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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
w70 15/2 págs. 127-128

Preguntas de los lectores

● Dado que soy una persona que está estudiando la Biblia con los testigos de Jehová, me intereso en agradar a Dios. Hace diecisiete años mi esposo me abandonó, y no he sabido nada de él desde entonces. Es posible que él haya muerto ya. ¿Estoy libre para volverme a casar?—A. S., EE. UU.

Nos da gusto que las personas que estudian la Palabra de Dios expresen interés genuino en agradar a Jehová. A fin de que una persona haga esto es importante que reconozca su Palabra inspirada y viva en armonía con ella.

La Biblia dice que la muerte disuelve el matrimonio. Hablando acerca de la esposa cristiana, el apóstol Pablo comentó: “Si su esposo se durmiera en la muerte, está libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor.” (1 Cor. 7:39; Rom. 7:2) Lo mismo aplicaría si la esposa muriera; el esposo estaría libre para volverse a casar.

En el caso de que se trata, aparentemente no hay evidencia concreta de que el esposo haya muerto. Por eso todavía subsiste el matrimonio legal. Sería tanto ilegal como inmoral el que la esposa se volviera a casar simplemente porque le pareciera que su esposo ha muerto.

Sin embargo, en muchos países hay leyes en el sentido de que si un adulto se ha ausentado y no se ha sabido de él por un período de años puede ser declarado muerto jurídicamente. El tomo 17 de la obra jurídica Corpus Juris declara: “En la ley no escrita basada en costumbres la regla era que una presunción de muerte surgía debido a una ausencia no explicada de siete años, . . . aunque en unas cuantas jurisdicciones se ha prescrito mediante estatuto un período más corto.” (Páginas 1167, 1168) Pero una persona no puede asumir que, simplemente por haber pasado el tiempo designado, él o ella está libre para volver a casarse. Tienen que darse pasos legales. Este libro jurídico continúa: “La presunción de muerte de una persona no surge debido al simple hecho de su ausencia sin explicación a menos que se hayan hecho esfuerzos diligentes por hallarla.”—Página 1171.

Exactamente qué acción jurídica se requiere es cosa que tendría que determinarse localmente. Los “esfuerzos diligentes” pudieran incluir el ponerse en comunicación con todos los parientes y amigos que se pudiera pensar que hayan tenido información de parte del ausente o acerca de él, preguntar en sus residencias y lugares de empleo anteriores y poner un aviso público en un periódico. Si una búsqueda completa no produce nada que indique que el ausente está vivo, el tribunal pudiera declararlo muerto. Antes de que tenga lugar eso la esposa no estaría legalmente libre para volver a casarse.

Si todo esfuerzo razonable y posible por hallar al esposo ha resultado infructuoso y jurídicamente él ha sido declarado muerto, la esposa tiene que decidir qué hacer. Si honradamente cree que él está muerto y ella quiere volver a casarse, tiene que estar dispuesta a asumir la responsabilidad ante Dios, quien sabe todos los hechos y motivos envueltos.—Gál. 6:5; Heb. 4:13.

Esta es una decisión seria debido a que el cónyuge ausente, que jurídicamente haya sido declarado muerto, pudiera aparecer de nuevo. ¿Entonces qué sucedería? Corpus Juris indica lo que aplica en muchos lugares: “Cuando la presunción [de muerte] sea refutada por los hechos que demuestren que el ausente está vivo, el matrimonio intentado queda nulo ab initio [desde el principio].” (Tomo 38, página 1296) La mujer tendría que separarse del segundo hombre y rectificar el asunto.

Aunque tal reaparición pudiera parecer improbable, estas cosas sí suceden. Una señora del estado de Nueva Jersey fue abandonada por su esposo en 1924. En 1943 un tribunal lo declaró muerto. Dos años más tarde ella se volvió a casar. Con el tiempo ella se hizo cristiana. Luego treinta y seis años después que su esposo la había abandonado ella se enteró de que él recientemente había estado viviendo en una población a unos cincuenta y seis kilómetros de donde ella vivía. Así que su segundo matrimonio quedó nulo y ella tuvo que separarse del segundo hombre, con quien ella pensaba que estaba casada, y tuvo que rectificar jurídicamente todo el asunto.

Entonces, tocante al caso que se considera, podemos decir: La falta de información acerca del esposo no impediría que la esposa llegara a ser Testigo. Si con el tiempo ella pudiera demostrar a satisfacción de los representantes de la congregación cristiana que todos los esfuerzos por probar que él está vivo no han dado resultado y que hay buena razón para creer que él está muerto, y jurídicamente se le ha declarado muerto, ellos permitirían que ella asumiera la responsabilidad de decidir el volverse a casar, “pero en el Señor.” (1 Cor. 7:39) Ella debe recordar que éste es un asunto muy serio, no uno que deba decidirse apresuradamente ni considerarse a la ligera. El cristiano o la cristiana que se case bajo estas circunstancias tendrá que asumir la responsabilidad delante de Jehová, quien “juzga imparcialmente según la obra de cada cual.”—1 Ped. 1:17; Heb. 13:4.

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