Mostrando intenso amor los unos para con los otros
1 Las imperfecciones y faltas humanas son cosas que todos tenemos. Debido a que trabajamos tan estrechamente en la congregación cristiana, hay ocasiones en las que surgen problemas y hasta tal vez éstos se agravan. Pero como todos sabemos, una de las marcas del verdadero cristianismo es el agape o amor basado en principios. ¿Qué podemos hacer individual y colectivamente para perfeccionar ésta, la más importante cualidad en nuestras vidas? Es obvio que todos queremos contribuir a la unidad y armonía de la congregación cristiana en la que servimos. Con relación a esto sería útil repasar algunas de las circunstancias a las que de vez en cuando algunos de nosotros nos enfrentamos.
2 Por ejemplo, usted pudiera ser una hermana que se ha ofendido porque un anciano le ha dado consejo a su hijo debido a su conducta en el Salón del Reino. Tal vez usted se sienta inclinada a hallar faltas en el consejo o a contestar con palabras airadas contra el hermano. Pero, ¿no sería bueno recordar que el amor “no se siente provocado” y que “es sufrido y bondadoso”? Si apreciamos que nuestros hermanos de mayor edad están interesados en nosotros y en nuestras familias y no tienen razón indebida para inmiscuirse en nuestros asuntos familiares, ¿no es posible para nosotros aceptar el consejo en el espíritu en que este se brinda? (Pro. 15:31; Sal. 141:5) Por supuesto, es cierto que por lo general los ancianos llaman estas cosas primero a la atención de los padres, haciendo recomendaciones a los padres y permitiendo que ellos se encarguen del asunto. No obstante, si estas cosas persisten, como la mala conducta en el Salón del Reino, entonces los ancianos quizás decidan razonar tanto con el padre como con el niño, dando consejo y ayuda apropiados. Tenemos que mantener cierto decoro en el Salón del Reino. Sin duda todos reconocemos la importancia de hacer esto.
3 Quizás usted sea una persona que cree que cierto anciano debía ser mejor como orador o como organizador. Además, puede que él tenga pequeños manerismos que lo perturban. Francamente quizás usted tenga dudas en cuanto a sus calificaciones. Tal vez usted no disfrute de los discursos que él pronuncia desde la plataforma y en secreto se sienta resentido por el consejo que él da a la congregación. Usted quizás crea que puede hacerlo mejor. En una situación como ésta, ¿no sería bueno reflexionar en el hecho de que el “amor no es celoso” y que “todas las cosas las soporta”? Tal vez usted está evaluando a este hermano desde su propio punto de vista o conforme a normas humanas; mientras que, las calificaciones para ancianos y siervos ministeriales están establecidas en la Palabra de Dios. Además, el amor no envidia las buenas cosas que otros reciben, sino que se regocija al ver al prójimo recibir una posición de mayor responsabilidad. ¿No es mejor el considerar a este hermano por sus calificaciones espirituales, pasando por alto sus imperfecciones humanas y cooperando con él? (Heb. 13:7, 17) Es obvio que lo amoroso sería aprovecharse del consejo y la instrucción que él suministra, en vez de escuchar con un oído crítico, puesto que lo verdaderamente importante es lo que viene de la Palabra de Dios, y no quién lo dice.
4 Si usted es una hermana y oye de algún asunto de importancia menor o personal en la congregación por medio del chisme o de otro modo, ¿qué debe hacer? Algunas, tal vez la mayoría, de las cosas que escuchamos se resolverían mejor si simplemente las pasáramos por alto o nos olvidáramos de ellas. (1 Ped. 4:8) Pero si el problema es de una naturaleza más seria y su esposo está en la verdad, es obvio que usted debe considerar el asunto con él. Es muy probable que él le dé un buen consejo, y así no sea necesario hablar más del asunto. O, si es algo que los ancianos deben tratar, él puede referir el asunto a ellos a fin de que éste pueda ser tratado apropiadamente. Si usted no está casada y se siente perturbada por lo que ha oído y no puede olvidarse de ello o pasarlo por alto, ¿por qué no se dirige a los ancianos, y les relata lo que ha oído? Después de recibir buen consejo, sin duda usted podrá aclarar el asunto en su mente. Es claro que ninguno de nosotros debe ser culpable de empeorar las dificultades por medio de esparcir las faltas de otros o de chismear acerca de asuntos que no nos incumben. (Sal. 50:16, 20; Pro. 26:20; 1 Tim. 5:13) El meditar en cosas que no son de valor alguno pudiera hasta robarnos de nuestro gozo. (Fili. 4:8, 9) Ciertamente el que nos entrometamos en los asuntos de otras personas ni glorifica a Dios ni trae alabanza a su nombre. (1 Ped. 4:15) Por el contrario, debemos tener confianza en que Jehová y su organización rectificarán los asuntos a su debido tiempo y en su propia manera.
5 Finalmente, los ancianos mismos necesitan ser discretos, reconociendo que al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá. (Luc. 12:48) Ciertamente no sería apropiado el que los ancianos participaran en habla vulgar o que dieran la apariencia de lograr las cosas en su propia fortaleza, tal vez hasta jactándose de sus logros, porque el amor “no se porta indecentemente” y “no se vanagloria, no se hincha.” Al dar consejo, al pronunciar discursos, al pastorear y enseñar, sí, en todas las cosas, los ancianos tienen la responsabilidad de poner un ejemplo de amor y humildad reconociendo que ellos también tienen cosas que aprender y que otros también tienen buenas ideas. ¡Cuán importante es para todos nosotros el demostrar diariamente amor intenso los unos para con los otros! De hecho el amor obra maravillas.—Jer. 9:24; 1 Cor. 1:31; 13:4-7.