“Tu palabra es la verdad”
¿Le da usted prioridad a la oración?
PRIORIDAD se define como “anterioridad de una cosa respecto de otra, o en tiempo o en orden.” Durante la II Guerra Mundial el término “prioridad” se usó mucho; todas las industrias que eran vitales para el esfuerzo bélico recibieron prioridad.
El dar prioridad a la oración, pues, significa reconocer su importancia. Significa obtener tiempo para ella tomándolo de otras cosas de menos importancia.
Hoy los ministros cristianos a menudo oyen la queja de que la gente está demasiado ocupada hasta para escuchar el mensaje del reino de Dios. Pero, ¿están todas estas personas realmente demasiado ocupadas para escuchar un breve sermón bíblico? ¡De ninguna manera, si tuvieran el deseo! Todo es asunto de lo que les parezca más importante. Muchos le dan prioridad al entretenimiento porque son “amadores de placeres más bien que amadores de Dios.”—2 Tim. 3:4.
En esto hay una lección para el cristiano dedicado cuando se trata de la oración. Si usted es cristiano dedicado, usted, por supuesto, sabe que debe hacer disponible el tiempo para la oración; que debe tomar tiempo para orar antes de cada comida; que debe comenzar y terminar cada día con oración a su Hacedor así como orar en otras ocasiones. Pero, ¿lo hace siempre, o se encuentra yendo a trabajar por la mañana sin primero haber tomado tiempo para hablar con Dios, para darle gracias por el descanso de la noche, por la luz de otro día, y por todas las bendiciones que hay delante de usted, tanto espiritual como materialmente, sin mencionar el pedirle a Dios sabiduría y fuerzas para el día y su bendición sobre los intereses de Su obra en todo el mundo?
Es verdad que al prepararse para trabajar hay ciertas cosas que sencillamente tienen que hacerse: bañarse o lavarse, peinarse y quizás afeitarse; comer un bocado y salir a tiempo para alcanzar el autobús... usted sabe que éste no espera. Estas cosas son esenciales para ‘proveer cosas excelentes a la vista de todos los hombres.’ (Rom. 12:17) Puesto que hace estas cosas necesarias día tras día, para ahora usted sabe cuánto tiempo se necesita. Por eso, ¿no podría levantarse un poco más temprano para tener algún tiempo cada mañana para hablar con Dios y por lo menos considerar brevemente el texto bíblico del día y su comentario según se publican en el Anuario de los Testigos de Jehová? Al proceder así, estaría prestando atención al consejo del apóstol de estar “comprándose todo el tiempo oportuno que queda, porque los días son inicuos.”—Efe. 5:16.
Jesucristo, el Hijo perfecto de Dios, cuando estuvo en la Tierra apreció el valor y la necesidad de la oración. Los Evangelios nos dicen que al tiempo de su bautismo oró, que pasó noches enteras en oración, y que repetidas veces oró en el último día de su ministerio terrestre. Y enseñó a sus seguidores a orar y los instó a ello diciendo: “Manténganse alerta y oren de continuo.”—Mat. 26:41.
A lo que se reduce este asunto de dar prioridad es a estar conscientes de nuestras necesidades espirituales. (Mat. 5:3) Necesitamos hablarle diariamente a Dios. ‘Necesitamos reconocerlo en todos nuestros caminos, a fin de que tengamos su dirección para nuestras sendas.’ (Pro. 3:5, 6) Debemos tener presente continuamente el principio que se da en Salmo 127:1: “A menos que Jehová mismo edifique la casa, de nada vale que sus edificadores hayan trabajado duro en ella. A menos que Jehová mismo guarde la ciudad, de nada vale que el guarda se haya quedado despierto.” Sí, es necesario que continuamente estemos conscientes del hecho de que ‘nuestros tiempos están en la mano de Dios.’—Sal. 31:15.
