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  • ¿Solo ve usted las debilidades de otros?

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  • ¿Solo ve usted las debilidades de otros?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
w73 15/10 págs. 611-612

¿Solo ve usted las debilidades de otros?

UN MINISTRO cristiano octogenario dijo en una ocasión: “Tengo por regla permitir a mis amigos por lo menos dos faltas.” Sabiamente reconoció que todos tenemos debilidades, y por eso no esperaba que sus amigos fueran perfectos. No cometió el error de dejar que las debilidades de otros lo cegaran en cuanto a sus buenos puntos.

Sin embargo cuán propensa es la naturaleza humana imperfecta a hacer precisamente eso: ver solo las debilidades de otros o dejar que sus debilidades eclipsen sus puntos fuertes. Nos hace recordar la vez que un orador público puso una mancha de tinta en una hoja de papel blanco, la levantó y preguntó a su auditorio qué veían. Todo lo que vieron fue la mancha de tinta, no vieron la hoja de papel blanco.

¿Ha sucedido alguna vez que usted ha juzgado severamente a una mujer “mandona,” una que siempre parecía querer aconsejar o dirigir a su esposo? Ese rasgo es uno que la cristiana debe tratar de vencer. Pero si esa debilidad es todo lo que usted vio, bien pudiera ser que usted estuvo cegado en cuanto a sus muchos puntos excelentes. Una mujer que era así, aunque no siempre empleaba discreción en la manera que expresaba sus deseos, era realmente leal, trabajadora asidua, altruista y eficaz al administrar los asuntos de su casa. Y, es interesante que su presunto modo mandón no parecía irritar a su esposo tanto como irritaba a otros. Ellos solo veían la debilidad de ella; pero su esposo conocía y apreciaba el hecho de que ella también tenía cualidades excelentes.

El dejar que las faltas de otros eclipsen sus puntos fuertes es algo que no pocos hacen tocante al personaje bíblico David, rey de Israel de la antigüedad. Muchos asocian su nombre solo con su amorío adúltero con Bat-seba, la esposa de Urías, soldado de Israel. (2 Sam. 11:1-27; 1 Cró. 11:26, 41) Como dice la Jewish Encyclopedia: “A menudo se ha criticado desfavorablemente el carácter de David,” pero luego continúa y dice: “solo el prejuicio ciego negará que su naturaleza, en su esencia, era noble.”—Tomo 4, pág. 458.

Sí, David tuvo muchas cualidades excelentes, y su registro es predominantemente bueno. ¡Qué fe manifestó David al salir y matar al gigante Goliat, que desafió con escarnio a Jehová y a todos los ejércitos de Israel! (1 Sam. 17:4-54) ¡Qué magnanimidad mostró David cuando perdonó dos veces la vida del rey Saúl, que estaba determinado a destruirlo! (1 Sam. 24:4-22; 26:1-25) ¡Qué aprecio tuvo a la adoración de Jehová al querer edificar un templo adecuado para Jehová, y, cuando se le negó ese privilegio, contribuyó, sin embargo, una enorme suma y animó a otros a hacer grandes contribuciones para su edificación! (1 Cró. 28:1-29:19) ¡Y qué gran amor y aprecio a la bondad de Jehová se hacen patentes en los más de setenta y cinco salmos que escribió!

Tocante al pecado de David con Bat-seba, notemos que como músico sobresaliente con suma probabilidad era un hombre emocional. Y como poeta se expresaba con elocuencia respecto a las maravillas y bellezas de la creación. De modo que solo era natural que también se excitara por la belleza femenina. Lo mismo que todos los otros descendientes de Adán, David fue concebido en pecado. (Sal. 51:5) Una vez que tropezó y cometió el primer pecado, fácilmente cayó en otros en un esfuerzo fútil por evitar los efectos de su primer pecado. Cuando la esposa de Urías le dijo que estaba encinta, David trató de maniobrar los asuntos para que esto fuera encubierto. Pero cuando eso falló temió lo que le pasaría a ella cuando su esposo la acusara de adulterio. (Pro. 6:32-35) Sin embargo, cuando fue censurado se arrepintió sinceramente, y nunca volvió a cometer adulterio. David sufrió severamente por su pecado, tal como Dios dijo que sufriría, sin embargo Jehová no lo desechó.—2 Sam. 12:1-12.

Viniendo al tiempo presente, con solo mirar en esta dirección o la otra uno halla ejemplos modernos. Está el oficinista que es sumamente sensitivo a la crítica, que se inclina a expresarse en un fuerte tono de voz y que fácilmente se excita. Ciertamente lo irrita a uno. Luego está la persona que parece desplegar una actitud altiva, y esto simplemente va en contra del carácter de uno. En vez de justificar estos rasgos, ambos individuos necesitan trabajar duro para mejorar. Sin embargo, cada una de estas personas tiene sus puntos fuertes. Es posible que sean trabajadores concienzudos. Si usted realmente se familiariza con ellos o los ve bajo otras circunstancias quizás halle que son personas enteramente diferentes de lo que usted se imaginaba.

Especialmente en el círculo de la familia hay que mantenerse alerta para que los esposos y las esposas, los padres y los hijos no dejen que las debilidades de los otros los hagan pasar por alto sus puntos buenos y fuertes. Ayudará si notamos que a menudo una debilidad simplemente es un punto fuerte exagerado o uno que se ha desenfrenado, así como podemos notar en el caso del apóstol Pedro. ¡Qué celo y fe demostró! ¡Cuánto lo usó Dios! Sin embargo su naturaleza afectuosa, ardiente y emocional hizo que a veces cometiera errores que otros, menos intensos y ardientes, no cometerían. Pero ¡qué incorrecto sería dejar que sus errores nos cegaran a sus puntos buenos!

Algo que le ayudará mucho a uno a apreciar las cualidades buenas que tienen otros es la empatía o el interés común. Acuérdese de que las debilidades de otros quizás se deban a mala salud, a su crianza o a otras circunstancias con las que posiblemente usted no esté familiarizado.

Una actitud negativa dañaría tanto a usted como a la otra persona. Contribuiría a división en vez de a unidad. Así usted cerraría la puerta a la amistad y hacia el poder ayudarse mutuamente.

Acuérdese de la “regla áurea.” Usted también tiene debilidades. Usted no quiere que otros estén ciegos en cuanto a sus puntos buenos, ¿verdad? Por eso trate de ver los puntos buenos y las cualidades dignas de encomio de otros. Quizás no sean tan obvios al principio como sus debilidades, pero cuando usted los halle, con suma probabilidad derivará mucho más gusto de verlos.—Luc. 6:31.

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