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Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 182-183

BALAAM

(quizás: “Devorar”, o: “Devorador”).

Hijo de Beor que vivió en el siglo XV a. E.C. en la ciudad aramea de Petor, en el valle del Alto Éufrates, cerca del río Sajur. Aunque no era israelita, Balaam sabía de Jehová y le reconocía como el Dios verdadero; en una ocasión se refirió a Él como “Jehová mi Dios”. (Núm. 22:5, 18.) Dicho conocimiento pudo deberse a que, con anterioridad, algunos adoradores devotos de Jehová (Abrahán, Lot y Jacob) habían vivido en la vecindad de Harán, cerca de Petor. (Gén. 12:4, 5; 24:10; 28:5; 31:18, 38.)

Balaam rechazó la oferta que le hizo la primera delegación del rey moabita Balac. Esta delegación traía “pagos por adivinación”, pero él dijo: “Jehová ha rehusado dejarme ir con ustedes”. (Núm. 22:5-14.) Cuando “otros príncipes, en mayor número y más honorables” vinieron (Núm. 22:15) y Balaam solicitó de nuevo el permiso de Dios para ir, Jehová le dijo: “Levántate, ve con ellos. Pero solo la palabra que yo te hable es lo que podrás hablar”. (Núm. 22:16-21; Miq. 6:5.)

Al ir, el ángel de Jehová se plantó tres veces en el camino, haciendo que el asna de Balaam primero se metiera en un campo, después apretara el pie de Balaam contra un muro y al fin se echara. Balaam golpeó tres veces al animal, y este, de manera milagrosa, comenzó a hablar manifestando su protesta. (Núm. 22:22-30.) Por último, Balaam mismo vio al ángel de Jehová, el cual le anunció: “Yo he salido para oponer resistencia, porque tu camino ha sido temerario contra mi voluntad”. No obstante, Jehová de nuevo le permitió a Balaam seguir el camino que había escogido. (Núm. 22:31-35.)

De manera explícita, Dios desaprobó rotundamente que se empleara algún tipo de maldición contra Israel, recalcándole a Balaam que si iba tendría que bendecir al pueblo y no maldecirlo. (Jos. 24:9, 10.) Sin embargo, Dios le permitió ir. Al igual que en el caso de Caín, Jehová expresó su desaprobación, pero al mismo tiempo permitió que se hiciese una selección individual, bien para abandonar el mal proceder o precipitarse en un derrotero inicuo. (Gén. 4:6-8.) Entonces Balaam, como antes Caín, se obstinó en no prestar atención a la voluntad de Jehová y se empeñó en alcanzar su propio objetivo egoísta. En el caso de Balaam, fue la codicia por la recompensa lo que le empujó a obrar mal, como da a entender Judas: ‘Balaam se precipitó por la paga en el derrotero erróneo’. El apóstol Pedro comenta: “Balaam, hijo de Beor, [...] amó la paga de la maldad, pero recibió censura por su propia violación de lo que era correcto. Una bestia de carga sin voz, expresándose con voz de hombre, estorbó el loco proceder del profeta”. (Jud. 11; 2 Ped. 2:15, 16.)

Habiendo llegado al territorio moabita y después de su encuentro con el rey Balac en la margen del Arnón, Balaam se puso al día siguiente a trabajar sin demora para estos opositores del pueblo de Jehová, después de lo cual se retiró esperando “dar con agüeros de mala suerte”. (Núm. 23:3; 24:1.) El único mensaje que recibió fue una bendición de parte de Jehová para Israel. Por segunda vez se repitió el mismo procedimiento de sacrificios, esta vez en la cima de Pisgá, y de nuevo no hubo “ningún hechizo de mala suerte contra Jacob”, tan solo bendiciones. Finalmente, se volvió a llevar a cabo el mismo proceso en la cima de Peor, y, por tercera vez, “Dios cambió la invocación de mal en una invocación de bien”. (Núm. 22:41-24:9; Neh. 13:2.)

Ante este giro en los acontecimientos, “la cólera de Balac se encendió contra Balaam” y, batiendo sus manos enfurecido, exclamó: “Fue para execrar a mis enemigos para lo que te llamé, y, ¡mira!, los has bendecido hasta el límite estas tres veces. Y ahora vete corriendo a tu lugar. Me había dicho a mí mismo que sin falta iba a honrarte, pero, ¡mira!, Jehová te ha retenido de honor”. (Núm. 24:10, 11.) Balaam trató de excusarse por medio de achacar a Jehová su fracaso al maldecir a Israel, diciendo que él no “[pudo] pasar más allá de la orden de Jehová” y que ‘cualquier cosa que Jehová dijera es lo que tenía que hablar’. Tras otras declaraciones proverbiales contra los enemigos de Israel, “Balaam se levantó y se fue y volvió a su lugar”. (Núm. 24:12-25.)

Cuando se dice que Balaam “volvió a su lugar” no significa necesariamente que volviera a su hogar en Petor. Esta expresión no implica que Balaam saliese de las inmediaciones del monte Peor. Como dice el Commentary de Cook sobre Números 24:25: “Volvió a su propio lugar. No a su propia tierra, pues él permaneció entre los madianitas para tramar algo nuevo contra el pueblo de Dios y para morir en su pecado [...]. La frase, que se repite a menudo (compárese por ejemplo con Gén. xviii. 33, xxxi. 55; 1 S. xxvi. 25; 2 S. xix. 39), es idiomática y meramente significa que Balaam se fue a cualquier lugar”.

Balaam todavía abrigaba la esperanza de conseguir aquella magnífica recompensa por la cual había venido desde tan lejos y por la que se había esforzado tanto. Él razonó que, si bien no podía maldecir a Israel, tal vez Dios mismo maldeciría a su propio pueblo si tan solo se les pudiera seducir para que participasen en la adoración sexual de Baal de Peor. De esta forma, “Balaam […] anduvo enseñando a Balac a poner un tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a ídolos y a cometer fornicación”. (Rev. 2:14.) “Por la palabra de Balaam”, las hijas de Moab y Madián “sirvieron para inducir a los hijos de Israel a cometer infidelidad para con Jehová tocante al asunto de Peor, de modo que vino el azote sobre la asamblea de Jehová”. (Núm. 31:16.) Como resultado, veinticuatro mil hombres de Israel murieron por su pecado. (Núm. 25:1-9.) No obstante, ni Madián, ni Balaam escaparon del castigo divino. Jehová ordenó que todos sus hombres, mujeres y niños fuesen ejecutados; solo se preservó a las vírgenes. “Y mataron a espada a Balaam hijo de Beor.” (Núm. 25:16-18; 31:1-18.) En cuanto a los moabitas, ellos fueron excluidos de la congregación de Jehová “hasta la décima generación”. (Deu. 23:3-6.)

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