Preguntas de los lectores
◼ Puesto que Jesús dijo que los cristianos ‘no deben ser parte del mundo’, ¿cómo debemos proceder respecto a cuestiones relacionadas con la comunidad o asuntos de interés social, como la conservación del ambiente?
No es que los cristianos no tengan o retengan conciencia de asuntos de la comunidad que afectan al público en general, hasta asuntos como la contaminación o la conservación del ambiente. Pero el grado a que hayan de envolverse en tales asuntos debe determinarse a la luz de las Escrituras y de la obligación primordial que tienen para con Dios.
A Jehová le interesa, y apropiadamente, la seguridad y salud del público, según podemos notarlo por las leyes que dio al Israel antiguo. Por ejemplo, animó a que se restringiera a los animales domésticos peligrosos, se cubrieran los hoyos que se hubieran excavado y se atendieran los pretiles de los techos de modo que se evitaran caídas accidentales y no hubiera peligro a personas que estuvieran debajo (Éxodo 21:28-34; Deuteronomio 22:8). Su interés en la salud pública se ve claramente por las leyes sobre la cuarentena y la eliminación de los excrementos, que podrían contaminar el agua disponible y esparcir enfermedades (Levítico 13:1-59; Deuteronomio 23:9-14). En cuanto a la contaminación, la conservación y el ambiente, la Palabra de Dios nos dice que él va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.)
No obstante, debe notarse que Dios no dirigió a sus siervos —ni a los israelitas ni a los cristianos— a hacer prosélitos con relación a esos asuntos. A los judíos no se les dijo que realizaran entre las naciones circunvecinas una campaña a favor de mejorar los procedimientos relacionados con la higiene pública, ni para que se establecieran mejores códigos de salud o construcción. Tampoco hay prueba alguna de que ellos (ni los cristianos después) efectuaran esto mientras moraron en otras tierras. Además, Dios dijo que ÉL sería quien tomaría acción contra los que estaban arruinando la Tierra; no indicó que este asunto hubiera de ser de interés primordial a ‘sus esclavos los profetas ni a los santos ni a los que temen su nombre, los pequeños y los grandes’. (Revelación 11:18.)
Se comprende que los cristianos hoy día reconozcan que actualmente hay cosas que pudieran mejorar la vida, tanto para ellos como para la gente que los rodea. No son insensibles a las necesidades humanas; más bien, aprecian y cultivan la “benignidad humana”. (Compare con Hechos 28:2, 7-9; Marcos 7:24-30.) Esto quizás influya en el proceder de ellos cuando surgen ciertas cuestiones que tienen que ver con mejoras relacionadas con la comunidad. Por ejemplo, tal vez se pida a las personas de un barrio que expresen su parecer sobre lo necesario que sea el que haya más iluminación o letreros útiles en las calles, nuevas escuelas o mejor suministro de agua y mejores instalaciones de alcantarillado. En general, no habría nada malo en que el cristiano expresara su parecer en cuanto a tales mejoramientos. Hasta pudiera pensar que podría firmar una petición a favor de éstos.
Pero los cristianos no deben pasar por alto el hecho de que a menudo los asuntos de importancia que afectan a una comunidad se convierten en cuestiones políticas. Ciertos grupos empiezan a recurrir a medios políticos para realizar los cambios que sinceramente creen que serían buenos. O algún político (o candidato) defiende una cuestión. Entonces las personas se polarizan según ideologías políticas, o se alinean con “los gobernantes de este sistema de cosas, que han de quedar reducidos a la nada” (1 Corintios 2:6, 8; Revelación 19:17, 18). Si eso sucediera en el caso de un miembro de la congregación cristiana, él podría llegar a tal punto que no le aplicara ya esta descripción que dio Jesús: “Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría afecto a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia”. Cristo dijo categóricamente acerca de sus discípulos fieles: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 15:19; 17:16.)
