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  • Educación que produce buen éxito
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
w52 15/1 págs. 35-36

Educación que produce buen éxito

UN DICHO mundano de mucha sabiduría dice: “No es oro todo lo que reluce.” A veces es interesante recordar esto cuando los hombres dan lugar a mucha jactancia. ¿Y había oído usted tanta jactancia como la que se evidencia en esta “edad sesuda” del siglo veinte?

Hay hombres sumamente respetados por causa de grados que poseen de grandes universidades. Entre las naciones, el éxito científico, particularmente en lo militar, eleva súbitamente a las que tienen los más grandes “sabios” a posiciones de mando.

No obstante ¿qué puede decirse de la cosecha que esta edad ha segado? Sus dos guerras mundiales no resaltan como grandes hazañas intelectuales. Es difícil ver la sabiduría en el temor global de las masas causado por los inventos de la ciencia moderna. ¿Siegan los niños, como se pretende, el beneficio de la erudición más progresiva de todos los tiempos? Crímenes juveniles son más sobresalientes ahora y bandas de colegiales aficionados a los narcóticos figuran en todos los diarios. Como la Biblia amonestó, la extensa ‘desobediencia a los padres’ ha igualado la alta marea de ayes juveniles. (2 Tim. 3:2) ¿Y qué hay del estudio más elevado del hombre, el conocimiento de su Creador? El ateísmo a través de la evolución y del comunismo se desenfrena. “Matrimonios de prueba” son seriamente considerados y el fracaso de la vida familiar acecha de cerca.

Cuando hubo condiciones parecidas en Israel, cuando estaba lleno de ‘perjurio, 35 mentira, asesinato, robo y adulterio’, Jehová Dios señaló la causa, declarando: “El SEÑOR tiene una querella con los habitantes de la tierra; porque no hay fidelidad, no hay bondad, no hay conocimiento de Dios en la tierra.” (Ose. 4:1, UTA) ¿Cuál diría usted que es la causa hoy?

En primer lugar, ¿qué es lo que logra este “mundo sabio” con su mucha sabiduría ostentadora? Es verdad que grandes naciones pueden almacenar sus recursos, y luego efectuar programas de ayuda globales a pueblos menos afortunados. Con su conocimiento de ingeniería, los hombres pueden hacer estructuras poderosas, excavar con dinamita sus cimientos de la roca sólida y rascar el cielo con sus pináculos. Pueden reclutar grandes ejércitos y equiparlos para hazañas osadas bajo la guía de jefes expertos. Sí, y pueden heredar tronos o ser electos a cargos políticos, habitar en palacios y ejercer mucha influencia. Pero ¿son todas estas cosas mucho? Si ésta es la única manera de medir su buen éxito, entonces el hombre no se ha adelantado mucho a los insectos y animales inferiores.—Pro. 30:24-28.

Irónicamente, la sabiduría de este mundo parece funcionar para atrás. Un niño de cuatro o cinco años pregunta quién hizo las flores. Al decirle que Dios las creó, lo cree porque razona que no puede duplicarlas con sus manitas. Aprende ésta y otras cosas. Se le enseña a respetar el gran poder de Dios, a orarle a Él y sentirse seguro porque Dios puede vencer todo mal. Pero más tarde cuando este mismo niño crece, cae en las garras de los profesores de enseñanza superior que proceden a destruir esta fe sencilla, forzándolo a desistir de ella para satisfacer el apetito voraz de la teoría de la evolución. Entonces, también desaparece su sentido de seguridad, y el joven viene a ser parte de un mar de humanidad que vive en temor de guerra atómica o alguna otra forma de aniquilación en masa. Después de unos dieciocho años de “educación” ¡halla que sabe menos que cuando tenía cuatro o cinco años de edad!

Por eso alguien puede sugerir que la educación parroquial es la respuesta. Pero no es así. Considere los “estados clericales” prevalecientes en la América latina y la inmoralidad degradante y la ignorancia en masa que caracteriza a estos pobres pueblos. Aun en los Estados Unidos, exámenes indican que la educación de la “escuela dominical” no ha enseñado un conocimiento práctico de la Palabra de Dios. A los padres de Su nación típica, Israel, Dios les mandó:

“Estas palabras deben aprenderlas de memoria, éste es mi mandato; deben grabarlas en sus hijos, deben hablar acerca de ellas cuando estén sentados en casa y cuando estén de camino, cuando se acuesten y cuando se levanten. Deben atarlas en las manos como recuerdo, y usarlas en la frente como símbolo; deben inscribirlas en las jambas de las puertas de sus casas y en sus portales.”—Deu. 6:6-9, Mo.

Asimismo, el apóstol Pablo amonestó a padres cristianos del primer siglo a que ‘siguieran criando a sus hijos en la disciplina y consejo autoritativo de Jehová’. (Efe. 6:4, NM) Por supuesto, tal entrenamiento debe ser acompañado de adecuados ejemplos paternales en enseñanza y vida cristiana. La cosecha de tal curso será otra vida dedicada a aprender de Dios y a públicamente ayudar sus amigos y prójimos a que lo hagan igualmente—verdaderamente una contribución útil al mundo.

“¿Qué modo es ése para lograr buen éxito?” disputará el mundo escarnecedor. ¿Dirían estos mofadores que Cristo Jesús tuvo buen éxito? Evidentemente no, sin embargo su enseñanza ha introducido el único medio de salvación para vida eterna en un nuevo mundo. Note lo que su apóstol Pablo enseñó: “¿No ha constituído Dios en insensatez la sabiduría del mundo? Pues ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo por su propia sabiduría no llegó a conocer a Dios, le agradó a Dios por la insensatez de lo que es predicado salvar a los que creen.”—1 Cor. 1:20, 21, NM.

Y mediante “la insensatez de lo que es predicado” los que sobrevivan a la crisis mundial venidera serán protegidos para vivir en el nuevo mundo de Dios. Para ayudar a todos los que quieren ganar esta meta de verdadero buen éxito, las buenas nuevas se expresan sencillamente, pero con el apoyo del poder de la Palabra de Dios. La experiencia del apóstol Pablo manifiesta que esto es sabio.—1 Cor. 2:1, 4, 5.

Ciertamente fué en el poder de Dios que Jesús enseñó, cuando habló como ningún hombre había hablado antes que él (Juan 7:46), efectuando educación cristiana de ciudad en ciudad, de aldea en aldea, de casa en casa y en lugares públicos. (Luc. 8:1; Hech. 20:20; Luc. 5:1-3; Mat. 5:1, 2) También, él y sus seguidores instruían en las casas y contestaban preguntas bíblicas. (Mat. 9:9, 10; Luc. 10:38-42) Sus experiencias se relatan en el libro de los Hechos.

Esta actividad vital del cristianismo no ha desaparecido. En el año de 1951, los testigos de Jehová, ministros cristianos, usaron más de 62,000,000 de horas en esta obra. Hicieron más de 20,000,000 de revisitas con personas interesadas y condujeron 260,187 estudios bíblicos de casa. Dan prueba de su buen éxito la creciente multitud de nuevos ministros, nuevos corazones regocijados, personas con una esperanza de vida eterna en un nuevo mundo. Este camino de enseñanza que conduce al verdadero buen éxito todavía sigue abierto para animar a muchas más.

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