La oración es la mejor manera de mantenernos cerca de Jehová Dios, nuestro Hacedor, nuestro Dador de vida, nuestro Sostenedor y nuestro Juez. La oración puede ayudarnos a andar modestamente con nuestro Dios. (Miq. 6:8) Al grado que ‘persistamos en la oración,’ a ese grado Jehová Dios estará cerca de nosotros. (Rom. 12:12; 1 Tes. 5:17) Y a ese grado se nos fortalecerá en dos de los aspectos más vitales de nuestra vida cristiana. ¿Cuáles?
Por una parte, mientras más cerca vivamos de Jehová Dios por la oración, más temeremos el desagradarle. Ese temor es el principio de la sabiduría, porque nos ayudará a alejarnos del mal, sí, nos fortalecerá para resistir la tentación. Y por otra parte, mientras más cerca vivamos de Jehová Dios, más llegaremos a conocerlo y amarlo y más celo tendremos para guardar sus mandamientos, porque eso es lo que significa el amor de Dios, tal como lo muestra el apóstol Juan.—Pro. 8:13; 9:10; 1 Juan 5:2, 3.
Si de veras le damos prioridad a nuestras oraciones a Jehová sobre otros asuntos, entonces tendremos tiempo para incluir alabanza y acción de gracias, y no las circunscribiremos solo a pedirle cosas a Dios. Los salmos nos suministran buenos ejemplos en cuanto a esto, porque aunque, hablando estrictamente, son canciones, muchos de ellos son también, esencialmente, oraciones de alabanza y acción de gracias así como peticiones.
Por ejemplo, el Salmo 136 nos manda: “Den gracias a Jehová, porque él es bueno: porque su bondad amorosa es hasta tiempo indefinido; den gracias al Dios de los dioses . . . den gracias al Señor de los señores. . . . Den gracias al Dios de los cielos.”—Sal. 136:1-3, 26.
Y al venir a Jehová Dios con peticiones, solicitudes y súplicas, jamás seamos tan atrevidos que nos hallemos exigiendo o mandando a Dios. Jamás se nos halle predicándole o sermoneándole. No, somos mendigos, y nuestra actitud tiene que ser igual que la de Jesús, quien dijo: “No como yo quiero, sino como tú quieres.”—Mat. 26:39.
Si le damos prioridad a nuestras oraciones podremos presentar nuestras peticiones con razones para que Dios nos conceda nuestra solicitud. Puede ser porque su nombre está envuelto en el asunto, o porque sabemos que él es un Dios que se deleita en la misericordia, la justicia y la bondad amorosa. (Éxo. 34:6, 7; Dan. 9:16-19) O podemos pedir perdón porque hemos heredado el pecado de nuestros padres, tal como lo hizo el rey David.—Sal. 51:1-5.
Y cuando oremos usemos palabras y lenguaje selectos, recordando a quién le estamos hablando... al Altísimo, al Gobernante Soberano del universo. El reconocer este hecho también hará que vayamos a él con verdadera humildad y con el mayor respeto posible. Y al hacer nuestras solicitudes jamás ‘digamos las mismas cosas repetidas veces,’ como hace la gente que no cree en la Biblia.—Mat. 6:7.
Tampoco seamos como el anciano que oró: “Dios, bendíceme a mí y a mi esposa, a mi hijo Juan y a su esposa; a nosotros cuatro y a nadie más.” No; abarquemos más. Queremos orar por la santificación del nombre de Dios, por la venida de su reino, y por que se efectúe su voluntad en la Tierra. También queremos recordar el bienestar de ‘la entera asociación de nuestros hermanos’ por todo el mundo.—1 Ped. 5:9; Mat. 6:9, 10.
Si reconocemos que lo que la Palabra de Dios dice es la verdad, le daremos prioridad a la oración, jamás la desatenderemos. Abarcaremos tanto en nuestras oraciones como debemos abarcar y las expresaremos con las palabras excelentes que merecen.