El mal: ¿se ha descontrolado?
Movido por la curiosidad, un niño recoge en el campo un objeto, una mina terrestre, que lo mutila y ciega de por vida. Una madre abandona a su recién nacido, escondiéndolo entre la basura a la orilla de la carretera. Un trabajador que ha sido despedido regresa a su antiguo lugar de empleo, dispara a todo el que ve y luego se suicida. Un ciudadano respetable abusa sexualmente de niños indefensos.
LAMENTABLEMENTE, malas noticias como las mencionadas están a la orden del día. Pero más lamentable aún es que estas noticias se vean eclipsadas por otras sobre limpiezas étnicas, genocidios y actos terroristas. En 1995, un periódico afirmó: “Ateniéndonos a sus aspectos más terribles, este ha sido el siglo del Diablo. En ninguna otra época ha manifestado el hombre su capacidad de aniquilar a millones de personas por motivos de raza, religión o clase social con tanta destreza y avidez”.
Además, el hombre contamina la atmósfera, estropea la Tierra, agota sus recursos y lleva a la extinción a un sinnúmero de especies. ¿Podrá la humanidad vencer todos estos males y convertir el mundo en un lugar mejor? ¿O intentarlo será como tratar de detener el viento con una red? Un profesor universitario que ha escrito mucho sobre el tema que nos ocupa dijo: “Siempre he deseado intensamente hacer algo para cambiar el mundo, mejorarlo. Pero el mundo no parece mejorar”. Tal vez el lector se sienta identificado.
El rumbo que lleva este mundo puede ser comparable al de un barco que se adentra en aguas cada día más turbulentas y peligrosas. Aunque nadie quiere navegar en esa dirección, fallan todos los intentos de cambiar el curso. La nave se encamina, inevitablemente, hacia una letal tempestad.
Hasta cierto punto, esta situación de continuo deterioro puede atribuirse a la imperfección humana (Romanos 3:23). Aun así, el grado de maldad, su omnipresencia y su implacable avance parecen superar por mucho la capacidad para el mal que tenga el ser humano. ¿Será posible que la humanidad esté manipulada por un poder siniestro e invisible? De ser así, ¿qué es, y cómo protegernos de él? El próximo artículo contestará estos interrogantes.
[Reconocimiento de la página 3]
© Heldur Netocny/Panos Pictures