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  • ¿Por qué seguir predicando?
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Nuestro Ministerio del Reino 2002
km 2/02 pág. 8

¿Por qué seguir predicando?

1 ¿Lleva mucho tiempo predicándose el Reino en nuestra comunidad? (Mat. 24:14.) Si así es, quizá pensemos que el territorio de la congregación ya se ha abarcado adecuadamente. Tal vez la mayoría de los vecinos se muestran apáticos respecto al mensaje que llevamos. Sin embargo, fijémonos en lo que se dice de los verdaderos discípulos de Jesús en la página 141 del libro Las profecías de Isaías II: “En algunos lugares, los resultados tal vez parezcan insignificantes en comparación con el trabajo y esfuerzo invertido. Aun así perseveran en la obra”. Ahora bien, ¿por qué seguir predicando?

2 Recordemos a Jeremías. Nuestro aguante fiel en la predicación no debería depender de que la gente nos escuche. Aunque fueron muy pocos los que escucharon a Jeremías y muchos los que se opusieron a su mensaje, él predicó durante cuarenta años en el mismo territorio. ¿Por qué perseveró? Porque estaba efectuando la obra que Dios le había encomendado y también porque sabía lo que iba a deparar el futuro (Jer. 1:17; 20:9).

3 Nuestra situación es parecida. Jesús “nos ordenó que predicáramos al pueblo y que diéramos testimonio cabal de que este es Aquel de quien Dios ha decretado que sea juez de vivos y de muertos” (Hech. 10:42). El mensaje que llevamos es un asunto de vida o muerte para quienes lo oyen, pues se juzgará a la gente según su respuesta a las buenas nuevas. Por consiguiente, sobre nosotros recae la responsabilidad de hacer exactamente lo que se nos ha mandado. Aunque las personas se nieguen a escuchar, la persistencia en cumplir con tal obligación nos permite demostrar la profundidad de nuestro amor al prójimo y devoción a Jehová. Pero aún hay más.

4 Nos trae beneficios. Prescindiendo de la respuesta que encontremos en el territorio, cumplir la voluntad divina nos produce una paz interior, satisfacción y felicidad que no puede conseguirse de ninguna otra forma (Sal. 40:8). Nuestra vida adquiere auténtico sentido y propósito. Cuanto más participamos en el ministerio, más enfocamos el corazón y los pensamientos en la esperanza y el gozo de vivir en el nuevo mundo de Dios. Repasar continuamente estas promesas bíblicas nos eleva la espiritualidad y fortalece la relación que mantenemos con Jehová.

5 Aunque no veamos los resultados inmediatos de nuestra predicación, es posible que plantemos en el corazón de alguien una semilla de la verdad que brote cuando Jehová lo estime oportuno (Juan 6:44; 1 Cor. 3:6). Ninguno de nosotros puede decir cuántas personas más, ya sea en nuestra localidad o en todo el mundo, llegarán a saber del Reino gracias al empeño de los siervos de Dios.

6 Hoy más que nunca hemos de obedecer este mandato de Jesús: “Sigan mirando, manténganse despiertos, porque no saben cuándo es el tiempo señalado. Pero lo que les digo a ustedes, a todos lo digo: Manténganse alerta” (Mar. 13:33, 37). Por consiguiente, que todos continuemos declarando las buenas nuevas del Reino, regocijando el corazón de Jehová al colaborar en la santificación de su excelso y santo nombre.

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