“Tu palabra es la verdad”
¿Quiénes son los “tres que dan testimonio”?
POR muchos, muchos años los versículos bíblicos de 1 Juan 5:7, 8 se usaban con el propósito de probar la Trinidad. Esto se debía a que contenían las palabras: “El Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son una misma cosa.” (Torres Amat) Según la doctrina de la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas en un solo Dios, coeternas e iguales en poder, gloria y sustancia.
Sin embargo, hoy rara vez se usan así estos versículos. ¿Por qué? Porque, como explica una reciente versión católica romana, la Biblia de Jerusalén, en una nota al pie de la página, “el texto de los vv. 7-8 está . . . ausente de los mss [manuscritos] griegos antiguos, de las antiguas versiones y de los mejores mss de la Vulg. [Vulgata],” y que por lo tanto “parece una glosa marginal introducida tardíamente en el texto.” En otras palabras, es espurio.
Sin la añadidura espuria estos dos versículos dicen: “Porque hay tres que dan testimonio: el espíritu y el agua y la sangre, y los tres están de acuerdo.” ¿Quiénes son, exactamente, estos “tres que dan testimonio,” y en qué están de acuerdo?
Están de acuerdo acerca de la verdad que se expresa en los dos versículos anteriores: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que tiene fe en que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino por medio de agua y sangre, Jesucristo; no con el agua solamente, sino con el agua y con la sangre. Y el espíritu es lo que está dando testimonio, porque el espíritu es la verdad.”
¿Qué es “el espíritu” que da testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios? Es la fuerza activa o espíritu santo de Jehová. Dio testimonio tanto al testificar de Jesús como Hijo de Dios como al dar a Jesucristo poder para llevar a cabo su comisión como el Hijo de Dios.
Juan el Bautista informó cómo el espíritu santo estuvo dando testimonio del hecho de que Jesús es el Hijo de Dios, al decir: “Vi el espíritu bajar como paloma del cielo, y permaneció sobre él. Ni siquiera yo lo conocía, pero El Mismo que me envió a bautizar en agua me dijo: ‘Sobre quienquiera que veas el espíritu descender y permanecer, éste es el que bautiza en espíritu santo.’ Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.”—Juan 1:32-34.
Jesús mismo aclaró que este espíritu santo testificaría aun después de esto a favor de él, diciendo a sus apóstoles: “Cuando llegue el ayudante que yo enviaré a ustedes del Padre, el espíritu de la verdad, que procede del Padre, ése dará testimonio acerca de mí.”—Juan 15:26.
Especialmente desde el Pentecostés en adelante el espíritu santo de Dios dio este testimonio ayudando a los discípulos de Jesús a entender las profecías bíblicas que demuestran que Jesús es el Hijo de Dios. Esto está en armonía con las palabras del apóstol Pablo que demuestran que Dios revela la verdad a su pueblo “por medio de su espíritu, porque el espíritu escudriña todas las cosas, aun las cosas profundas de Dios.”—1 Cor. 2:10; Hech. 2:14-36; Rom. 1:1-4.
El espíritu santo de Jehová Dios también sirvió como dador de testimonio acerca de que Jesús es el Hijo de Dios al ungirlo y darle poder para hacer obras poderosas que probaban que él era el Hijo de Dios. Como él mismo dijo: “Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aun cuando no me crean a mí, crean las obras.” El apóstol Pedro testificó igualmente: “Dios lo ungió con espíritu santo y poder, y fue por la tierra haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el Diablo; porque Dios estaba con él.”—Juan 10:37, 38; Hech. 10:38.
El apóstol Juan también dice que “el agua” era de los “que dan testimonio.” ¿A qué agua se hace referencia aquí? ¿Es al agua literal en la cual Jesús fue bautizado en el río Jordán? Parece que sí. Puesto que el espíritu es literal y también lo es la sangre, lógicamente el agua también sería literal. Por lo tanto estas palabras de Juan hacen recordar lo que Jesús le dijo a Nicodemo acerca de cómo podría nacer uno de nuevo: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” El agua a la que Jesús hizo referencia aquí fue el agua del bautismo.—Juan 3:5.
El agua del bautismo testificó que Jesús era el Hijo de Dios. ¿Cómo? Porque fue al tiempo del bautismo de Jesús que Jehová Dios reconoció a Jesús como su Hijo, diciendo: “Éste es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado.” (Mat. 3:17) Si Jesús no hubiera ido a Juan para ser bautizado en agua, esta confirmación en particular de él como el Hijo de Dios no hubiera acontecido. La presentación de él mismo allí para hacer la voluntad de Jehová fue en cumplimiento de profecías como el Salmo 40:8 “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley está dentro de mis entrañas,” tal como lo demuestra el apóstol Pablo en Hebreos 10:5-10.
En realidad, ésta fue la razón o propósito principal de que viniera Juan el Bautista y bautizara en agua, según él mismo testificó: “Ni siquiera yo lo conocía, pero la razón por la cual yo vine bautizando en agua fue para que él fuese puesto de manifiesto a Israel.” (Juan 1:31) Por esto vemos que de manera muy literal el agua con la cual Jesús fue bautizado en el Jordán, así como lo que representaba, la presentación de él mismo para hacer la voluntad de su Padre, dieron testimonio de que Jesús era el Hijo de Dios.
¿Qué hay del tercer ‘dador de testimonio’ que menciona el apóstol Juan... “la sangre”? ¿Qué sangre? ¿Sangre de quién? Y, ¿cómo da testimonio de que Jesucristo es el Hijo de Dios?
La sangre a la que Juan hace referencia aquí sin duda fue la propia sangre de Jesús. Ninguna otra sangre podría testificar así. La Palabra de Dios vez tras vez demuestra que es la sangre de Jesucristo la que sirvió de rescate nuestro y la que nos limpia de los pecados: “Hay un solo Dios, y un solo mediador . . . Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos.” “La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.”—1 Tim. 2:5, 6; 1 Juan 1:7.
Ninguna sangre humana ordinaria podría servir de rescate nuestro, tal como lo aclaran las Escrituras. Pero Jesucristo pudo y lo hizo, porque él fue y es el Hijo de Dios. Además, para que la humanidad se beneficiara del sacrificio de rescate de Jesucristo era necesario que ‘Cristo entrara en el cielo mismo, para comparecer allí delante de la presencia de Jehová Dios a favor nuestro.’ (Heb. 9:24) Solo por el hecho de que era el Hijo perfecto de Dios que había derramado su sangre como sacrificio lo resucitó Jehová Dios de entre los muertos, haciendo así posible que se presentara en el cielo.
Tomando en cuenta todo lo ya dicho, ¿quiénes son los “tres que dan testimonio”? Son (1) el espíritu o fuerza activa de Jehová Dios; (2) el agua en la cual Jesús fue bautizado, así como lo que representó, y (3) la sangre que Jesús derramó como rescate para los pecados de la humanidad. Y todos estos tres dan testimonio del hecho de que Jesús es, no Dios el Hijo, como afirman los trinitarios, sino de que él es de veras el Hijo de Dios.