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¡Despertad! 1971
g71 22/5 págs. 13-15

Aprendiendo cómo Dios ve el matrimonio

SEGÚN RELATADO AL CORRESPONSAL DE “¡DESPERTAD!” EN SURINAM

AL REFLEXIONAR, puedo ver que todo comenzó de manera muy inocente. Yo solo tenía diecinueve años cuando conocí a un joven que me atrajo mucho. Salimos juntos en citas. Nos divertimos mucho inocentemente. Pero pronto la inocencia de la situación había desaparecido. Quedé encinta.

Debo mencionar que en mi país de ninguna manera es raro que un hombre y una mujer vivan juntos consensualmente, es decir, sin la sanción de los vínculos matrimoniales. Muchas parejas que viven así hasta tienen la idea de que tan pronto como legalicen su relación consensual comenzarán las dificultades, puesto que ambos cónyuges saben entonces que están atados por la ley. De modo que prefieren seguir viviendo sin la sanción del matrimonio.

Lo que es más, las diversas confesiones eclesiásticas, aunque no aprueban esto abiertamente, realmente lo excusan. Por eso, muchos miembros de la Iglesia Católica y de las iglesias protestantes viven juntos como si fueran marido y mujer en esta relación consensual. Aunque no se les considera elegibles para participar de la comunión eclesiástica, fuera de eso se les considera en buena relación con la iglesia.

Mientras estaba encinta, permanecí en la casa de mis padres como es la costumbre, y mi amigo continuó viniendo a verme allí. Sin embargo, estando encinta de su segundo hijo, me llegó una noticia sumamente alarmante y desagradable. ¡Mi madre me enseñó en el periódico un anuncio que mencionaba que había dado su promesa de matrimonio a otra mujer! Para sorpresa mía leí que el matrimonio se efectuaría la semana después del aviso. Pensé que tenía que haber algún error, de modo que cuando la siguiente vez él se presentó le dije lo que había leído, esperando en el fondo que lo negaría. Pero tranquilamente admitió que había insertado el anuncio, aunque sostuvo que realmente no se casaría con la otra mujer. Crédulamente, acepté sus declaraciones de que solo le interesaba yo. ¡A la semana, para amarga desilusión mía, se había casado con la otra mujer!

Mis padres se comprometieron a suministrarme a mí y suministrar a mis hijos lo que necesitábamos, si dejaba a este hombre y no tenía nada más que ver con él. Concordé en esto, pero dos días después de su matrimonio estaba a mi puerta de nuevo rogándome que regresara con él. Alegó que se había casado con la otra mujer simplemente a causa de presión de sus padres cuando ella quedó encinta. Aunque yo sabía que aquél no era modo de vivir, sus ruegos y promesas me hicieron aceptar y dejé a mis padres por la casa que él alquiló para mí.

Ahora había llegado a ser lo que se conoce en Surinam como buitenvrouw o “mujer extramarital.” Es una situación bastante común aquí. Los hombres hasta arguyen que es bíblico, puesto que Abrahán y otros patriarcas tuvieron concubinas. Declaran que la monogamia es el proceder natural para la mujer, pero no para el hombre. En este tiempo de mi vida yo estaba completamente a oscuras en cuanto a cómo Dios ve el matrimonio.

Por cinco años continuó mostrándome cariño mientras vivíamos en estas condiciones. Pero súbitamente cambió de actitud. Se hizo insoportable en su modo de ser. A menudo, por ninguna razón en absoluto, me golpeaba; y una vez, mientras estaba encinta de su cuarto hijo, me empujó por un tramo de escaleras. Puedo recordar que a menudo le oraba a Dios que me ayudara a salir de esta condición aterradora y deplorable.

Repetidas veces le advertí que lo abandonaría, y tres veces reuní suficientes fuerzas y valor para hacerlo. Pero cada vez me debilité y regresé, porque parece que me dominaba un terrible temor de que algo horrible nos sucedería a mí y a mis hijos si no regresaba. Constantemente reñíamos sobre el mismo problema... nuestro proceder en la vida. Yo seguía insistiendo en que así no se debía vivir y criar los hijos. Esto llevaba a más golpizas y separaciones temporales.

Ayuda al tiempo apropiado

Entonces un día una señora vino a mi casa. Resultó ser testigo de Jehová. Accedí a que viniera y condujera un estudio bíblico semanal conmigo. Sin embargo, al mismo tiempo mis conocidos me persuadieron a que pidiera ayuda a un espiritista para resolver mis problemas. El espiritista me dio una sustancia semejante a polvo para que la añadiera en secreto al alimento y bebida de mi “esposo.” Se suponía que eso eliminaría todas las dificultades y restauraría el cariño de mi compañero a mí. Pero no produjo ninguna mejora. De hecho, la situación empeoró constantemente.

Después de uno de los estudios bíblicos semanales comencé a confiarle a mi amiga Testigo mis circunstancias, sin mencionar que había recurrido al espiritismo. Ella bondadosa pero firmemente me animó a continuar estudiando la Biblia, y ofreció la esperanza de que los problemas aparentemente insuperables se desvanecerían al debido tiempo. Acabé confesándole francamente la verdad acerca de mi situación marital. Fue después de esta conversación que llegamos a un pasaje de la pequeña ayuda para el estudio de la Biblia Viviendo con la esperanza de un nuevo mundo justo, que cambió mi entero modo de pensar.

Esta es la cita de ese folleto que atrajo mi atención: “El cristiano, por lo tanto, jamás recurriría al demonismo o brujería para obtener protección o con propósitos curativos. Dios manda al cristiano dedicado a cifrar la fe en Él.” Al mismo tiempo se hacía referencia al texto bíblico de Efesios 6:14-18. También había una ilustración concomitante que mostraba a una cristiana con un niño liado a la espalda, rechazando con la mano la ayuda de un brujo con sus atavíos.

