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  • Ofrézcase de buena gana a efectuar toda buena obra
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Nuestro Ministerio del Reino 1995
km 8/95 págs. 3-4

Ofrézcase de buena gana a efectuar toda buena obra

1 Una publicación mundana dijo lo siguiente acerca de los testigos de Jehová: “Sería difícil hallar miembros de otros grupos que se esfuercen tanto en su religión como los Testigos”. ¿Por qué trabajan tan arduamente y con una disposición tan buena los testigos de Jehová?

2 Una razón es que los mueve un sentido de urgencia. Jesús sabía que tenía un tiempo limitado para terminar su obra en la Tierra. (Juan 9:4.) El pueblo de Jehová comprende que a medida que el glorificado Hijo de Dios va sojuzgando en medio de sus enemigos, se reduce el tiempo para realizar la obra. Por eso siguen ofreciéndose de buena gana a efectuar el servicio sagrado. (Sal. 110:1-3.) Con tanta necesidad de obreros para la siega, no pueden darse el lujo de descansar. (Mat. 9:37, 38.) Por el contrario, se esfuerzan por imitar a Jesús, quien dejó un modelo perfecto de disposición y diligencia en la obra. (Juan 5:17.)

3 Otra razón por la que los Testigos trabajan de toda alma, como para Jehová, es que su organización mundial es diferente de todo otro grupo. Por lo común, las organizaciones religiosas del mundo solo piden a sus feligreses un mínimo de tiempo y esfuerzo. Sus creencias influyen muy poco, si acaso algo, en su vida cotidiana, sus relaciones con otros y sus metas en la vida. Carentes de la fe verdadera como fuerza motivadora, exigen que sus pastores les ‘hablen cosas melosas’ y les digan que basta con el pequeño esfuerzo que hacen. (Isa. 30:10.) El clero, que los complace ‘regalándoles los oídos’, fomenta así en ellos apatía y pereza espirituales. (2 Tim. 4:3.)

4 ¡Qué distinto es el pueblo de Jehová! Todo aspecto de nuestra adoración supone esfuerzo, empeño y trabajo. Todos los días y en todas nuestras actividades, nos regimos por nuestras creencias. Es cierto que la verdad nos brinda mucha alegría, pero solo conseguimos satisfacer sus requisitos después de “mucho luchar”. (Compárese con 1 Tesalonicenses 2:2.) La mayoría de la gente piensa que las responsabilidades de la vida cotidiana son más que suficientes para mantenerse ocupada. Nosotros, en cambio, no permitimos que tales inquietudes nos impidan poner los intereses del Reino en primer lugar. (Mat. 6:33.)

5 Nuestra labor en el servicio de Jehová es tan beneficiosa y urgente, que nos sentimos impulsados a ‘comprar’ tiempo de otras actividades para emplearlo de manera más provechosa en asuntos espirituales. (Efe. 5:16.) Saber que Jehová se complace en nuestra devoción piadosa y buena disposición es el incentivo más poderoso para continuar nuestra ardua labor. Las abundantes bendiciones actuales y la esperanza de la vida venidera fortalecen nuestra resolución de seguir “trabajando duro y esforzándonos” en favor de los intereses del Reino. (1 Tim. 4:10.)

6 Devoción y abnegación: La mayoría de las personas coloca las necesidades materiales y los intereses personales por encima de todo lo demás. Piensan que está plenamente justificado concentrarse en la búsqueda de alimento, bebida y ropa. (Mat. 6:31.) No satisfechos con estas cosas esenciales, se ponen como meta disfrutar al máximo ahora mismo de una buena vida y ‘tener muchas cosas buenas almacenadas para muchos años, de modo que puedan estar tranquilos, comer, beber y gozar’. (Luc. 12:19.) El feligrés típico considera que todo esfuerzo que su religión le pide es un abuso que menoscaba sus derechos. Le repugna la sola idea de abandonar, o siquiera reducir, sus metas materialistas o los objetivos que le agradan. Para su modo de pensar egocéntrico, la idea de cultivar la abnegación es irreal, poco práctica.

7 Nosotros vemos este asunto de forma diferente. Puesto que la Palabra de Dios ha refinado nuestra manera de pensar, tenemos los pensamientos de Dios y no los de los hombres. (Isa. 55:8, 9.) Nuestras metas en la vida son mucho más que objetivos carnales. La vindicación de la soberanía de Jehová y la santificación de su nombre constituyen las cuestiones más importantes de todo el universo. Son de una magnitud tan grande que en comparación con ellas todas las naciones “son como algo inexistente delante de él”. (Isa. 40:17.) Toda pretensión de vivir ajenos a la voluntad divina ha de considerarse una necedad. (1 Cor. 3:19.)

