El amor al prójimo no basta
HACIA fines de enero de 1955, dos señoras británicas participaron en un debate que se transmitió por la red difusora de la British Broadcasting Corporation. Una de estas señoras era una psicóloga ateísta que abogaba por el humanismo y que había estado presentando discursos por la radio en el programa intitulado “Moral sin religión.” La otra señora era esposa de un clérigo que había sido misionero en India.
La substancia del argumento de la atea era que es mejor enseñar a los hijos el amor al prójimo sin implicar a Dios en el asunto. La esposa del clérigo sostenía que el amor al prójimo en el cual Dios no figura llega a hacer de la persona que tal cosa practica una que se cree muy justa. Pero ¿es ése el mejor argumento que puede emplearse para mostrar que el amor al prójimo de por sí no basta?
No quiere decir esto que el amor al prójimo en sí mismo no sea cosa buena. Lo es. En realidad, está llegando a ser un rasgo más y más prominente en la medicina psicosomática a medida que médicos así de lo físico como de lo mental lo prescriben para enfermedades mentales y físicas y también morales. Dijo un psicólogo: “Yo creo que la mejor cosa que los padres pueden hacer es enseñar a sus hijos a amar.” Y tocante a lo que significa el amar a otro, dijo: “Una personalidad madura, sana, con una fuerte capacidad para amar no ‘ama’ solamente a su esposa o a unos cuantos amigos especiales. Él ama—punto final.” Y dijo el que en un tiempo fué director general de la Organización de Salud Mundial de las Naciones Unidas: “Nuestro futuro global depende de cuántas personas maduras podamos producir, personas capaces de amar, capaces de acercarse a los problemas de nuestros tiempos inconstantes como ‘gente de amor,’ no como ‘gente de odio.’”
Aunque el amor al prójimo en que no figura Dios puede nutrir un espíritu de justicia propia, no puede negarse que sirve de algo, hasta donde alcanza. Pero ésa es la cosa, no alcanza hasta donde debe. El manifestar amor al prójimo sin tomar en cuenta a Dios es ‘¡colar el mosquito pero tragarse el camello!’—Mat. 23:24, NM.
De hecho, el amor al prójimo sin el conocimiento apropiado puede hacer más daño que bien. A algunos les gusta mostrar amor a un prójimo enfermo prescribiéndole remedios, pero a menos que sepan todos los datos el consejo de ellos puede que haga más mal que bien. Estos nos hacen recordar los miles de británicos que enviaron medicinas y prescripciones a su rey cuando él estaba muy enfermo.
Tanto el que exista el universo como el que exista el hombre arguyen que el Creador existe. Ya que hay un Creador inteligente él debe haber creado la tierra con algún propósito. Síguese, por lo tanto, que sería la cumbre de la necedad el que procediéramos a dirigir nuestros asuntos o a tratar de ayudar a un prójimo a dirigir los suyos sin tomar en cuenta lo que es el propósito de la existencia de él y de nosotros. El Creador dió a los animales inferiores una guía infalible en forma de instintos y él también ha suministrado todo lo necesario para satisfacer nuestras necesidades materiales. ¿No es razonable esperar que él también suministrara todo lo necesario para satisfacer nuestras necesidades espirituales, que también nos diera una guía infalible, informándonos en cuanto a lo que es bueno y lo que es malo, por qué estamos aquí, y cuál ha de ser nuestro destino? Los resultados que se obtienen al tomar la Biblia como la guía infalible provista por el Creador para el hombre prueban que éste es el propósito de ella en realidad. Esta manifiesta, entre otras cosas, la insuficiencia del amor al prójimo de por sí.
Por ejemplo, Eva, al ofrecer a Adán del fruto prohibido, sin duda pensó que estaba mostrando amor al prójimo, puesto que ella creyó la mentira de la serpiente de que éste la haría tan sabia como Dios y que ella no moriría. Pero por no tomar en cuenta a Dios en el asunto, su amor al prójimo causó la destrucción de Adán. Y como se nos dice en Proverbios 1:10-14, quizás los inicuos traten de seducir a otros a que se unan a ellos en sus tretas de ganancia rápida fraudulenta, pero ¿de qué provecho es tal gesto de generosidad cuando se basa en una premisa ilegal?
Cuando Jesús les contó a sus discípulos lo que le esperaba a él, “que él tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los hombres de mayor edad y de influencia y los sacerdotes principales y escribas y ser muerto . . . Pedro le llevó aparte y comenzó a levantarle fuertes objeciones, diciendo: ‘Ten consideración de ti, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino.’ Pero, dándole la espalda, le dijo él a Pedro: ‘¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque tú piensas, no los pensamientos de Dios, sino los de los hombres.’”—Mat. 16:21-23, NM.
Sí, no hay duda en cuanto a que Pedro amaba a su Señor y procuraba mostrar amor al prójimo, pero cuando pasó por alto la voluntad de Jehová Pedro se hizo un instrumento del Diablo, a pesar de sus buenas intenciones. Muchos psicólogos hoy en día de igual manera son instrumentos del Diablo y debido a la misma razón. Algunos hasta se atreven a decir que todas las dificultades de la humanidad pueden atribuirse a la conciencia, al sentido moral, y que es el deber de los psicólogos borrar de entre los hombres esta sumisión al sentido moral, que todo lo que importa es la salud mental y física, y señalan a los animales inferiores como prueba de su declaración. Ciertamente expresiones de amor al prójimo de esta clase prueban que éste, de por sí, no es suficiente.
Y no sólo es el amor al prójimo insuficiente cuando pasa por alto los justos principios de Dios, sino que le falta algo si pasa por alto los propósitos de Dios y su reloj del tiempo, porque él dice que “hay una sazón oportuna; y hay un tiempo determinado para todo asunto debajo del cielo.” Ese reloj muestra, según tales profecías como las que se encuentran en Mateo 24, que estamos viviendo en el fin de este viejo sistema de cosas, en días que son comparables a aquellos en que vivieron Noé y Lot.—Ecl. 3:1.
¡Cuán falto de perspicacia hubiese sido el que Noé no hubiera hecho caso de las instrucciones de Dios sino que hubiese tratado de ayudar a aliviar la opresión en su tiempo mediante algún plan de él! ¡O que Lot hubiese tratado de reformar a Sodoma y Gomorra después que los ángeles le dijeron que huyera! Igualmente hoy en día, la única clase de amor al prójimo que cuenta es el que se basa en los pensamientos de Dios y no en los pensamientos de los hombres. Esa clase de amor al prójimo dice a la gente: “Buscad a Jehová, . . . buscad la justicia, buscad la mansedumbre; puede ser que os pongáis a cubierto en el día de la ira de Jehová.”—Sof. 2:3.