Más tarde también consideramos una sección importante de la misma publicación que trataba de “Conducta honorable en el matrimonio.” Durante la consideración de esto aprendí que hoy los hombres no podían usar a Abrahán y otros patriarcas como ejemplos en el asunto de tener relaciones con más de una mujer. Con la llegada de Cristo la poligamia que practicaban los hebreos ya no habría de tolerarse. Los cristianos habrían de ser ‘maridos de una sola esposa’ y ‘cada mujer habría de tener su propio esposo.’ (1 Tim. 3:2, 12; 1 Cor. 7:2) ¡Qué revelación fue ésta!

Y éste es el párrafo del folleto que realmente me presentó un desafío: “Si su vida de familia, a causa de costumbre o por alguna otra razón, está lejos de llenar estos requisitos bíblicos, entonces ciertamente al oír este excelente consejo de la Biblia usted está ante un desafío. ¿Hará usted el cambio necesario? Si lo hace, puede estar seguro de una rica bendición de parte de Jehová, el Originador del matrimonio, y Aquel que concederá la vida eterna en un nuevo mundo a todas las familias obedientes de la humanidad.”

Tomando la decisión correcta

De modo que tenía que tomar una decisión. Tenía que poner mi vida en armonía con la manera en que Dios ve el matrimonio. (Heb. 13:4) Tenía que dejar a este hombre que está casado legalmente con otra mujer. Pero, ¿cómo podría hallar el valor para ello? Le temía. Él había amenazado con matarme si lo volvía a dejar. Hasta había amenazado causarle daño a la Testigo que estudiaba conmigo.

La bondadosa Testigo siguió fortaleciéndome con la seguridad de que Jehová promete ayudar a los que se esfuerzan por aplicar en su vida Sus principios justos. (Sal. 34:7) Me instó a orarle a Jehová pidiendo su ayuda. Aprecié su consejo y procedí como ella dijo, pero todavía la situación parecía tenebrosa. Entonces un día súbitamente recordé que todavía tenía algo del polvo que me había dado el espiritista. Inmediatamente me deshice de él.

Ahora las cosas comenzaron a cambiar. Había tomado una decisión. En nuestro siguiente estudio le dije a la Testigo: “Sé que tengo que dejar a este hombre para poner mi vida en armonía con lo que Dios espera. Estoy resuelta a hacer esto. ¿Podría ayudarme usted a encontrar una casita para mí y para mis seis hijos?” Ella me aseguró que haría cuanto pudiera por ayudar.

Pronto estuvo disponible una casa. Mientras empacaba nuestra ropa, llegó a casa mi compañero consensual. No podía creer que realmente lo estaba dejando. Cuando vio lo fuerte que era mi decisión comenzó a hacer muchas promesas acerca de una vida mejor juntos. Permanecí firme en mi resolución. Solo pudo haber sido porque Jehová me estaba ayudando. Insistió en que le dejara ver la casa que yo había alquilado, porque no creía que realmente tuviera una.

Esa misma noche vino a mi casa recién adquirida y me suplicó que regresara. Al rehusar yo, se puso a golpearme. No dejé que me intimidara esta vez. Ciertamente Jehová me infundió fuerzas. Y debido a la perturbación que causó la golpiza el dueño de la casa echó de la propiedad a las fuerzas a mi ex-compañero y le prohibió que volviera. Mientras tanto yo seguía orando a Jehová para que me ayudara a mantenerme firme. Jamás me ha fallado.

Resultado de felicidad

¡Qué alivio sentí al estar viviendo al fin en armonía con los requisitos de Jehová! ¡Qué felices y agradecidos quedaron mis hijos de que yo hubiera tomado esta decisión! Sus vidas habían sido afectadas muchísimo por las constantes riñas y golpizas. Ahora estaban llenos de un contentamiento y felicidad interiores que yo podía discernir fácilmente como madre.

Había problemas, por supuesto. Ahora tenía que ganarme la vida para mi familia. Felizmente, pude hacer arreglos para trabajar entre las ocho de la mañana y las dos de la tarde. Esto quería decir que podía estar con mis hijos cuando llegaban de la escuela. Asistíamos a las reuniones bíblicas de los testigos de Jehová como grupo y realmente estábamos unidos como familia en adorar a Jehová.

De vez en cuando encontraba a mi anterior “esposo” cuando iba al trabajo o de compras. Cuando se ponía a hablarme, yo le oraba silenciosamente a Jehová pidiéndole fuerzas, y siempre trataba de darle un testimonio acerca de cómo Dios ve el matrimonio u otros principios bíblicos para el vivir.

Ahora al reflexionar en aquel día en que comencé a aprender cómo Dios ve el matrimonio, me doy cuenta de que aquel día me puso frente a frente con el mayor reto que he encontrado en mi vida hasta ahora. Todavía recuerdo qué difícil decisión fue aquélla... una decisión que envolvió cambios tan drásticos. Pero hoy debo confesar que la felicidad presente de la cual disfruto yo y de la cual disfrutan mis hijos por mucho excede a las dificultades por las cuales hemos pasado.

Jehová ha sido una fuente de fortaleza, y solo por medio de él pude haber obtenido la fortaleza necesaria para tomar la decisión correcta y permanecer firmemente en ella. ¡Cuánto agradezco el que Jehová haya provisto a sus siervos en estos “últimos días” para ayudar a gente como yo a cambiar su modelo de vida y conformarse a la manera correcta en que él ve el matrimonio!

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