¿Es usted demasiado insignificante para tener importancia?
¿NO RECIBE usted a veces la impresión de que nadie le muestra interés? ¿Se ha sentido alguna vez solo aunque estuviera rodeado de gente? ¿Por qué deberían asaltarle tales pensamientos? Porque en muchísimos casos hoy día no se toma en cuenta a la persona individual.
En muchos países la burocracia ha convertido a las personas en datos, perdidos en un laberinto de programas y procedimientos, almacenados en un ordenador. Se han convertido en números o cifras para una agencia gubernamental anónima. ¿No se ha sentido así a veces?
O quizás usted trabaje en una compañía grande que tiene cientos o miles de empleados. Como resultado, tal vez le parezca que tiene aún menos importancia que un diente de una rueda o un hilo de alguna tela. Incluso las personas que viven en grandes ciudades se pueden sentir completamente solas. ¿Y eso por qué? Porque a menudo ni siquiera conocen a sus vecinos; éstos solo son otro número en la puerta de al lado.
Sí, es muy fácil creer que uno es demasiado insignificante para tener importancia, muy poca cosa para ser notado en el constante ir y venir de la vida actual. Esto es cierto particularmente en la sociedad moderna, en la que, como resultado del espíritu de competencia, muchísimas personas son insensibles a los sentimientos de otras. Se pisotea la dignidad personal y se considera como respuesta inteligente el decir: “¡Fastídiate!”.
Pero ¿sucede lo mismo con Dios? ¿Es él, el Señor Soberano del universo, tan superior a la humanidad que todos nosotros somos demasiado insignificantes para que él nos tome en cuenta? La Biblia indica que en cierta ocasión Jehová Dios tenía “diez mil veces diez mil [100 millones]” de ángeles de pie delante de él (Daniel 7:10). Él es también el Creador del sinnúmero de estrellas que se ven en el universo. ¿Ha perdido él de vista toda esta creación espiritual y material? La Biblia contesta: “Está contando el número de las estrellas; a todas ellas las llama por sus nombres” (Salmo 147:4). Ciertamente, los cuerpos celestes no están fuera de control. En cuanto a los ángeles justos, no hay duda de que Jehová también los llama por nombre, aunque a los hombres sólo se les ha revelado el nombre de dos de ellos, Miguel y Gabriel. (Daniel 12:1; Lucas 1:26.)
Entonces, ¿qué hay en cuanto a la humanidad? ¿Se interesa Dios en ella? El salmista David escribió: “Hazme, oh Jehová, conocer mi fin, y la medida de mis días... lo que es, para que yo sepa cuán transitorio soy. ¡Mira! Has hecho que mis días sean solo unos cuantos; y la duración de mi vida es como nada enfrente de ti. Seguramente todo hombre terrestre [...] no es nada salvo una exhalación” (Salmo 39:4, 5). Si el hombre es tan transitorio como una mera exhalación, entonces, ¿cómo podemos estar seguros de que el hombre no es demasiado insignificante y pasajero para que Dios se interese por él? Desde el punto de vista de Dios, ¿qué garantía pueden tener los seres humanos de que importan? ¿Qué seguridad puede USTED tener de que importa?