Es excelente que asistamos siempre
1 A muchos de nuestros queridos hermanos de Europa oriental se les prohibió durante décadas que se reunieran públicamente. Imagínese el gozo que sintieron cuando se levantaron las proscripciones y pudieron congregarse con libertad.
2 Un superintendente de circuito escribió lo siguiente respecto a su visita a una congregación en esa situación: “El martes por la noche, justo al comienzo de la visita, la calefacción se averió. En el exterior la temperatura rondaba el punto de congelación, y en el interior era de solo unos 5 grados Celsius. Los hermanos se sentaron sin quitarse los abrigos, bufandas, guantes, gorros y botas que llevaban. Nadie pudo seguir la lectura de los textos bíblicos, pues era imposible pasar las páginas. De pie en la plataforma con mi traje, estaba completamente helado. Cuando hablaba, me veía el aliento. Pero lo que me impresionó fue que no escuché ni una sola queja. Todos los hermanos expresaron lo agradable y magnífico que había sido estar allí”. Ni siquiera pensaron en la posibilidad de perderse la reunión.
3 ¿Es así como nos sentimos? ¿Valoramos la oportunidad de reunirnos libremente todas las semanas? ¿O mostramos falta de aprecio por las reuniones cuando las circunstancias son favorables? Puede que la asistencia regular a las reuniones no resulte fácil, y tal vez haya ocasiones en que tengamos una causa justificada para no asistir. Sin embargo, nunca olvidemos que entre nosotros hay quienes a pesar de la edad avanzada, problemas graves de salud, impedimentos físicos, horarios laborales agotadores y otras responsabilidades de peso ven la importancia de las reuniones y casi siempre asisten a ellas. ¡Qué magnífico ejemplo a seguir! (Compárese con Lucas 2:37.)
4 Adquiramos la costumbre de apoyar la adoración verdadera mediante nuestra presencia en todas las reuniones cristianas, desde las de tamaño reducido, como el estudio de libro, hasta las grandes asambleas. ¿Por qué debemos tomar tan en serio la asistencia a tales reuniones? Porque es un mandato divino. Sin embargo, hay otras razones importantes. Todos necesitamos beneficiarnos de la instrucción divina y de la ayuda del espíritu santo que se recibe en las reuniones (Mat. 18:20). El intercambio de estímulo que se produce cuando nos relacionamos con nuestros hermanos nos edifica (Heb. 10:24, 25).
5 Con motivo de la transfiguración, Pedro dijo: “Instructor, es excelente que estemos aquí” (Luc. 9:33). Nosotros deberíamos sentir lo mismo por todas las reuniones cristianas. Sin lugar a dudas, es excelente que asistamos siempre.