“De la boca de los pequeñitos”
● La prensa se dió cuenta de la asamblea que los testigos de Jehová iban a celebrar a mediados de noviembre de 1951, y la ciudad misma, Victoria, Colombia Británica, parecía estar entusiasmada con la idea. Personas se dirigían a los publicadores en la calle para preguntarles: “¿Dónde va a celebrarse esta convención?” “¿Cuál es su propósito?” “¿Tiene usted una copia del programa?” “¡Estaré presente!” Un oficial de marina se dirigió a dos testigos, identificados porque llevaban divisas en las solapas, y les dijo: “¿De qué se trata todo esto? Hace poco detuve a dos muchachitas de su organización de ocho o nueve años de edad; llevaban carteles puestos. Les hice preguntas que los clérigos no me han podido contestar, y me las contestaron; me dieron respuestas lógicas, ¡esas chicas! ¡Caramba! ¿qué es lo que tienen allá?” Los hermanos le contestaron que la mejor manera de enterarse de eso sería yendo allá para ver y oír por sí mismo. El oficial contestó: “¡Eso es exactamente lo que pienso hacer luego que mude de ropa!” No sólo vino sino que también entregó su nombre como persona interesada y pidió que lo visitaran a cualquier hora con tal que fuera antes de las 6 de la tarde. Una foto en un diario mostrando a un hermanito pronunciando un discurso estudiantil en la escuela de ministerio hizo que muchos comentaran: ‘‘¡Un niño de nueve años pronunciando un discurso bíblico!” La serenidad con que habló y su habilidad para expresarse inteligentemente y no simplemente repetir algo de memoria, sirvieron para abrir los ojos de muchos que lo vieron y lo oyeron.