios nuevos mientras que carpinteros, pintores y fontaneros arreglaron otros desperfectos.
Como resultado, dos semanas después de las inundaciones, todos los Testigos ya se habían vuelto a instalar en sus casas debidamente acondicionadas. Sin embargo, los voluntarios no se limitaron a ayudar tan solo a testigos de Jehová. Hubo un caso de un hombre católico que cuando un equipo le limpió la casa, no dejaba de expresar su asombro.
En Brisbane, la radio alabó a los Testigos por su trabajo durante las inundaciones, y en Charleville muchos ciudadanos quedaron atónitos al ver lo rápidamente que actuaron. A un hombre que antes se había opuesto se le oyó decir: “Y tenemos la desfachatez de echarlos de nuestra puerta”.