OBRAS
Serie de acciones dirigidas a un fin. Jehová determina qué obras son buenas y cuáles no lo son. Él “traerá toda clase de obra a juicio con relación a toda cosa escondida, en cuanto a si es buena o es mala”. (Ec 12:13, 14.) Dios también tratará con cada persona conforme a su obra (de la persona). (Sl 62:12.) Este hecho y, especialmente, el amor a Jehová Dios, son buenas razones para evitar las obras que no son buenas y hacer obras que sean agradables a su vista. (1Jn 5:3; Sl 34:14; 97:10; Am 5:14, 15.)
Para disfrutar del favor divino, los cristianos tienen que evitar las “obras de la carne”, que abarcan acciones tales como la fornicación, la conducta relajada, la idolatría, la práctica de espiritismo, los odios, los enojos y las borracheras. Esas prácticas, incluidas obviamente entre las “obras infructíferas que pertenecen a la oscuridad”, obras que no resultan en ningún beneficio, impiden la herencia del reino de Dios. (Gál 5:19-21; Ef 5:3-14; 1Pe 4:3; compárese con Jn 3:20, 21.)
Obras buenas. La confianza en Jehová es esencial para que las obras del cristiano tengan éxito. (Sl 127:1; Pr 16:3.) Dios respalda y fortalece a los que obran su voluntad. (2Co 4:7; Flp 4:13.) Aunque la vida del hombre abunda en obras vanas (Ec 2:10, 11), las obras relacionadas con la adoración verdadera no son en vano. A los cristianos hebreos se les dio la siguiente seguridad: “Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, por el hecho de que han servido a los santos y continúan sirviendo”. (Heb 6:10.) Sin duda esa obra incluía dar apoyo material u otras ayudas a los que estaban en necesidad o a los que padecían sufrimiento y persecución. (Compárese con Ef 4:28; Flp 4:14-19; 1Ti 6:17, 18; Snt 1:27.) Otras obras excelentes son el participar en hacer discípulos (Mt 28:19, 20; 1Co 3:9-15) y, en el caso de los varones, servir de superintendente en la congregación cristiana y enseñar a los compañeros creyentes. (1Te 5:12, 13; 1Ti 3:1; 5:17.)
Fe y obras. Las obras de la ley mosaica, que incluían ofrendas de sacrificio, purificaciones y circuncisión, no hacían justa a una persona. (Ro 3:20; 4:1-10; Gál 3:2.) Sin embargo, el discípulo Santiago dice en un contexto ajeno a las obras de la ley mosaica: “El hombre ha de ser declarado justo por obras, y no por fe solamente” (Snt 2:24), debido a que tiene que haber obras prácticas que demuestren la fe de la persona, que den prueba de ella. (Compárese con Mt 7:21-27; Ef 2:8-10; Snt 1:27; 2:14-17; 4:4.) Por ejemplo, Abrahán tuvo obras que probaron su fe, entre ellas su disposición a ofrecer a Isaac. Rahab también probó su fe mediante sus obras al esconder a los espías israelitas. (Heb 11:17-19; Snt 2:21-25.)