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¡Despertad! 1970
g70 22/5 págs. 21-23

Iglesias en los negocios

EN AÑOS recientes ha habido evidencia aumentante de que las iglesias están profundamente envueltas en los negocios en grande escala, para gran consternación de muchas personas. Han invertido enormes cantidades de dinero en una extensa variedad de empresas comerciales. Debido a que las ganancias que reciben de estos negocios muy a menudo están exentas de impuestos, menos impuestos se reciben en todo nivel del gobierno. Esto crea una carga mayor para el contribuyente de término medio.

Un artículo que se publicó en el Reader’s Digest de marzo de 1969 consideró esta pérdida de impuestos y dijo: “Para los gobiernos federales y estatales, los negocios de iglesias y operados por iglesias representan una pérdida grande de ingresos del Erario... los impuestos que se recaudarían si las empresas fueran dirigidas por la industria privada competidora. Es imposible calcular exactamente la pérdida, pero cálculos fiables la colocan en 6.500 millones de dólares al año.”

Piense en cuánto se podrían rebajar los impuestos individuales si se pagaran estos impuestos. Esta pérdida es tan solo en los Estados Unidos. Otros países también están perdiendo por los ingresos de negocios eclesiásticos que están exentos de impuestos.

La situación en el Canadá se expuso francamente en comentarios editoriales hechos por la estación de radio CFRA, de Ottawa, Ontario, Canadá, el 15 de noviembre de 1968. Entre otras cosas en aquella transmisión se dijo:

“Las iglesias han estado gritando desde los púlpitos y corredores de los edificios legislativos acerca de que tendrían que reducir sus buenas obras si se les impusieran contribuciones. . . . Pero lo que no le dicen desde los púlpitos, o en ninguna otra parte es el hecho de que hoy la iglesia organizada ha llegado a ser una de las más grandes organizaciones comerciales del país, y a ni un solo centavo de las ganancias de ninguna de esas organizaciones se le imponen contribuciones. Ahora bien, cuando digo organizaciones comerciales quiero decir precisamente eso. Las iglesias del Canadá poseen locales para venta de autos usados, boleras, billares, edificios de apartamientos. . . . El reportero parlamentario Paul Akehurst afirma que la iglesia de Ottawa es uno de los más grandes arrendadores del barrio bajo de la ciudad, que amontona ganancias a base de la miseria de otros, y ni un solo centavo de esas ganancias está sujeto a impuestos.

“La Iglesia Unida y la Iglesia Anglicana del Canadá tienen más de 100 millones de dólares invertidos, 100 millones de dólares en toda clase de empresa imaginable, sí, aun en algunas de las industrias que fabrican armas y napalm que se van a usar contra seres humanos.”

El Vaticano es cabeza de la Iglesia Católica Romana, y también está profundamente envuelto en los negocios en grande escala. Desde su posición a orillas del río Tíber en Roma gobierna un inmenso imperio comercial que se extiende alrededor del mundo.

Recientemente se publicó un libro que esclarece algo la magnitud de sus operaciones comerciales. El libro se intitula “El Imperio del Vaticano”; fue escrito por Nino Lo Bello, periodista católico romano. Mediante investigación cuidadosa el autor pudo reunir suficiente evidencia para demostrar que el Vaticano tiene valores en cartera de dimensiones verdaderamente pasmosas. Dice: “Como uno de los más grandes accionistas del mundo, el Vaticano tiene valores que, según se dan con frecuencia, tienen un valor de 5.600 millones de dólares. Probablemente esa suma sea menor de la cantidad verdadera, pues el Vaticano ha invertido en la bolsa a través del mundo, y aun un cálculo conservador de su cartera tiende a mostrar que la cifra excede de 5.600 millones de dólares.”

La cantidad de compañías que posee o en las cuales tiene una fuerte inversión tan solo en Italia es abrumadora. Usando una compañía que posee para conseguir la inversión dominante en muchas otras compañías, puede ocultar, hasta cierto grado, su calidad de dueño. Por ejemplo, el Vaticano es el accionista dominante de Italgas, que es la única abastecedora de gas de los hogares en treinta y seis ciudades italianas. Esta compañía, a su vez, controla otras once compañías que están envueltas en negocios como de alquitrán, anhídridos, hierro, fósforo, cok, productos destilados, agua potable, plantas de calefacción, estufas de gas, aparatos de gas y hornos industriales.

El Vaticano también posee acciones de la más grande compañía constructora de Italia, la Società Generale Immobiliare, informa el Sr. Lo Bello. Sin embargo, recientemente el Vaticano vendió la mayor parte de su inversión del 15 por ciento en esta enorme empresa de bienes raíces. ¿Por qué? La revista Time del 28 de noviembre de 1969, informó: “El desasosiego social está aumentando en Italia. Ansioso de poner a la iglesia en el lado de la clase obrera, el Vaticano quiere evitar toda responsabilidad por cerrar plantas ineficaces, despedir obreros o sentarse en el otro lado de la mesa de regateo cuando los sindicatos pidan más paga. . . . Los financieros esperan que la iglesia invierta más fondos fuera de Italia de lo que ha invertido en el pasado.”

