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Nuestro Ministerio del Reino 1996
km 1/96 pág. 7

Hablemos con valor

1 En los últimos años, a los publicadores de diversas zonas se les ha hecho cada vez más difícil hablar con la gente en su hogar. Muchos indican que cuando van predicando de casa en casa en su territorio, más de la mitad de las personas están ausentes, de forma que gran parte del tiempo que dedican al servicio es infructuoso.

2 Hace años, la mayoría de las personas estaban en casa el domingo, pues solía ser el día de descanso. Pero las costumbres han cambiado. Hoy es común que trabajen ese día, se ocupen de asuntos domésticos, como la compra, o salgan a divertirse. Estas actividades las alejan de su hogar. Por ello, es difícil hallarlas en casa aun los domingos.

3 Si las personas no están en casa, es obvio que se hallan en otro lugar. Dado que deseamos hablar con la gente, ¿por qué no conversar con quienes encontremos en la calle, el mercado o el trabajo? Pablo tenía por costumbre dar testimonio a “los que por casualidad se hallaban” donde estaba. (Hech. 17:17.) Este método fue productivo entonces y sigue siéndolo en la actualidad.

4 De ordinario, cuando vamos de casa en casa vemos a personas que caminan tranquilamente, esperan a alguien, o que, si hace buen tiempo, aprovechan para sentarse en el parque, o para lavar o reparar el automóvil. A fin de entablar conversación, quizás baste con una sonrisa amable y un saludo amistoso. Si son del vecindario, podemos mencionar que, como seguramente no estaban en casa cuando las visitamos, nos complace poder hablar con ellas ahora. Muchos publicadores han tenido el valor de tomar la iniciativa, y los resultados han sido gratificantes.

5 Recompensas del valor: Un hermano relató que se acerca a quienes están parados, esperan el autobús, caminan tranquilos o están en el auto. Con sonrisa amable y voz alegre, se presenta como un vecino amigable que desea saludarlos. Así ha dejado muchas publicaciones y comenzado varios estudios.

6 Otro hermano y su esposa estaban predicando de casa en casa cuando vieron a una señora cargada con una gran bolsa de comestibles. Para entablar conversación, la felicitaron por atender con tanta diligencia las necesidades de su familia. Luego le preguntaron: “Pero ¿quién puede cubrir las necesidades del género humano?”. Así captaron su interés. Tras una breve conversación, los invitó a su casa, donde comenzaron un estudio.

7 Por consiguiente, la próxima vez que prediquemos de casa en casa, sea domingo u otro día de la semana, y veamos que hay muchos ausentes, ¿por qué no hacemos acopio de valor y hablamos con todo el que encontremos en la calle o en cualquier otro lugar? (1 Tes. 2:2.) Nuestro ministerio pudiera resultar más productivo y tendremos más gozo al participar en él.

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