¿Adoración del Hijo, o del Sol?

EN UN artículo sobre la adoración del Sol en la revista Saturday Review, el conocido escritor sobre asuntos científicos Isaac Asimov describe varias fiestas antiguas que estaban asociadas con el solsticio de invierno (el 21 de diciembre... cuando de nuevo los días comienzan a hacerse más largos que las noches). Asimov señala que los romanos celebraban esto “con unas saturnales [nombre derivado de Saturno, dios de la agricultura] que duraban una semana, desde el 17 hasta el 24 de diciembre. Era un tiempo de alegría y gozo sin cesar. . . . por todas partes se daban regalos.”

Asimov pasa a relatar que en el tercer siglo “se iba popularizando, especialmente entre los soldados, la adoración de Mitra, un dios-sol de Persia. Los profesantes del mitraísmo celebraban el nacimiento de Mitra al tiempo del solsticio de invierno, un tiempo natural, y fijado el día 25 de diciembre para que las populares saturnales romanas pudieran desarrollarse hasta culminar en el ‘Día del Sol’ del mitraísmo.

“En aquel tiempo el cristianismo estaba envuelto en un gran combate con los profesantes del mitraísmo por la conquista del corazón y la mente de la gente del Imperio Romano. . . . Algún tiempo después de 300 A.C. el cristianismo se las arregló para dar el golpe final de absorber las saturnales, y con eso se apuntó su victoria final sobre el mitraísmo. El 25 de diciembre fue establecido como el día del nacimiento de Jesús, y la gran fiesta fue hecha cristiana. No hay absolutamente ninguna autoridad bíblica para que el 25 de diciembre haya sido el día de la Natividad.”

Entonces, ¿cómo debería ver el cristiano una fiesta que tiene raíces tan profundas en la adoración de infieles? “No os unzáis al mismo yugo con los infieles,” dice la Palabra de Dios. “Salid de en medio de esa gente, apartaos, dice el Señor, no toquéis lo impuro y yo os acogeré.”—2 Cor. 6:14-18, Nueva Biblia Española.