¿Por qué la diferencia?
LAS cifras de la portada de esta revista no son ficción... son hechos.
A menudo los árboles viven más que el hombre... entre las hayas las edades de 250 a 300 años son comunes. Los robustos robles ingleses pueden llegar a 500 años. A los 1.000 años de edad la gigantesca secoya de California todavía es una jovencita. Por recuento efectivo de los anillos se sabe que las secoyas han vivido de 3.000 a 4.000 años.
De hecho, tocante a las secoyas, el Dr. Ferdinand C. Lane, en The Story of Trees, dijo que él “no había encontrado ningún registro de que jamás alguno hubiera sucumbido ante meramente la vejez y suponía que si pudieran eliminarse los peligros de los rayos, el fuego y las tormentas, algunos de estos árboles grandes podrían desafiar los estragos del tiempo durante 10.000 años.”
¡No obstante, la investigación muestra ahora que hay cierto tipo de pino que sobrepuja en edad hasta a las secoyas! Comparada con estas plantas, la vida del hombre parece chasqueadoramente corta. ¿A qué se debe esto?
Sí, ¿por qué también las tortugas viven más que los hombres, como las gigantescas tortugas de las Galápagos que corrientemente viven de 100 a 150 años? Casos registrados muestran que ha habido tortugas que han pasado de la marca de 200 años de edad. Sin embargo, son raros los casos de hombres que vivan un solo siglo.
En cuanto a eso, ¿por qué hasta los loros de vez en cuando son centenarios, de manera que se alega que uno vivió 140 años?
Es verdad que la vida del hombre moderno es más larga que la de la mayoría de las otras cosas vivientes, plantas y animales, que hay en esta Tierra. Pero ciertamente usted concordará en que el hecho de que siquiera haya cosas vivientes que duren más que el hombre por un margen tan extenso —del doble a cincuenta veces— hace que uno se ponga a pensar.
¿Le parece a usted razonable que ciertas plantas sin mentalidad, que reptiles y aves disfruten de la inapreciable posesión de la vida por más tiempo que hombres inteligentes? ¿No debería ser lo contrario?
Si aceptamos la creencia de que el hombre tiene un Creador, entonces el decir que de esta manera es que él se propuso que fueran las cosas equivale a decir que hay árboles y animales que valen más para Dios que su más elevada creación terrestre, el hombre. Sin embargo Jesucristo, en su Sermón del Monte, dijo a sus seguidores que ellos valían mucho más para su Padre celestial que las aves o la vegetación. (Mat. 6:25-30) De hecho, la Biblia declara que Dios le dio al hombre la asignación de ejercer dominio sobre todas las otras cosas vivientes de este planeta, los animales y la vegetación. (Gén. 1:26-30) Apropiadamente, el que ejerce dominio no debería morir antes que las cosas inferiores a él.
El dejar de creer en un Creador y aceptar la teoría de la evolución no resuelve nada. En realidad, nos deja frente a un enigma. Esa teoría representa al hombre como el producto final de un proceso evolucionista. Sin embargo, queda en pie la pregunta: ¿Por qué trataría tan generosamente ese proceso con los árboles y las tortugas y tan mezquinamente con los hombres en el asunto vital de la vida?
Este número de ¡Despertad! trata la respuesta satisfactoria a todas estas preguntas. Sea usted joven o de mayor edad, le será útil leerlo. Andrew Carnegie, sintiendo los embates de la vejez, dijo en cierta ocasión: “Daría todos mis millones, si pudiera tener juventud y salud. . . . Gozosamente lo vendería todo por poder disfrutar nuevamente de mi vida.” Sin duda usted ama la vida y estaría dispuesto a pagar un precio elevado para ver que su vida se extendiera más allá del promedio actual. Por el costo de solo algún tiempo y esfuerzo usted puede aprender por qué hay una esperanza razonable, con base sólida y alcanzable, de ver la realización de ese deseo.