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  • Los testigos de Jehová en Chipre
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
w52 15/6 pág. 381

Los testigos de Jehová en Chipre

Los testigos de Jehová en Chipre están muy agradecidos a su Rey reinante y su corazón rebosa de gozo al ver tantas “otras ovejas” recogidas en esa isla. Ahora cuentan con 337 ministros de las buenas nuevas. Esto no se ha logrado quedándose ellos esperando la venida de las ovejas, sino saliendo y ayudando a los hombres de buena voluntad a declararse de parte de la verdad. La oposición ha sido fuerte contra los testigos de Jehová, y el siervo de la sucursal relató lo siguiente acerca de las circunstancias allá.

Como ha de esperarse, mayor alabanza por los testigos de Jehová resulta en más oposición de Sus contrarios. Esto se ha observado especialmente durante el año pasado. Tanto el grupo griego ortodoxo como los protestantes ha manifestado su gran odio contra los siervos del Señor. Su odio por la verdad se expresó en violencia de turbas, asaltos y golpeos, pero en vez de echar de la isla a los “lobos voraces”, como les gusta llamar a los testigos de Jehová, más personas en busca de la verdad han podido abrir los ojos y ver si los llamados cristianos en realidad son lo que pretenden ser. Un caso se destacó:

Celebramos nuestra asamblea de distrito en la capital durante el mes de octubre. Nos esforzamos para dar mucha publicidad al discurso público.

El sábado por la tarde unos jóvenes adeptos de la Iglesia griega ortodoxa estaban en las calles con hojas sueltas, diciéndole a la gente que no tuvieran nada que ver con la organización judía conocida por el nombre de “testigos de Jehová” la cual funciona bajo el mando del “príncipe de las tinieblas”. “No se acerquen a ellos, no los dejen entrar, ciérrenles las puertas, no acepten sus libros y folletos, e informen a otros acerca de ellos,” así decía la hoja suelta. La firma al pie del escrito reveló dónde la espada se había sentido más, a saber, “El Santo Arzobispado.”

Como diez minutos después que comenzó el discurso público hubo gritos de “¡Mentiras! ¡Mentiras! ¡Anticristo!”, etc. de la parte trasera del teatro. El ruido aumentó a medida que unos 50 hombres o más gritaron sus lemas y echaron papeles en el aire. Rehusaron callarse y por completo perdieron el imperio de sí mismos. El pandemonio reinó por los siguientes quince minutos, y aunque se le telefoneó a la policía repetidas veces pidiendo ayuda no vino nadie hasta que visitaron a la jefatura de la policía y entonces enviaron un auto lleno de policías. En el intervalo sillas fueron rotas y los hombres se habían dado golpes hasta que los que se llamaban “cristianos ortodoxos” fueron echados del teatro. Para este tiempo cientos de personas oyendo el alboroto vinieron al teatro, lo cual resultó en dar mayor testimonio, y mientras que la policía formó un cordón fuera del teatro, el conferenciante reasumió su discurso y pudo terminarlo.

Los religiosos pensaban que iban a silenciar el mensaje, pero fracasaron. Incidentes tales como éste ponen de manifiesto lo que ellos verdaderamente son y los identifican como “hijos de los que mataron a los profetas”.

Las llamadas organizaciones protestantes también han dirigido sus flechas contra los testigos del Señor. Durante el año varias sectas protestantes se han establecido en la isla. Los sábados por la noche se encuentran predicando en las calles, pero antes de empezar a hablar informan a sus oyentes que ellos no están unidos de manera alguna con los testigos de Jehová. Alguien se dirigió a uno de estos oradores y le preguntó por qué era que no decía que su secta no estaba enlazada con los demás grupos religiosos. Contestó, “Aborrecemos a los testigos de Jehová.”

La obra se ha extendido muy bien a muchas diferentes aldeas de la isla durante el año, y es un gozo ver a nuevas personas participar en la obra de testificación.

La Iglesia ortodoxa siempre advierte a su “manada” contra el “desviarse” de su agarro, pero algunos de sus “hijos” más íntimos están oyendo la voz de la verdad y abandonando su mesa engañosa.—Del 1952 Yearbook of Jehovah’s Witnesses.

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