Preguntas de los lectores
● Mateo 27:19 menciona un sueño que tuvo la esposa de Pilato en cuanto a Jesús en el cual ella ‘sufrió mucho.’ ¿Vino de Dios este sueño?
El texto bíblico dice aquí: “Mientras él [Pilato] estaba sentado en el tribunal, le envió a decir su esposa: ‘No tengas nada que ver con ese hombre justo, porque sufrí mucho hoy en un sueño a causa de él.’” Tenemos que recordar que la narración trata con el juicio del Hijo de Dios. Este juicio y el que fijaran a Jesús en un madero llevó a fenómenos procedentes de Dios—oscuridad no natural, un terremoto, el que la cortina del templo se partiera en dos. (Mat. 27:45, 51-54) De manera que, en este contexto, el sueño sugiere origen divino, especialmente puesto que lo registra en la Palabra de Dios Mateo, quien escribió bajo la inspiración del espíritu santo de Dios. No fue un sueño normal inducido por algún conocimiento de antemano de que llevarían a Jesús ante su esposo para juicio en la mañana siguiente.
Escritores inspirados de la Biblia muestran que en tiempos del pasado Jehová usó sueños para dar advertencias, no solo a su pueblo fiel, sino también a otros que trataban con éste. Así sucedió cuando Abimelec el rey de Gerar tomó para sí a la esposa de Abrahán. Mateo mismo registra otros sueños que contuvieron advertencias divinas—no solo los de José el padre adoptivo de Jesús, sino también un sueño que dio a los astrólogos paganos la advertencia de no informar a Herodes dónde estaba el niño Jesús. (Gen. Gé 20:3-7; Mat. 1:20-24; 2:12, 13, 19) Por lo tanto, el que Mateo escribiera acerca del sueño de la esposa de Pilato debe considerarse como significativo.
En el caso de Pilato el sueño de su esposa serviría como advertencia poderosa de que él estaba tratando con una situación especial, de que tenía que ser cuidadoso para evitar culpa. El sueño dio énfasis a la inocencia de Jesús de una manera que Pilato difícilmente podría pasar por alto. Él ya había examinado a Jesús y sabía que era inocente; entonces recibió de su esposa un mensaje concerniente al sueño que ella había tenido. Esto sin duda influyó en sus pensamientos mientras hizo varios esfuerzos para hacer que la multitud retirara su demanda de que se le diera muerte. Cuando al fin Pilato se lavó las manos delante de la muchedumbre y dijo: “Soy inocente de la sangre de este hombre,” eso no lo libró de responsabilidad por lo que estaba haciendo, pero la culpa de los que gritaron: “Venga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos,” ciertamente había quedado bien establecida.—Mat. 27:24, 25.