8 Por consiguiente, aunque algunas cosas materiales sean necesarias y otras sean útiles para nuestras actividades del Reino, nos damos cuenta de que no son en realidad “las cosas más importantes”. (Fili. 1:10.) Nos guiamos por el espíritu de 1 Timoteo 6:8 en cuanto a limitar nuestros intereses materiales, y nos esforzamos sabiamente por mantener el corazón concentrado en ‘las cosas que no se ven y son eternas’. (2 Cor. 4:18.)

9 Cuanto más nos ocupemos en los pensamientos de Dios, tanto menor será nuestra inquietud por las cosas materiales. Cuando meditamos en lo que Jehová ha hecho por nosotros hasta este día y en las maravillosas bendiciones que ha prometido para el futuro, estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio que nos pida. (Mar. 10:29, 30.) Le debemos la vida misma. De no ser por su misericordia y amor, no tendríamos ningún gozo en la vida, ni hoy ni en el futuro. Nos sentimos obligados a dar de nosotros mismos, conscientes de que cualquier cosa que estemos haciendo en su servicio ‘es lo que deberíamos estar haciendo’. (Luc. 17:10.) Todo lo que se nos pida dar a Jehová lo damos con alegría, sabiendo que ‘segaremos liberalmente’. (2 Cor. 9:6, 7.)

10 Se necesitan obreros dispuestos ahora: La congregación cristiana entró en un período de gran actividad desde sus comienzos. Tenía que darse un testimonio cabal antes de que Jerusalén fuera destruida en 70 E.C. Durante aquellos años, los discípulos de Jesús se mantuvieron ‘intensamente ocupados con la palabra’. (Hech. 18:5.) El rápido aumento originó la necesidad de preparar a más evangelizadores y pastores capacitados con el fin de utilizar su ayuda. Se requerían personas con experiencia en tratar con las autoridades seglares, así como varones capaces que pudiesen supervisar la recolección y distribución de provisiones materiales. (Hech. 6:1-6; Efe. 4:11.) Aunque algunos fueron muy conocidos, la mayoría permaneció en el anonimato. Pero lo cierto es que todos ‘se esforzaron vigorosamente’ y trabajaron unidos y de todo corazón hasta terminar el trabajo. (Luc. 13:24.)

11 Si bien es cierto que en los siglos posteriores fue relativamente poca la necesidad de hacer trabajo arduo en escala mundial, hubo un enorme resurgimiento de la actividad del Reino cuando Cristo asumió el poder real, en 1914. Al principio, pocos comprendieron que habría apremiante necesidad de trabajadores del Reino, que se necesitaría la ayuda de millones de voluntarios de todos los países del mundo.

12 La organización realiza hoy una gran variedad de labores, que precisan de todos nuestros recursos. La obra del Reino continúa progresando a pasos agigantados. La urgencia de los tiempos nos obliga a esforzarnos y a utilizar cuanto tenemos para terminar el trabajo asignado. Comprendemos que, estando tan cerca el fin de todo el inicuo sistema de cosas, la actividad será aún más intensa en los días venideros. Se invita a todos los siervos dedicados de Jehová a ofrecerse voluntariamente a participar en la urgente obra de la recolección.

13 ¿Cuánto trabajo hay todavía? Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hay “mucho que hacer en la obra del Señor”. (1 Cor. 15:58.) En un buen número de territorios la mies es mucha, pero los trabajadores son pocos. Se nos anima a hacer lo que nos corresponde, no solo siendo más concienzudos al dar testimonio en nuestro propio territorio, sino aceptando la invitación de servir donde haya más necesidad de ayuda.

14 Es loable ver que Testigos de todas partes del mundo se ofrecen voluntariamente a participar en otras actividades. Entre estas pudiera estar la construcción de centros de adoración, servir en las asambleas, ayudar en misiones de socorro cuando hay desastres y hasta cooperar en la limpieza regular del Salón del Reino. En cuanto a esta última, siempre es bueno cerciorarse de que el Salón del Reino quede limpio y ordenado después de cada reunión. Encargarse de tareas que quizá se consideren de poca categoría manifiesta un entendimiento correcto de las palabras de Jesús en Lucas 16:10: “La persona fiel en lo mínimo es fiel también en lo mucho, y la persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho”.

■ Apoyar las actividades de la congregación: Toda congregación, que funciona como parte de la organización conjunta y recibe dirección del “esclavo fiel y discreto”, está formada de publicadores del Reino. (Mat. 24:45.) Sus logros dependen, en buena medida, de lo que cada Testigo haga de buena gana. El objetivo de la congregación es predicar las buenas nuevas en el territorio, hacer nuevos discípulos y fortalecerlos en sentido espiritual. Todos podemos colaborar en la consecución de este fin. También podemos trazarnos metas personales de estudio, participación significativa en las reuniones y ayuda a los que tienen diversas necesidades en la congregación. Estas actividades nos brindan muchas oportunidades de demostrar que estamos dispuestos a servir.

