La controversia acerca de la muerte de Jesús
EL DÍA de la Pascua de 33 E.C. tuvo lugar una ejecución triple. Tres hombres sentenciados a la pena capital fueron conducidos a un lugar fuera de los muros de Jerusalén y ejecutados de manera muy dolorosa y humillante: fueron fijados en maderos enhiestos. Ese tipo de ejecución era común en tiempos romanos, así que pudiera esperarse que para ahora y desde hace mucho se hubieran olvidado las muertes relacionadas con aquella Pascua. Pero uno de los ejecutados fue Jesucristo. Su muerte ocasionó cambio y controversia de gran importancia en el terreno de lo religioso.
Desde aquel suceso han pasado casi dos mil años; por eso puede que usted tienda a considerarlo simplemente historia antigua. Con todo, ¿está usted al tanto de que la controversia que surgió allí está lejos de verse resuelta?
Como usted tal vez sepa, millones de personas sostienen que Jesús dio su vida por ellas. Creen fervorosamente que la muerte de Cristo es la clave de la redención y del perdón de los pecados, que la fe en esa muerte es el medio de alcanzar la salvación. Con todo, es sorprendente que un artículo de una revista anglicana, Anglican Theological Review, informe que esta acariciada creencia está “en dificultades”. Y las “dificultades” proceden de líderes religiosos.
La Anglican Theological Review explica: “En el pensamiento cristiano la doctrina de la expiación está en dificultades porque se han cuestionado sus fundamentos bíblicos, se ha sobrecargado de ideas efímeras su formulación [...], y en la espiritualidad popular su expresión ha tomado la forma de emotividad personal y autojustificación sin crítica”. En realidad, entre los teólogos, tanto protestantes como católicos, no hay ningún acuerdo en cuanto a lo que significa la muerte de Jesucristo, o si tiene algún significado.
Usted quizás opine que esto es solo una disputa entre unos especialistas en teología y que no tiene conexión con su vida. Pero piense en esto: Si en verdad la muerte de Jesús se relaciona con la posición de usted ante Dios y su esperanza de vivir para siempre (en el cielo o en otro lugar), entonces usted debe examinar esta controversia.
¿Por qué siguen discutiendo el asunto los teólogos? Por ejemplo, considere el caso de la Iglesia Católica Romana. Tiene un dogma bien definido sobre la inmortalidad del alma y sobre la Trinidad. Sin embargo, por extraño que parezca, esa iglesia está indecisa respecto a la redención mediante la muerte de Cristo. La New Catholic Encyclopedia reconoce lo siguiente: “Se han desarrollado muchos sistemas divergentes para explicar cómo se libra al hombre del mal del pecado y se le restablece en la gracia [...] Pero no se ha tenido éxito absoluto con ninguno de esos sistemas. [...] En parte queda sin lograrse la teología de la Redención, y sigue siendo un problema teológico”.
No debería sorprenderle, pues, que de los millones que salmodian con fervor que ‘Jesús murió por nosotros’, pocas personas tengan idea clara de lo que eso en realidad significa. Como lo expresa la Anglican Theological Review: “Cuando se le presiona [...] a menudo sucede que el creyente cristiano no puede dar la fuente bíblica de la doctrina ni explicar cómo obra”. Los miembros de las iglesias, bajo el peso de una enseñanza que ni entienden ni pueden explicar, no pueden ver qué importancia tiene la muerte de Cristo en la vida de ellos.
El que la cristiandad no haya enunciado una doctrina clara sobre la redención también le ha impedido llegar con el mensaje cristiano a judíos, hindúes, budistas y otros. Aunque muchos de estos admiran y respetan muchas de las enseñanzas de Jesús, la confusión en cuanto a la muerte de Cristo y lo que esa muerte significa les cierra el camino a la fe.
¿Es el significado de la muerte de Cristo sencillamente un misterio... algo que esté más allá de la comprensión humana?, ¿o hay una explicación razonable de ella, con base en la Biblia? Estas preguntas merecen que usted las examine, pues la Biblia hace esta asombrosa afirmación respecto a Cristo: ‘Todo el que ejerce fe en él no será destruido, sino que alcanzará vida eterna’. (Juan 3:16.)