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  • “¡Hemos predicado el territorio muchas veces!”
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Nuestro Ministerio del Reino 2001
km 5/01 pág. 8

“¡Hemos predicado el territorio muchas veces!”

1 ¿Ha pensado alguna vez que su territorio se predica tan a menudo que ya no quedan en él personas de cualidades de oveja? Quizá haya dicho para sus adentros: “Ya sé cómo va a responder la gente. ¿Para qué visitar de nuevo a quienes no manifiestan ningún interés?”. Es cierto que muchos territorios se cubren con frecuencia, pero debemos ver este hecho desde una óptica positiva, no negativa. ¿Por qué? Fíjese en las cuatro razones que se exponen a continuación.

2 Dios ha contestado nuestras oraciones. Jesús dijo: “La mies, en realidad, es mucha, pero los obreros son pocos. Por lo tanto, rueguen al Amo de la mies que envíe obreros a su mies” (Luc. 10:2). Durante décadas hemos suplicado más ayuda a Jehová. En muchos lugares ya tenemos los obreros que se necesitaban y abarcamos el territorio más asiduamente. ¿No debería regocijarnos que Dios haya respondido a nuestras oraciones?

3 La perseverancia produce buenos frutos. Incluso en zonas que se predican con frecuencia hay quienes responden al mensaje del Reino y llegan a conocer la verdad. Por consiguiente, tenemos que seguir visitando el territorio una y otra vez con la esperanza de hallar más personas sinceras (Isa. 6:8-11). Como hicieron los primeros discípulos de Jesús, ‘vayamos continuamente’ a la gente de nuestro territorio asignado y procuremos estimular su interés en el Reino de Dios (Mat. 10:6, 7).

4 En Portugal, numerosas congregaciones abarcan su territorio cada semana, pero todavía encuentran personas mansas como ovejas. Una hermana con una actitud muy positiva dice: “Todas las mañanas, antes de salir al servicio, le pido a Jehová que me ayude a encontrar a alguien interesado en estudiar la Biblia”. Cierto día concertó un estudio con los empleados de una peluquería, pero llegado el momento solo se presentó una trabajadora, que dijo: “Los demás no están interesados, pero yo sí”. Al cabo de un mes, esta persona dirigía dos estudios bíblicos, y poco después se bautizó y emprendió el precursorado.

5 La obra se está llevando a cabo. Tal como predijo Jesús, las buenas nuevas se están predicando (Mat. 24:14). Mediante esta obra se da advertencia incluso a la gente que ‘no quiere escucharnos’. Sabemos que habrá quienes rechacen la verdad y hasta se opongan a ella. Aun así, tales personas tienen que ser debidamente advertidas del venidero juicio de Jehová (Eze. 2:4, 5; 3:7, 8, 19).

6 Aún no hemos terminado. No nos corresponde a nosotros determinar cuándo dejar de predicar. Jehová sabe con exactitud en qué momento debe concluir esta obra. También sabe si en nuestro territorio todavía quedan personas que puedan responder a las buenas nuevas. Aunque hay quienes dicen que no están interesados, tal vez algún cambio radical en su vida, como la pérdida del empleo, una enfermedad grave o la muerte de un ser querido, propicie que en otra ocasión se muestren más receptivos. El prejuicio, o sencillamente el ajetreo con que viven, ha impedido a numerosas personas escuchar lo que predicamos. Si las visitamos vez tras vez de manera amigable, quizá logremos que nos presten atención.

7 Quienes recientemente han llegado a la edad adulta y han formado su propia familia se toman la vida más en serio y se hacen preguntas que solo la Palabra de Dios responde. Una madre joven que invitó a dos publicadoras a entrar en su hogar dijo: “De niña nunca comprendí por qué mi madre rechazaba a los Testigos y les decía que no estaba interesada, cuando todo lo que pretendían era hablar de la Biblia. Me propuse que cuando creciera, me casara y tuviera mi propia casa, pediría a los testigos de Jehová que pasaran y me explicaran la Biblia”. Y así lo hizo, para satisfacción de las hermanas que la visitaron.

8 ¿Podemos ser más eficaces? Es posible que no siempre sea la gente a la que visitamos la que haga que parezca difícil predicar con frecuencia el territorio. A veces el problema está en nosotros mismos. ¿Salimos con ideas pesimistas? Estas pueden influir en nuestra actitud y, probablemente, reflejarse en el tono de voz y la expresión facial. Manifieste un espíritu optimista y muestre un semblante alegre. Dé un nuevo enfoque a su predicación. Varíe su presentación y ponga todo el empeño en perfeccionarla. Tal vez pueda cambiar la pregunta inicial o conversar empleando un pasaje bíblico distinto. Pregunte a otros hermanos qué ideas les han dado buenos resultados. Predique con diferentes publicadores y precursores, y fíjese en lo que contribuye a la eficacia de su ministerio.

9 La predicación del Reino tiene la aprobación y la bendición divinas, y participando en ella demostramos amor a Jehová y al prójimo (Mat. 22:37-39). Por tanto, llevemos a cabo la obra hasta terminarla, sin cansarnos de visitar el territorio una y otra vez.

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