Persecución religiosa en el Paraguay
LAS hojas sueltas con el mensaje que incitaba a la ira revolotearon por el aire, descendiendo desde el cielo. Una ventisca de papeles cubrió los alrededores de la iglesia del cura Ascencio Ayala. Los campesinos de la vecindad del pueblo de Itá, con curiosidad, extendieron las manos para tomar las hojas sueltas. El aeroplano que las había dejado caer siguió su viaje, habiendo hecho su parte en un incidente reciente de persecución religiosa en el Paraguay.
Las hojas sueltas, escritas por el cura de la parroquia, decían a los lectores: “1 de marzo de 1957. Viernes a las 5:30 de la tarde frente a la iglesia, grandiosa concentración de todos los cristianos católicos de la ciudad y las compañías. . . . 6:30 de la tarde: Arrolladora manifestación católica de repudio a los ‘Testigos (falsos) de Jehová’. Los herejes protestantes no tienen derecho a realizar reunión alguna en Itá. . . .”
Pero mucho antes de esto, los testigos de Jehová habían hecho arreglos legales para celebrar una asamblea cristiana en Itá, un pueblo que está como a cincuenta y cinco kilómetros de la capital del Paraguay, Asunción. La congregación local había deseado celebrar la asamblea para provecho de las muchas personas de buena voluntad que había en el pueblo. Por lo tanto los testigos de Jehová solicitaron permiso para usar el local donde está la piscina municipal como el lugar de la asamblea. Las autoridades de la ciudad de Itá convinieron en esto, y la jefatura de policía de Asunción dió el debido permiso para celebrar la asamblea. Los testigos de Jehová tenían derecho a reunirse en asamblea en Itá.
De muchas localidades empezaron a llegar a Itá los testigos de Jehová, para celebrar su asamblea. Los informes sobre la acción de rencor del cura hicieron que el grupo cristiano decidiera pasar sus arreglos de asamblea a la casa de un testigo, lugar que se usaba como Salón del Reino local.
A dos manzanas de allí una muchedumbre de más de mil personas se había reunido en frente de la iglesia. El cura salió para dirigir al rebaño. El discurso del cura empezó como una diatriba; se convirtió en un estímulo a la ira encendida para agitar a la chusma e impulsarla a violencia contra los testigos.
Mientras el cura hablaba la agitación de la muchedumbre iba aumentando. Entonces un subteniente de la fuerza aérea paraguaya que no estaba de servicio en ese momento, Solano Gamarra, se acercó al cura Ayala. Gamarra, dándose cuenta de que el cura estaba dirigiendo las cosas, trató de calmarlo. También habló a los ayudantes del cura, esperando por medio de eso evitar acción de chusmas. Pero no se deseaba el consejo del oficial de la fuerza aérea. Tan furioso estaba un cura compañero de Ayala que le propinó un golpe al subteniente y le partió el labio. Este ejemplo del cura atizó las llamas de la ira en la muchedumbre. Lanzándose adelante, la gente se apoderó del oficial de la fuerza aérea y lo golpeó, abriéndole heridas en el cuero cabelludo. Arrancándole la camisa, la colocaron en un palo y la levantaron en alto para quemarla. Gamarra, descamisado, huyó para salvarse la vida.
Ahora la multitud era una chusma salvaje que había perdido el juicio. Unos gritaban: “¡Abajo Jehová!” Otros gritaban: “¡Muera Jehová!” Frenética, la chusma se encaminó hacia la asamblea en el Salón del Reino. La chusma había aumentado hasta casi 2,000 miembros. Como animales salvajes vinieron contra sesenta pacíficos testigos cristianos de Jehová. Al moverse la chusma amenazadoramente hacia el salón la débil protección policíaca se disolvió. Dentro del salón el programa continuó. Durante la reunión la chusma afuera ardía en furor y continuamente estallaba en erupciones de expresiones groseras. El Salón del Reino estaba ahora rodeado por un mar de humanidad turbulenta. Para evitar que los alborotadores entraran, los ministros cristianos colocaron objetos contra las puertas desde adentro y continuaron su reunión. Estaban aprendiendo la importancia de considerar cada día un texto de la Biblia—un Libro que era enteramente desconocido para la multitud que gritaba y acechaba afuera.
La chusma intentó varias veces entrar en el salón. Fracasó. La chusma empezó a dispersarse, formando grupos más pequeños, permaneciendo en la vecindad casi toda la noche, como si esperara que alguna víctima incauta saliera del salón. Finalmente los agentes de la policía volvieron a apostarse frente a la puerta. ¡No querían permitir que nadie saliera, pero a la chusma sí le permitían tratar de entrar! Los testigos cristianos de Jehová permanecieron adentro esa noche.
Para la mañana siguiente ya había llegado noticia de esto a Asunción. La policía de ésa confirmó el derecho de los testigos a reunirse en el lugar de la piscina de natación pero dijo que la protección se dejaba en manos del comisario de Itá. Al visitar los testigos a este oficial, él declaró que no estaba equipado para encargarse de la situación. Más tarde informó a los testigos que la asamblea había sido suspendida por los cuarteles de la policía de Asunción y que se habían recibido informes de que la chusma planeaba volver esa noche. La asamblea entonces fué transferida al lugar central de reunión de los testigos de Jehová en Asunción. Los delegados a la asamblea alquilaron un ómnibus y salieron del pueblo cantando felizmente.
Este incidente de persecución religiosa se produjo en un país que tiene una constitución bien ideada y redactada. Es un documento sobresaliente para los que desean cumplir con él y conservar la tranquilidad del país. Como cosa digna de encomio en el Paraguay se puede informar que en marzo de 1957 se enviaron cartas circulares a todos los delegados civiles de los dieciséis departamentos del país. Las circulares llevaban el mandato de que los delegados civiles mantuvieran la paz y preservaran los derechos de las minorías no católicas en sus zonas.
El cura Ayala había acusado a los ministros cristianos de Jehová de ser testigos “falsos.” Pero, ¿fué su acción de agitar a una multitud prueba de que él fuera un testigo verdadero? ¿Agitan chusmas los verdaderos testigos de Jehová, o predican la Biblia? ¿Era cualquier persona de aquella chusma instigada por el sacerdote un testigo verdadero de Jehová, cuando la chusma gritaba: “¡Abajo Jehová!”? ¿Quiénes mostraron ser testigos para Jehová por medio de congregarse pacíficamente para considerar la Palabra de Dios? Juzgue el lector.