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  • Los comunistas de Italia y la iglesia católica
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
w55 1/11 págs. 643-644

Los comunistas de Italia y la iglesia católica

Por un misionero de la Watch Tówer en Italia

LA CONTIENDA entre Oriente y Occidente se siente agudamente en Italia, el país que tiene el más fuerte partido comunista fuera del bloc soviético. La teoría de Marx está cautivando tanto la mente como el voto del italiano, a pesar de las denunciaciones sacerdotales y excomuniones papales. En esta guerra de propaganda el partido que pierde trata cobardemente de “salvar las apariencias” por medio de culpar a otros por su situación. El episcopado italiano hizo esto el 1 de febrero de 1954, cuando declaró al mundo que “la propaganda protestante . . . va para la evidente ventaja . . . del comunismo ateo.”

Pero, ¿no es ése un caso de dar por sentado lo mismo que se arguye? El anticlericalismo existió en Italia mucho antes de que se oyera hablar siquiera de la ideología comunista, y mucho antes de que las religiones no católicas empezaran a difundir sus enseñanzas en Italia después de la II Guerra Mundial. Y en cuanto a quién sigue el proceder que ayuda al comunismo, el periódico La voce repubblicana de Roma dice que son los perseguidores religiosos, no los perseguidos, los que realmente dan a los comunistas material para su propaganda. Señaló que por medio de expulsar a personas de las religiones que están en la minoría (en este caso en particular, los testigos de Jehová), “la libertad de religión se guarda en el desván, para profunda satisfacción de los comunistas y fascistas.”

Los oficiales religiosos han sostenido que los expositores y la prensa comunistas “no esconden la simpatía que le tienen y el apoyo que le dan a esta propaganda protestante desunidora.” Pero, ¿es ésa la realidad? Se han dado grandes pasos hacia la libertad de adoración en Italia, pero esto no ha sido sin dificultad. Y cuando periódicos procomunistas informan en sus columnas acerca de los abusos y el tratamiento injusto que se da a las minorías religiosas, no es que se interesen en la doctrina correcta, ni que simpaticen con otras religiones o las apoyen, sino que se interesan en aprovecharse políticamente del hecho de que se hayan tomado medidas antidemocráticas e inconstitucionales en contra de estos grupos de minoría. Los hechos manifiestan que los comunistas no se interesan seriamente en asuntos espirituales, sean éstos católicos o no católicos. Su interés principal yace en las cosas materiales de esta tierra. Los comunistas ridiculizan a los que creen en las promesas del reino de Dios bajo Cristo, llamándolos cobardes y parásitos.

La prensa comunista ridiculiza la Biblia y deslustra a los ministros cristianos que están enseñando la Palabra de Dios. Por ejemplo, note el informe siguiente que se tomó del periódico comunista La Verità, de Brescia, Italia. Llamando a los testigos de Jehová “espías americanos disfrazados de ‘misioneros,’” dijo: “Van de casa en casa y con las ‘Santas Escrituras’ predican sumisión a guerra preparada por los americanos,” y además acusó falsamente que estos misioneros eran agentes pagados por banqueros de Nueva York y Chicago y se empeñaban en “juntar información de toda clase respecto a los hombres y las actividades de las organizaciones [comunistas].” El escritor concluyó que “el deber de los trabajadores, que saben defender bien su patria . . . por lo tanto es cerrar la puerta de golpe en las narices de estos espías vulgares que están disfrazados de pastores.”

Muchos comunistas italianos no se oponen a que sus esposas e hijos asistan a la Iglesia católica. Creen que, puesto que las mujeres y los niños desean alguna clase de religión, que sea de una vez la misma religión antigua que sus padres les enseñaron. Ellos sostienen que las enseñanzas religiosas de la Iglesia católica no hacen ningún daño, pero la riqueza de la iglesia y el hecho de que ella se declara por los países capitalistas es lo que les irrita. No obstante, la religión católica es la más grande de Italia—un hecho que los comunistas buscadores de votos reconocen bien. Como sus repetidas declaraciones públicas lo prueban, los comunistas por mucho preferirían tener a la Iglesia católica como socia más bien que a alguna otra religión de Italia.

Los comunistas están determinados a conseguir el dominio de Italia, y pueden hacerlo sólo por medio de hacer que mayores números de católicos, no de personas no católicas, se pongan de parte suya. Sobre todo, esto quiere decir convencer a tales católicos nominales de que el comunismo ciertamente no está favoreciendo a ninguna otra fe religiosa. Los comunistas tienen mucho interés en los votos de los campesinos católicos, la clase que ha estado amarrada a las tradiciones católicas por siglos, y según las palabras del líder comunista de Italia los comunistas “no piden al mundo católico que cese de ser un mundo católico,” sino que “tienda hacia un entendimiento mutuo.”

La Jerarquía católica puede decir lo que quiera acerca de los efectos “perjudicantes” de la propaganda no católica dentro de los límites de la Italia católica, pero cuando ella acusa a las minorías religiosas de ayudar al comunismo en Italia, y de recibir el favor, simpatía y apoyo de los comunistas, entonces ella se deja completamente expuesta a la crítica y su acusación se le vuelve en contra. La religión que durante más de quince siglos no suministró a la gente la fuerza del conocimiento sano siega ahora su cosecha de materialismo, anticlericalismo y comunismo impío. Ella no puede echar la culpa a otros, ni tratar de salvar las apariencias mediante el procurar implicar en su guerra a los verdaderos cristianos que categóricamente se mantienen separados de ella y que ahora de veras proveen para muchos italianos sinceros el conocimiento de la Palabra de Dios, la fuerza de los apóstoles y el poder para resistir las pretensiones falsas que hace el comunismo.

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