■ Los superintendentes deben tomar la delantera: Jehová ha confiado la supervisión de las congregaciones a los ancianos nombrados. (Hech. 20:28.) Estos son hombres que han trabajado por satisfacer los requisitos para alcanzar este privilegio. (1 Tim. 3:1.) Prácticamente todos los varones de la congregación tienen el potencial necesario para asumir mayores responsabilidades. Muchos hermanos están en proceso de desarrollo espiritual y necesitan seguir creciendo con la dirección y ayuda amorosas de los ancianos. Deben ser estudiantes diligentes de la Biblia y de nuestras publicaciones. Pueden demostrar su buena disposición siendo sumisos a los superintendentes nombrados por espíritu santo, imitando su fe y cultivando las cualidades que se exigen de los superintendentes. (Heb. 13:7, 17.)

■ Emprender el servicio de tiempo completo: El objetivo primordial de la congregación es predicar las buenas nuevas. (Mat. 24:14.) Los publicadores celosos que hacen grandes esfuerzos y emprenden el servicio de precursor son una verdadera bendición. A menudo, para lograr esto tienen que hacer algunos cambios en su vida. Además, es posible que deban hacer otros ajustes a fin de continuar en esa faceta especial del servicio. No obstante, quienes se mantienen en este privilegio y no se rinden al cabo de un año o dos por causa de un desánimo pasajero reciben, indefectiblemente, abundantes bendiciones de parte de Jehová. Los ancianos amorosos y otros cristianos maduros pueden contribuir al éxito de los precursores animándolos con palabras y acciones. Tanto los jóvenes que pasan directamente al servicio de precursor al concluir sus estudios escolares, como los adultos que emprenden el precursorado regular en cuanto se reducen sus responsabilidades seglares, manifiestan una actitud excelente. ¡Qué satisfacción produce a los cristianos dedicados cooperar con Jehová, quien está acelerando la obra de recolección! (Isa. 60:22.)

■ Participar en la construcción y mantenimiento de los centros de reunión: Se han construido literalmente centenares de modernos Salones del Reino y una gran cantidad de Salones de Asambleas. Es notable que casi todo el trabajo lo han realizado nuestros hermanos y hermanas, que han ofrecido de buen grado su tiempo y aptitudes. (1 Cró. 28:21.) Miles de trabajadores voluntarios mantienen estas instalaciones en óptimas condiciones haciendo las tareas que sean necesarias. (2 Cró. 34:8.) Dado que esta obra es una faceta del servicio sagrado, los que ofrecen su ayuda lo hacen de buena gana y no solicitan compensación alguna por sus servicios, tal como no la pedirían por predicar de casa en casa, pronunciar discursos públicos en la congregación o colaborar en las labores de una asamblea. Tales voluntarios ofrecen gratis sus servicios en la planificación y construcción de centros de adoración que glorifiquen a Jehová. Colaboran con gusto en la tramitación de documentos legales, llevar registros de contabilidad, contactar con proveedores y calcular la cantidad de materiales que se necesitan. Estos siervos leales de Jehová no cobran ni procuran de forma alguna lucrarse, directa o indirectamente, por sus servicios, pues la totalidad de sus aptitudes y recursos está dedicada a Jehová. (Véase Nuestro Ministerio del Reino de febrero de 1992, página 4, párrafo 10.) Una actividad como esa exige trabajadores diligentes que rindan servicio “de toda alma, como para Jehová”. (Col. 3:23.)

15 ¿Qué hace, entonces, que la disposición del pueblo de Jehová sea tan especial? Es su deseo de dar. Su generosidad va más allá de aportar dinero y cosas materiales; ‘se ofrecen ellos mismos de buena gana’. (Sal. 110:3.) Esta es la esencia de nuestra dedicación a Jehová. Nuestro galardón es muy especial. Experimentamos “más felicidad” y ‘segamos liberalmente’ porque otras personas, que aprecian lo que hacemos, también nos dan a nosotros con la misma medida. (Hech. 20:35; 2 Cor. 9:6; Luc. 6:38.) Nuestro Recompensador más grande es nuestro Padre celestial, Jehová, quien “ama al dador alegre”. (2 Cor. 9:7.) Él nos recompensará con el céntuplo, mediante bendiciones que durarán para siempre. (Mal. 3:10; Rom. 6:23.) De consiguiente, cuando se pongan a su alcance privilegios en el servicio de Jehová, usted podrá ofrecerse de buena gana y decir como Isaías: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”. (Isa. 6:8.)

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