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¡Despertad! 1971
g71 22/2 págs. 27-28

“Tu palabra es la verdad”

“No debes hurtar”

“OLA ascendente de robos en las tiendas... y no se ve el fin.” Así decía el título de un artículo especial que se publicó en U.S. News & World Report del 2 de marzo de 1970. Dijo que esta clase de hurto se había triplicado en una década, “llegando a ser una de las clases de robo que más rápidamente aumentan.” “Solo una fracción de todos los incidentes de robos en las tiendas se informa realmente a la policía,” prosiguió, y anualmente se roban miles de millones de dólares en dinero y mercancía.

Este informe también dijo que en una tienda donde 175 clientes fueron puestos bajo vigilancia, uno de cada nueve hurtó algo. Una encuesta de 1.000 estudiantes de secundaria en Delaware, EE. UU., reveló que el 50 por ciento reconoció haber hurtado por lo menos una vez. Un comerciante de la costa occidental estadounidense dijo, según se le citó, que según los operadores de detectores de mentiras, “el 75 por ciento de todos los empleados hurta todo desde dinero hasta mercancía. Es semejante a un témpano grande... solo vemos la punta.”

El hurtar es una clase de egoísmo que toma muchas formas; el robo en las tiendas y el robo por empleados solo son dos de ellas. La gente hurta de compañías de seguros haciendo reclamaciones falsas o exageradas de pérdidas. Hay ciudadanos que hurtan de su gobierno evadiendo el pago de impuestos, metiendo artículos de contrabando en su país sin pagar impuestos aduanales y obteniendo beneficios de desempleo inmerecidos. Se ha sabido que algunos cajeros en la salida de tiendas de abarrotes defraudan a los clientes de diversas maneras.

Hoy en plena luz del día los ladrones le roban a la gente en la calle en muchas ciudades, como en Nueva York. Por ejemplo, mientras un grupo de personas esperaba en fila para hacer una gira de una fábrica impresora, un auto se detuvo, salió de él un hombre, le arrebató la bolsa a una de las mujeres que estaban en la fila, saltó de nuevo al auto y en unos segundos había desaparecido. ¡Hasta en las plataformas concurridas de los metros un ladrón se aproxima a un extraño, le enseña un cuchillo que tiene en la palma de la mano, le quita su cartera y luego se despide de él alegremente haciéndole señas con la mano!

¿Por qué hay tanto hurto hoy? La Biblia predijo este aumento, así como la razón por la cual sucede. Sucintamente, muestra que Satanás el Diablo y sus demonios han sido echados a la Tierra, donde con gran cólera hacen cuanto pueden por corromper a la raza humana, porque saben que les queda poco tiempo.—Mat. 24:12; 2 Tim. 3:1-5; Rev. 12:7-12.

Entre las causas que se pueden mencionar por lo esparcido del hurto hoy día están la afición a las drogas y el juego por dinero. Por otra parte, algunos hurtan porque son demasiado perezosos para trabajar, así como hay mujeres que roban en tiendas por “la emoción,” por la excitación de hacer algo ilícito y salirse con la suya. El no haber recibido educación apropiada de los padres sin duda explica también gran parte del robo por los jóvenes.

A menudo los que hurtan tratan de explicar o justificar sus acciones. Muchos creen que está bien hurtar de tiendas o corporaciones grandes, pero el robo todavía es robo. Otros justifican el hurtar aduciendo pobreza u otras injusticias sociales, pero dos males no hacen un bien. Otros, por otra parte, justifican sus robos porque quizás no sean grandes. Pero la Palabra de Dios dice: “La persona injusta en lo mínimo es injusta también en lo mucho.”—Luc. 16:10.