La Compañía Montecatini-Edison tiene a varios laicos, que representan los intereses del Vaticano, sirviendo en su junta de directores. Esto indica fuerte posesión de acciones por el Vaticano en la compañía. Esta es una de las corporaciones más grandes de Italia. En ese país es dueña o controladora de otras diecinueve compañías. Fuera de Italia tiene varias compañías extranjeras asociadas.

Bancos y aseguradoras

Los tres principales bancos de Italia tienen estrechos vínculos con el Vaticano. Estos son la Banca Commerciale Italiana, el Crédito Italiano y el Banco di Roma. Un cuarto banco, el Banco di Santo Spirito, es enteramente propiedad del Vaticano. Estos cuatro bancos “guardan más del 20 por ciento de todos los depósitos bancarios de Italia,” alega el Sr. Lo Bello.

Pero éstos no son los únicos bancos que están vinculados con el Vaticano. En el norte de Italia el Vaticano es dueño de siete bancos grandes. Luego hay otros trece bancos en los cuales tiene fuertes inversiones. En otros sesenta y dos bancos tiene inversión mínima. Además de estos bancos hay, según el Sr. Lo Bello, “millares y millares de pequeños bancos rurales esparcidos en toda Italia” que “son propiedad 100 por ciento del Vaticano o de la iglesia parroquial local. . . . Muchos de estos bancos pequeños están situados en el sur y en las dos islas principales de Italia en el Mediterráneo, Sicilia y Cerdeña.”

En 1967 una institución financiera, propiedad de una compañía de cemento en la que el Vaticano tiene inversión dominante, compró ocho bancos y los fusionó en una nueva compañía, el Istituto Bancario Italiano. Con fusiones adicionales para las cuales hay planes esta compañía llegará a ser una de las más grandes instituciones bancarias de Europa.

Como se pudiera esperar, el Vaticano no ha desatendido el campo de los seguros. Es dueño de dos prominentes compañías de seguros, la Assicurazioni Generali di Trieste e Venezia y la Riunione Adriatica di Sicurtà. Además de estas dos por lo menos hay otras nueve compañías de seguros conectadas con el Vaticano.

Otras compañías que son propiedad, o están bajo el control o influencia del Vaticano están envueltas en materiales textiles, municiones, dinamita, minería, productos farmacéuticos, pieles, azúcar, productos de papel, publicidad, embarque, automóviles, comunicaciones telefónicas, muebles de baño, artículos para plomería, pinturas, plásticos, productos químicos, espaguetis, botones, celulosa, algodón, lana, ropa hecha, turismo, tiendas de departamentos, hoteles, etc. Difícilmente parece haber una sección del mundo comercial en la cual el Vaticano no haya invertido su dinero.

Tratado Lateranense

Según Lo Bello, una planta de municiones cuyo dueño es el Vaticano “suministró armas para el ejército italiano” cuando éste invadió a Etiopía en 1935. Solo unos cuantos años antes de esto, en 1929, el Vaticano firmó un concordato con el que entonces era gobernante de Italia, el dictador fascista Mussolini. Este concordato se conoce en la historia como el Tratado Lateranense.

Entre otras cosas, este tratado concedió pagos al Vaticano por los estados papales de que tomó posesión el reino de Italia en el siglo diecinueve. El territorio constaba de aproximadamente 41.000 kilómetros cuadrados dentro de las fronteras de Italia. En compensación Mussolini le dio al Vaticano 90 millones de dólares. También convino en pagar los salarios de los párrocos a través de Italia. Hasta este día el gobierno italiano, informa Lo Bello, está pagando los salarios de más de 30.000 sacerdotes a pesar del hecho de que el Vaticano mismo bien podría pagar esos salarios.

El concordato también le concedió al Vaticano la exención de impuestos, y Mussolini lo extendió a los ingresos de las corporaciones comerciales del Vaticano. En años recientes el gobierno italiano ha ejercido algún esfuerzo por imponer contribuciones a los dividendos que el Vaticano recibe de sus enormes inversiones. Pero esos esfuerzos no tuvieron mucho éxito sino hasta 1968, cuando se informó que el Vaticano cedió a las demandas del gobierno italiano de pagar impuestos sobre los dividendos de las acciones.

Después de alistar algunas de las muchas compañías en las cuales el Vaticano tiene inversión importante, el Sr. Lo Bello comenta: “Los detalles susodichos suministran una comprensión incómodamente aguda de que el Vaticano y sus hombres ciertamente han tallado un nicho para su firma en el mundo de los negocios en grande escala.”

Los inmensos valores en cartera del Vaticano y de otras organizaciones religiosas los enlazan inseparablemente con el mundo comercial. ¡Cuán diferentes los cristianos verdaderos acerca de los cuales Jesucristo dijo: “Ellos no son parte del mundo”!—Juan 17:16.

La organización religiosa que verdaderamente está sirviendo a Dios, en armonía con el ejemplo que puso Jesucristo, se concentra en predicar y enseñar las verdades libertadoras de su Palabra y no se envuelve en los negocios comerciales. Siguiendo las instrucciones de la Biblia, no se envuelve en “los negocios comerciales de la vida.”—2 Tim. 2:4.

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