Un mensaje procedente del espacio invisible
POR todas partes del mundo grandes antenas de forma de platos están recogiendo débiles señales procedentes del espacio exterior. Cuando se amplifican por medio de un parlante las señales constan de nada más que sonidos de estática y silbidos. Sin embargo, estas señales interesan profundamente a brillantes científicos del mundo.
Se reconoce que no constituyen el esfuerzo de ninguna inteligencia por comunicarse con el hombre, sino que más bien son ruidos radiales procedentes de estrellas lejanas, de nubes gaseosas de hidrógeno y de algunos planetas de nuestro sistema solar. Los científicos esperan aumentar el conocimiento que tienen del universo por medio de estas señales.
Hay otro mensaje, sin embargo, que viene del espacio invisible al cual harían bien en prestar atención. Si mostraran en el estudio de éste la misma diligencia que muestran en el de las estrellas, podrían apreciar mejor las cosas que descubren en el universo.
Este mensaje en particular es muy diferente de los ruidos de perturbaciones eléctricas atmosféricas. En vez de provenir de masas de materia sin vida éste proviene de una fuente inteligente. Es una comunicación que contiene sabiduría e instrucción para la humanidad.
No puede negarse el hecho de que el hombre necesita instrucción de esa clase. Esto ha venido haciéndose más patente desde que fué descubierto el secreto del poder atómico. Las naciones son moralmente incapaces de usar sabiamente tan espantoso poder. Note lo que dijo el Dr. Raymond B. Fosdick acerca de este punto cuando se inauguró el telescopio de Palomar, California:
“A menos que podamos anclar nuestro conocimiento a cimientos morales, el resultado final será polvo y cenizas—polvo y cenizas que enterrarán las esperanzas y monumentos de los hombres más allá del recobro. El enemigo descollante del hombre no es su ciencia, sino su insuficiencia moral. Alrededor del mundo hoy, laboratorios apoyados por recursos casi ilimitados están apurando febrilmente su investigación en el desarrollo de armas físicas y bacteriológicas que de la noche a la mañana podrían convertir este planeta en un gigantesco matadero.
“¿Sobre qué base moral se hará la decisión de usar estas armas? ¿Qué frenos éticos habrán sido desarrollados para detener la histeria, el temor y la pasión de los hombres en contra de semejante paroxismo ciego de destrucción? Porque si este némesis final alcanza las pretensiones del hombre moderno, no será su ciencia lo que le habrá traicionado, sino más bien la postración cabal de sus valores morales. No será este telescopio y todo lo simbolizado por él lo que lo habrá conducido al umbral de la aniquilación; será la impotencia y falta de madurez de sus códigos éticos.
“En cierto sentido, por supuesto, el problema que arrostramos no es nuevo. A través de veintenas de siglos, los progresivos alcances de poder a que ha ascendido el hombre siempre han dejado atrás su capacidad de dominio, y el vacío entre su moralidad y la fuerza física a su disposición siempre ha sido incómodamente ancho. Pero nunca antes lo habían conducido su curiosidad e inventiva en el espacio de unos pocos años a armas con que podría arrasar completamente sus propias instituciones y diezmar el planeta en el cual vive.”
El código ético que el Dr. Fosdick menciona como cosa que le hace falta al hombre se contiene en ese mensaje inteligible que ha venido al hombre desde el espacio invisible. Revela el medio por el cual el hombre puede vencer su insuficiencia moral. Podría ser leído y estudiado por casi toda persona en la tierra, porque ha sido traducido en más de mil idiomas. Se halla en la Biblia.
Aquí tenemos una comunicación que provino del que creó las estrellas, del que estableció las leyes que las gobiernan. Aquí están sus pensamientos, sus consejos, sus instrucciones. Aquí hay sabiduría procedente del mayor intelecto del universo. Merece que el hombre se interese y la estudie con cuidado.
El que el mensaje no haya venido a la tierra por medio de señales de radio, sino mediante un método no conocido a los científicos, no le resta importancia. Aun así es un mensaje procedente del Soberano Supremo. Aun así es una comunicación desde el espacio invisible, desde más allá de la estrella más lejana.
Por medio de este mensaje el Creador del universo, cuyo nombre es Jehová, ha dado a la humanidad los medios para construir un cimiento moral firme.
No hay ninguna insuficiencia moral entre la gente que reconoce el valor de esta comunicación divina y que aplica sus instrucciones a su vida cotidiana. Estas personas se dirigen a la Biblia con el deseo de aprender las instrucciones y los consejos de Dios y los principios correctos que él ha establecido. Meditan en estas cosas y las respetan. No tratan de alterar el mensaje de Dios para apoyar filosofías e ideas personales. Lo estudian con el deseo de aprender lo que Dios dice, y están dispuestas a cambiar de opinión si se hace necesario. Como resultado, tienen contentamiento, paz mental y una verdadera esperanza para el futuro. “Grande es la paz de los que aman tu ley.”—Sal. 119:165, Mod.
No comparten los temores que las naciones tienen, porque confían en las promesas que Jehová ha hecho en su mensaje a la humanidad. Una de las cosas que ha prometido es una tierra pacífica bajo un gobierno justo y recto. “Empero los mansos heredarán la tierra, y se deleitarán en la abundancia de la paz.” (Sal. 37:11, Mod) “Se le darán por nombres suyos: . . . Príncipe de Paz. Del aumento de su dominio y de su paz no habrá fin; se sentará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo, y para sustentarlo con juicio y justicia, desde ahora y para siempre.” (Isa. 9:6, 7, Mod) Dios cumplirá estas promesas. Él nunca deja de cumplir.
La única esperanza concreta del hombre para un mundo justo y pacífico se halla en el mensaje que ha venido de Jehová Dios. Suministra el único cimiento moral en que el hombre puede anclar el conocimiento que ha adquirido de su estudio del universo material. Es por lo tanto un mensaje que debería estudiarse con mayor interés que el que se manifiesta en las señales radiales procedentes de las estrellas. Debería reconocerse por lo que es—una comunicación procedente del Creador del universo. Trae conocimiento, sabiduría, paz y vida a la humanidad angustiada.