En vista de la propensión de la humanidad caída a tomar cosas que pertenecen a otros, ¡qué sabio es el octavo de los Diez Mandamientos, que dice: “No debes hurtar”! (Éxo. 20:15) Aunque esta ley se dio a los hijos de Israel, las Escrituras Griegas Cristianas también prohíben claramente el hurto. Típico de esto es el mandato que registró el apóstol Pablo: “Que el que hurta ya no hurte más, sino más bien que haga trabajo duro, haciendo con las manos lo que es buen trabajo, para que tenga algo que distribuir a alguien que tenga necesidad.” ¡Cuánto mejor es dar a las personas necesitadas que estar hurtando!—Efe. 4:28.

Se pudiera decir que el primer humano que hurtó fue Eva. Viendo que el fruto prohibido en Edén “era bueno para alimento y que a los ojos era algo que anhelar,” cedió a la tentación y comenzó a comer de él. Entonces indujo a su esposo a robar junto con ella. ¡Qué precio pagaron!—Gén. 3:1-24.

Otro ladrón que tuvo mal fin fue el israelita Acán, que hurtó algunas de las cosas dedicadas a Jehová cuando Israel tomó a Jericó. También pagó su robo con su vida. Y hubo el traidor Judas Iscariote. El apóstol Juan lo tachó de ladrón, al escribir: “Era ladrón y tenía la caja del dinero y se llevaba el dinero que se echaba en ella.” Acabó suicidándose.—Jos. 7:1-26; Juan 12:6; Mat. 27:5.

¿Cómo puede combatir uno la tendencia a tomar ilícitamente lo que pertenece a otros? Diciéndose a sí mismo todas las razones por las cuales no debe hacerlo. Ante todo, el temor de Jehová Dios debe impedir que uno hurte, porque al hurtar se incurre en el desagrado de Dios, y ¿es sensato arriesgarse a eso? “Nosotros no somos más fuertes que [Dios], ¿verdad?” Sí, “el temor de Jehová significa odiar lo malo,” y el hurtar ciertamente es malo.—1 Cor. 10:22; Pro. 8:13.

En segundo lugar, uno debe evitar el hurtar porque resulta en una conciencia mala. Es mejor prescindir de ciertas cosas que adquirirlas a costa de perder una buena conciencia. A los cristianos se les manda que tengan una buena conciencia: “Tengan una buena conciencia, para que en aquello mismo en que hablen contra ustedes queden avergonzados los que hablan con desprecio de su buena conducta.”—1 Ped. 3:16.

Además, el hurtar contribuye a relaciones malas con la persona de quien se ha hurtado algo. Uno simplemente no puede hurtarle a otro y permanecer amigable en el corazón para con él. Y además siempre hay el temor o la probabilidad de ser sorprendido. Como también advierte el apóstol Pedro: “Que ninguno de ustedes sufra como . . . ladrón.”—1 Ped. 4:15.

De hecho, tan solo la razón debe decirle a uno que el hurtar es incorrecto. Tal como uno no querría que otro le quitara lo que uno hubiera obtenido lícitamente, así uno no debe querer quitar de otro lo que aquél ha adquirido lícitamente. La Regla Áurea: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, hagan de igual manera a ellos,” tiene sentido.—Luc. 6:31.

Una gran ayuda es el contentamiento. El que comprende que “es grande ganancia la piedad, unida con un espíritu contento” no se sentirá tentado a hurtar. Y es preciso reconocer que algo que ayuda a combatir la tendencia a hurtar es permanecer tan lejos como sea posible de las oportunidades de hurtar.—1 Tim. 6:6-8, Versión Moderna.

En resumen, se puede decir que los dos grandes mandamientos: ‘Amar a Jehová Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo,’ impiden que uno hurte. No hay duda: “El amor no obra mal al prójimo.”—Mar. 12:29-31; Rom. 13:10.

Tal como sucede con otros vicios de que está afligida la raza humana caída, el hurtar puede ser vencido. El apóstol Pablo habla de ciertos individuos de la congregación corintia que vencieron este vicio. Se puede hacer y se está haciendo también hoy.

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