El amor acudió en auxilio
A PRINCIPIOS de septiembre del año pasado, dos tormentas chocaron sobre Corea. En cuestión de horas, en algunas zonas hubo una precipitación de más de 50 centímetros (20 pulgadas) de lluvia. Esto causó la peor inundación que haya habido en el país en los últimos 40 años. Más de 200.000 personas quedaron sin hogar, y se informó que habían muerto o desaparecido 181 personas. El total en daños a la propiedad ascendió a millones de dólares, y es incalculable el daño que sufrieron las cosechas.
La lluvia torrencial comenzó el viernes por la tarde y continuó todo el día sábado. Seis represas se desbordaron en el Alto Han, lo cual hizo crecer el rio a más de medio metro (pie y medio) sobre su nivel de seguridad. Temprano el domingo por la mañana, un canal de desagüe cedió de repente, y el agitado rio se desbordó y anegó la zona rural circundante. Para cuando las aguas empezaron a descender aquella tarde, unas 60.000 personas en esta región habían quedado sin hogar.
La inundación afecto todo rincón del país. Pero Seúl, la capital, donde hay 174 congregaciones de testigos de Jehová, fue la zona más afectada, especialmente los sectores que atienden la congregación de Mangwondong y la congregación de Sungnaedong. Entre ambas hubo un total de 130 familias de Testigos que perdieron sus hogares. Inmediata y espontáneamente, los testigos de Jehová de Corea respondieron para satisfacer las necesidades de sus compañeros cristianos.
Aunque en muchos sectores las conexiones telefónicas se habían interrumpido, los informes comenzaron a llegar a la oficina de sucursal de la Sociedad Watch Tower. Rápidamente se formaron dos comités para organizar los servicios de socorro que había de prestárseles a los Testigos que vivían en las dos zonas gravemente devastadas. Se les dio instrucciones a los superintendentes viajantes de Seúl de que se pusieran en contacto con los hermanos para determinar cuales eran las necesidades o qué podía hacerse para ayudar a los que vivían en las dos zonas mas afectadas.
Los Testigos de otras zonas se enteraron de la magnitud de los daños mediante las noticias por la televisión. Empezaron a llamar a la sucursal preguntando dónde podían enviar donaciones para sus hermanos en apuro. (La sucursal de la Watch Tower en Japón también telefoneó para ofrecer ayuda.) Comenzaron a llegar donaciones monetarias provenientes de todo el país. También se proveyó arroz, fideos y otros alimentos, junto con ropa y mantas a los damnificados. Estas provisiones fueron distribuidas rápidamente por los comités en el lugar del desastre. Los hermanos contribuyeron tan generosamente que pronto la oficina sucursal de Seúl tuvo que hacer saber que no se necesitaban más donaciones monetarias.
Después hubo que efectuar la enorme labor de limpieza. Trescientos hermanos se ofrecieron de voluntarios para este servicio. Fueron enviados de dos en dos a cada casa para asistir en la limpieza y ayudar a que las cosas se normalizaran lo mas rápidamente posible. Un voluntario comentó: “Debido al entrenamiento que hemos recibido en las organizaciones de nuestras asambleas de circuito y de distrito, sabemos cooperar y lograr que las cosas se hagan”. Muchas personas en la comunidad se enfadaron cuando vieron que hubo personas que se aprovechaban de las víctimas. Por otro lado, se sorprendieron de ver la actitud calmada, gozosa y sumamente servicial de los Testigos, hasta en esas terribles circunstancias.
“Una vez mas se ha demostrado —dijo un Testigo en el lugar del desastre— que el desastre puede despojarnos rápidamente de nuestros bienes materiales, pero no puede despojarnos de nuestra fe.” Con lágrimas de gozo, una Testigo dijo: “Aunque lo perdimos todo, no estamos indefensos. El cálido amor de nuestros hermanos nos ha fortalecido”.
Verdaderamente, fue maravilloso ver el amor en acción. La iniciativa de los Testigos en el lugar del desastre y la respuesta inmediata de los que ‘están relacionados en la fe’ fue sobresaliente (Gálatas 6:10). La experiencia fue muy animadora para los hermanos de Corea. Estaban convencidos de que solo podía haber una explicación para la ayuda bien organizada que tan amorosamente les brindaron... ¡que el amor acudió en auxilio!