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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
w69 1/10 págs. 607-608

Preguntas de los lectores

● ¿Cómo aplica el consejo que Jesús dio en Mateo 6:7 contra oraciones largas y redundantes a las oraciones privadas y públicas, tomando en cuenta algunas de las oraciones extensas de que hay registro en la Biblia?—M. F., EE. UU.

En el Sermón del Monte Jesús condenó a los hipócritas religiosos a quienes les gustaba “orar de pie en las sinagogas . . . para ser vistos de los hombres.” (Mat. 6:5) Sus móviles eran malos. Sus oraciones no eran expresiones sinceras ni humildes. Por eso Cristo aconsejó: “Al orar, no digas las mismas cosas repetidas veces, así como las gentes de las naciones, porque ellos se imaginan que por su uso de muchas palabras se harán oír.” O, “creen que Dios las oirá a causa de sus largas oraciones.”—Mat. 6:7; Today’s English Version.

Para cuando Jesús vino a la Tierra los líderes religiosos hipócritas del judaísmo habían definido toda actitud y ademán de la oración, y habían establecido fórmulas redundantes para orar. Para ellos la oración pública se había degenerado en un vanagloriarse de la rectitud propia por medio del cual podían obtener mérito y exhibir piedad. Es posible que dichos líderes hayan causado impresión en algunos hombres crédulos, pero no causaban impresión en Dios. Un juicio más fuerte aguardaba a aquellos hipócritas con sus “largas oraciones.”—Luc. 20:47.

Es verdad que unas cuantas de las oraciones apropiadas de las Escrituras fueron de largura considerable. Según se da en la Biblia, debe haber tomado cerca de diez minutos pronunciar la oración de Salomón en la inauguración del templo. (1 Rey. 8:23-53; 2 Cró. 6:14-42) El relato de Juan de una oración que Jesús hizo en la última noche con sus discípulos abarca veintiséis versículos. (Juan 17:1-26; note también Nehemías 9:5-38.) Estas oraciones públicas fueron especiales, hechas en ocasiones singulares. Dios oyó y aprobó la de Salomón, y ciertamente oyó y aprobó la de Jesús. (2 Cró. 7:12; Juan 11:42) Y estamos agradecidos de que estas oraciones extensas se hayan registrado en las Escrituras.

De los ejemplos de oraciones aceptables en la Biblia podemos ver que lo que Jesús criticó no fue en particular la largura de las oraciones, sino el motivo incorrecto que servía de fundamento para las oraciones largas, redundantes y ostentosas. Por consiguiente, cuando Salomón, Jesús u otros hombres con espiritualidad y equilibrio hicieron oraciones extensas impulsados por lo bueno y con sinceridad, Jehová no desaprobó aquello.

No hay necesidad ni autorización bíblica para imponer reglas en cuanto a la extensión de las oraciones públicas o privadas... pueden variar.

A veces pruebas, problemas o situaciones especiales pueden hacer apropiada una oración extensa, particularmente una oración privada. En el jardín de Getsemaní Jesús oró considerablemente. Y precisamente antes de escoger a los doce apóstoles “pasó toda la noche en oración.”—Luc. 6:12; 22:41-45.

Por otra parte, la Biblia abunda en excelentes oraciones que fueron sumamente breves, que solo trataron del asunto inmediato. (Neh. 2:4; 1 Rey. 18:36, 37; 2 Rey. 6:17, 18; Juan 11:41, 42; Hech. 1:24, 25) Aunque pudieran haberse incluido otros asuntos en los casos susodichos, ¿habrían sido apropiados en aquel instante? Evidentemente no les pareció así a los que oraron. Y recordamos la brevedad de la oración modelo que Jesús suministró.—Mat. 6:9-15.

Evidentemente hay que tomar en cuenta las circunstancias. Aunque Jesús sabía que no estaba fuera de lugar el orar toda la noche, ¿oró extensamente antes de alimentar a los cuatro mil? La Biblia dice: “Tomó los siete panes y, habiendo dado gracias, los partió, e iba dándoselos a sus discípulos para que los sirviesen.” (Mar. 8:6) Así mismo hoy en las reuniones de congregación, deben considerarse las circunstancias. Por ejemplo, en la celebración de la Cena del Señor se hacen cuatro oraciones separadas. Si todas éstas fuesen extensas, el arreglo ordenado para usar el salón y el discurso mismo podrían ser desorganizados innecesariamente. Hay que usar equilibrio y buen juicio.

Sin embargo, en resumidas cuentas el punto significativo que debemos aprender de los comentarios de Jesús acerca de las oraciones de los líderes religiosos es la importancia del motivo y pensamiento apropiados. El cristiano que está orando debe estar seguro de que no está extendiendo su oración para que los oyentes lo consideren más “espiritual.” Tampoco debe usar verba florida para impresionar a otros. El orar a nuestro amoroso Padre celestial es un privilegio maravilloso, un privilegio del que debemos aprovecharnos con regularidad y con sinceridad y humildad. (Luc. 18:13, 14) Si lo consideramos de esta manera, entonces la largura y tema de nuestras oraciones, públicas o privadas, dependerán de la ocasión y necesidad.

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