Puede que donde vivamos haya algunas cuestiones que todavía no se hayan convertido en asuntos políticos, o que las personas del área estén trabajando para resolver sin acudir a la política. El contener la contaminación, conservar el agua y los recursos minerales o proteger zonas silvestres pudieran ser asuntos de esa índole. Quizás uno vea cosas buenas en estas empresas y piense que a Dios le parecería así también. Sin embargo, no debemos olvidar cuál es la obra que Jehová ha encomendado a los cristianos para que concentren en ella sus esfuerzos: La de difundir las buenas nuevas del Reino, el cual traerá bendiciones duraderas a millones de personas por toda la Tierra (Mateo 24:14; 28:19, 20). El que efectuemos esa obra nos protegerá contra el vernos envueltos en esfuerzos por hacer prosélitos para causas de la índole aquí tratada, los cuales han cautivado las emociones de muchas personas.
La realidad es que esos esfuerzos humanos no pueden lograr buenos resultados que sean tan extensos y duraderos como los de ayudar a las personas a desarrollar devoción piadosa, que “es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir” (1 Timoteo 4:8). Sí, hasta desde un punto de vista utilitario, podemos lograr lo mejor mediante ayudar a otros a ser cristianos genuinos. Eso puede ayudarles a evitar prácticas que son perjudiciales a la salud. Podemos ayudar a las personas a aplicar los principios bíblicos para que sean de más valía en la comunidad. Sin embargo, la mayor bendición es que nuestros esfuerzos las capacitarán para que logren “asirse firmemente de la vida que lo es realmente” (1 Timoteo 6:19). Los beneficios que recibirán serán mucho más confiables que los que podrían realizarse por esfuerzos sociales o de comunidad. Y respecto a los cristianos, el que ejerzamos cuidado para que no se nos distraiga de realizar la obra que Dios nos ha asignado manifestará nuestra obediencia a Jehová, ‘a quien toda familia debe su nombre’ y salud y sus perspectivas respecto al futuro. (Efesios 3:15.)
◼ ¿Qué quiso decir Pablo por las palabras registradas en 1 Corintios 14:36: “¿Fue de ustedes que salió la palabra de Dios, o fue solamente hasta ustedes que llegó?”?
Fundamentalmente, el apóstol Pablo estaba tratando de ayudar a los corintios a comprender que no debían establecer nuevos modos de manejar los asuntos en la congregación. Tal consejo era apropiado, como podemos notar por lo que Pablo escribió antes.
En los días del comienzo del cristianismo, Dios proveyó dones milagrosos del espíritu, como el de profetizar y el de hablar en lenguas (1 Corintios 12:4-11). Algunos cristianos de Corinto tenían tales dones, pero los usaban de un modo que creaba desorden. Por ejemplo, hablaban en lenguas cuando no había nadie presente que tuviera el don milagroso de interpretar. Pablo razonó: “¿Cómo dirá ‘Amén’ [...] el hombre que ocupa el asiento de la persona común, puesto que no sabe lo que estás diciendo?”. Los incrédulos que estuvieran presentes hasta pudieran pensar que los que estuvieran hablando en lenguas estaban locos. (1 Corintios 14:13-16, 22, 23.)
También se creaba confusión porque varios hablaban a la vez. Pablo instó: “Si alguno habla en una lengua, limítese esto a dos o tres a lo más, y por turno”. De igual manera, aquellos a quienes el espíritu moviera a profetizar habían de hacerlo de manera limitada y “uno por uno”. Esto concordaba con el hecho de que Dios es un Dios de paz, no de desorden. (1 Corintios 14:27-33.)
Además, parece que había un problema respecto a ciertas cristianas que se expresaban en las reuniones. Eso tiene que haber sido más que contestar una pregunta o relatar una experiencia. Aparentemente algunas cristianas estaban procurando obrar como maestras y estaban arguyendo con los hermanos en las reuniones. Eso no estaba en armonía con el principio de la jefatura. (1 Corintios 14:34, 35.)
Así que Pablo escribió: “¿Qué? ¿Fue de ustedes que salió la palabra de Dios, o fue solamente hasta ustedes que llegó?” (1 Corintios 14:36). Sí; instó a los corintios a que recordaran que la congregación de ellos no había sido la primera, y que la “palabra de Dios” no se había declarado solamente a ellos. Por lo tanto, era incorrecto que manejaran los asuntos de un modo que difiriera drásticamente de lo que se hacía en todas las demás congregaciones. No tenían derecho a introducir innovaciones que fueran ajenas a la congregación cristiana y contrarias a los principios relacionados con la paz y la jefatura.