CORÉ
(quizás: “Calvicie”).
Levita qohatita de la familia de Izhar. (Éxo. 6:16, 18, 21; 1 Cró. 6:1, 2, 22 [Aminadab tal vez fuese otro nombre de Izhar].) Durante el tiempo en que Israel vagó por el desierto, Coré se rebeló contra la autoridad de Moisés y Aarón, para lo cual se coaligó con los rubenitas Datán, Abiram y On, así como con 250 “principales de la asamblea”, “hombres de fama”. (Núm. 16:1, 2.) Ellos afirmaban que ‘la entera asamblea eran todos santos y que Jehová estaba en medio de ellos’, y plantearon la pregunta: “¿Por qué, pues, deben ustedes alzarse por encima de la congregación de Jehová?”. (Núm. 16:3-11.) Más tarde, Moisés llamó a Datán y Abiram, pero ellos rehusaron presentarse, considerando que Moisés no tenía ningún derecho a hacerles venir. (Núm. 16:12-15.) Ante esto, a Coré y a su asamblea, así como al sumo sacerdote Aarón, se les dijo que se presentaran delante de Jehová, todos ellos con braserillos e incienso encendido. (Núm. 16:16, 17.)
Al día siguiente, Coré y los 250 hombres que estaban con él, provistos de braserillos con incienso encendido, se pusieron de pie a la entrada de la tienda de reunión con Moisés y Aarón. La gloria de Jehová se apareció a toda la asamblea y Dios habló a Moisés y Aarón diciéndoles que se separaran de en medio de la asamblea, “para que extermine a estos en un instante”. Sin embargo, Moisés y Aarón intercedieron por el pueblo, y Dios entonces mandó a Moisés que la asamblea se apartase de los tabernáculos de Coré, Datán y Abiram, y así lo hicieron. (Núm. 16:18-27.) Poco después, “la tierra procedió a abrir su boca y a tragárselos a ellos y a sus casas y a todo el género humano que pertenecía a Coré, y todos los bienes”. Por lo tanto, “ellos, y todos los que les pertenecían, [bajaron] vivos al Seol, y la tierra fue cubriéndolos”. (Núm. 16:28-34.)
Los que estaban delante de la tienda de reunión con los braserillos llenos de incienso no escaparon, pues “un fuego salió de Jehová y procedió a consumir a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso”. (Núm. 16:35.) Coré mismo, que estaba entre ellos en aquel momento, pereció en el fuego enviado por Dios. (Núm. 26:10.)
Los braserillos de los que conspiraron con Coré fueron convertidos en láminas delgadas con las que se revistió el altar, “porque los presentaron delante de Jehová, de modo que quedaron santificados; y deben servir de señal a los hijos de Israel”. (Núm. 16:36-40.) A pesar de esta evidencia poderosa del juicio divino, al día siguiente toda la asamblea de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: “Ustedes han dado muerte al pueblo de Jehová”. Esta actitud provocó la indignación de Dios y, a pesar de las súplicas de Moisés y Aarón, 14.700 murieron como resultado de una plaga enviada por Jehová, plaga que tan solo se detuvo cuando Aarón hizo expiación por el pueblo. (Núm. 16:41-50.) Después de este suceso, el puesto sacerdotal de Aarón fue confirmado al echar brotes su vara. (Núm., cap. 17.)
El registro bíblico indica que los hijos de Coré no siguieron la rebelión de su padre, pues leemos: “Sin embargo, los hijos de Coré no murieron”. (Núm. 26:9-11.) Más tarde, los descendientes de Coré cobraron cierta importancia en el servicio de los levitas.
En la carta de Judas se enlaza a Caín y a Balaam con Coré al advertir a los cristianos en contra de hombres animales que “¡han perecido en el habla rebelde de Coré!”. Es obvio que Coré buscaba gloria para sí mismo. Él desafió a aquellos que Jehová había nombrado, convirtiéndose en un rebelde, y murió justamente como consecuencia de su mal proceder. (Jud. 10, 11.)