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  • ¿Hasta cuándo me olvidará Dios?

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  • ¿Hasta cuándo me olvidará Dios?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 1/8 págs. 25-26

Salmos

¿Hasta cuándo me olvidará Dios?

HA TENIDO usted alguna vez la impresión de que Dios lo ha olvidado totalmente, mientras usted ha estado enfrentándose a penalidades y dificultades? ¿Se ha preguntado si acaso él estaba disgustado con usted y, por lo tanto, no estaba ayudándole a resolver problemas urgentes?

David llegó a sentirse de ese modo, quizás mientras el rey Saúl estuvo persiguiéndolo o, más adelante, durante el tiempo de la rebelión de su hijo Absalón. Sin tener en cuenta en qué período de su vida fuera, David tuvo pruebas por tanto tiempo que llegó a sentirse muy desanimado, y se preguntaba si Jehová lo había olvidado. Se sintió movido a exclamar: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, me olvidarás? ¿Para siempre? ¿Hasta cuándo ocultarás tu rostro de mí?” (Sal. 13:1) A David le parecía que Jehová había ocultado Su rostro en desagrado, que no estaba interviniendo a favor de él. Así que pregunta además: “¿Hasta cuándo pondré resistencia en mi alma, desconsuelo en mi corazón de día?” Puede que esto signifique que se preguntaba por cuánto tiempo Dios dejaría que por su propio ingenio él hallara modos de resistir las circunstancias aflictivas en las cuales se encontraba y por cuánto tiempo duraría el desconsuelo que lo agobiaba día tras día.

A continuación el salmista presenta la pregunta: “¿Hasta cuándo será ensalzado mi enemigo sobre mí?” Puesto que aparentemente Dios lo había abandonado, entonces se pregunta por cuánto tiempo dominarían la situación sus enemigos. Después de esa pregunta pasa a suplicar: “Mírame, sí; respóndeme, oh Jehová Dios mío. Haz brillar mis ojos, sí, para que no me duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: ‘¡Le he ganado!’ Para que mis adversarios mismos no estén gozosos porque se me hace bambolear.” (Sal. 13:2-4) Sí, el deseo intenso de David era que el Altísimo contestara su súplica, que acudiera en su ayuda y le levantara el ánimo para que sus ojos pudieran “brillar.” Deseaba continuar vivo para que sus enemigos no concluyeran que realmente habían triunfado y se regocijaran de que él hubiera tambaleado y experimentado una caída de la cual no recobraría.

A pesar de que David se sentía como si Jehová lo hubiese abandonado, su fe permaneció firme. Esto lo evidencian sus palabras de conclusión: “En cuanto a mí, en tu bondad amorosa he confiado; esté gozoso mi corazón en tu salvación. Ciertamente cantaré a Jehová, porque me ha tratado recompensadoramente.” (Sal. 13:5, 6) A pesar de las dificultades a las cuales se enfrentaba, David confiaba en la bondad amorosa o interés activo y compasivo de Jehová y, con esperanza y gozo, esperaba con anhelo que se le libraría de sus pruebas. Recordaba que Jehová había tratado recompensadoramente con él en el pasado, y estaba resuelto a continuar cantando canciones de alabanza.

Al igual que David, nunca debemos olvidar las magníficas cosas que Jehová Dios ha hecho por nosotros. Dio a su Hijo unigénito como expresión de su amor sobrepujante. (Juan 3:16) Desde que llegamos a conocer al Altísimo hemos experimentado personalmente su cuidado amoroso y ayuda en la respuesta que ha dado a nuestras oraciones. Por lo que sabemos acerca de los tratos de nuestro Creador con sus siervos en sentido colectivo e individual, podemos confiar en que nos fortalecerá en los momentos en que necesitemos ayuda. Al experimentar un período de prueba en particular, podemos obtener consuelo de estas palabras inspiradas: ‘Echen sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes.’—1 Ped. 5:7.

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