El clero y las Naciones Unidas
Un editorial que se publicó en el Chronicle de Houston (Texas) se reimprimió, debido a su naturaleza poco usual, en el Leader de Graham (Texas) del 6 de noviembre de 1958, bajo el encabezamiento “El gobierno no es asunto de la iglesia”: “En la constitución del estado de Maryland, hay una provisión que dice: ‘Ningún ministro o predicador del evangelio o de ningún credo religioso o denominación será elegible como senador o delegado.’ Esto se diseñó con prudencia para conservar la separación de la iglesia y el estado. Esta actitud tiene su precedente en la Biblia misma donde se relata la ocasión en que Cristo amonestó a los fariseos que trataban de meterlo en una trampa: ‘Pagad a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios.’ Hubiese sido bueno que aquellos clérigos, miembros de la Convención Internacional de Iglesias Cristianas, que se reunieron en San Luis la semana pasada, hubieran tenido presentes estas cosas. Aunque algunos que estaban en esta convención se expresaron en firme desacuerdo, la mayoría abrumadora aprobó una resolución que propone que el Congreso expida una ley que permita al contribuyente individual dar hasta el 2 por ciento de su impuesto sobre la renta a las Naciones Unidas en vez de pagarlo a los Estados Unidos.”
Otro texto que se pudiera haber citado es Santiago 4:4: “¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desea ser un amigo del mundo se está constituyendo un enemigo de Dios.”