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  • ¿Somos honrados por casualidad o por elección?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
w97 15/5 pág. 21

¿Somos honrados por casualidad o por elección?

“AUNQUE no sea honrado por naturaleza, lo soy algunas veces por casualidad.” Así se expresó el rufián Autólico en el Cuento de invierno, de William Shakespeare. Estas palabras ilustran una de las principales flaquezas del ser humano: la propensión hacia la maldad, consecuencia de un ‘corazón traicionero’. (Jeremías 17:9; Salmo 51:5; Romanos 5:12.) ¿Significa esto que no nos queda otro camino que seguir? ¿Es la conducta virtuosa sencillamente cuestión de casualidad? En absoluto.

Antes de que los hijos de Israel entraran en la Tierra Prometida, mientras acampaban en las llanuras de Moab, Moisés presentó ante ellos dos opciones muy claras: u obedecían los mandamientos que Dios les había dado y recibían su bendición, o los rechazaban y segaban el fruto amargo del pecado. (Deuteronomio 30:15-20.) La decisión era suya.

Dado que somos seres con libre albedrío, nosotros también podemos elegir nuestro camino. Nadie, ni siquiera Dios, nos obliga a hacer lo bueno o lo malo. No obstante, quizás alguien tenga razón al preguntar: ‘Si nuestro corazón propende hacia lo malo, ¿cómo podemos practicar lo que es bueno?’. Pues bien, del mismo modo que un dentista examina los dientes a fin de descubrir la caries antes de que avance, así nosotros debemos sondear nuestro corazón figurado para detectar señales de debilidad y descomposición moral. ¿Por qué? Porque, como dijo Jesús, “del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias”. (Mateo 15:18-20.)

Para curar un diente cariado, el dentista debe remover la parte afectada. De la misma manera, para extirpar del corazón los “razonamientos inicuos” y los malos deseos hay que actuar con decisión. Al leer la Palabra de Dios y reflexionar sobre ella no solo llegamos a conocer los caminos del Creador, sino que también aprendemos a hacer lo que es correcto. (Isaías 48:17.)

David, rey de Israel, se valió de otra ayuda indispensable para triunfar en la lucha por hacer lo que es correcto. Dijo en oración: “Crea en mí hasta un corazón puro, oh Dios, y pon en mí un espíritu nuevo, uno que sea constante”. (Salmo 51:10.) Sí, al orar confiadamente a Jehová Dios, nosotros también podremos vencer la inclinación a la maldad y cultivar un “espíritu nuevo” para hacer lo que es bueno. Así, no dejaremos la honradez a la casualidad, sino que será producto de nuestra elección.

[Ilustración de la página 21]

Orar a Jehová puede ayudarnos a hacer lo bueno, como en el caso de David

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