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  • El modo elevado de vivir
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¡Despertad! 1971
g71 8/9 págs. 21-23

El modo elevado de vivir

POR EL CORRESPONSAL DE “¡DESPERTAD!” EN BOLIVIA

PARA la gente del altiplano de Bolivia el ‘vivir en un nivel elevado’ es asunto cotidiano.

Ahora bien, si usted es como la mayoría de la gente, cuando llega al aire ralo a altura mucho mayor de 1.600 metros comienza a sentirse algo aturdido, hasta mareado. Pero aquí, en esta meseta elevada a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar, casi dos terceras partes del número de habitantes viven y trabajan cómodamente... con la cabeza un poco ‘en las nubes,’ y con los pies en tierra firme.

El altiplano es una meseta ancha y plana, que se extiende entre cordilleras escarpadas de los Andes descollantes. La meseta, barrida por el viento y árida, casi no tiene árboles. Sin embargo tiene su propia belleza extraordinaria. Aquí en el aire enrarecido la luz parece diferente... tan brillante, haciendo que los colores resalten con una claridad que no se ve en tierras situadas en altitudes inferiores. Para estos bolivianos, así como para sus antepasados por siglos pasados, ésta es su casa, y les agrada su modo elevado de vivir.

Lo que no se encuentre en el altiplano en cuanto a verdor o variedad, la gente lo compensa con su indumentaria llena de colorido. Los ponchos, frazadas de lana cuadradas y grandes, con una abertura en el medio para que entre la cabeza, son una prenda exterior de vestir de los varones que se usa con regularidad. Sandalias de hechura casera probablemente tengan suelas cortadas de neumáticos de autos desechados. Para las mujeres, las polleras de colores brillantes, faldas recogidas en la cintura y anchas en la base, alcanzan una longitud normal que está a la mitad entre la rodilla y el tobillo, sea joven o vieja quien se las ponga. Algunas de las cholas (mujeres de linaje mixto español e indio) quizás lleven cinco, seis o hasta diez faldas, una sobre la otra. En la espalda llevan un saco cuadrado de material tejido en el cual quizás lleven un bebé, o alguna ropa de cama, o productos que se estén llevando al mercado. Con las manos libres, al caminar las mujeres pueden hilar lana de oveja o llama, utilizando un huso sencillo.

¿De qué parte del país son? Por lo general sus sombreros lo indican. Las cholas que viven en las ciudades de La Paz y Oruro o alrededor de ellas llevan un sombrero de tipo hongo de color café, café con leche o negro. Las de la zona de Cochabamba llevan sombreros de paja dura esmaltados en blanco con una copa alta, atados en la base con un listón negro. ¿Las mujeres que no tienen sombreros? Probablemente son de Sucre, en la parte central del sur de Bolivia.

Sin importar de dónde sean, nunca tienen que preocuparse en cuanto a modas anticuadas... pues este modo de vestir ha subsistido básicamente igual por siglos. Y todavía es atractivo.

Pocos lugares igualan a los mercados bulliciosos en cuanto a vida y color. Las cholas se sientan en cuclillas o entronizadas con sus artículos y mercancías amontonados en torno de ellas. Las frutas y las hortalizas forman pequeñas pirámides nítidas. Las compradoras regatean con las vendedoras, que jamás esperan que se les pague el primer precio que dan. Cuando se efectúa la compra, las vendedoras siguen la costumbre latinoamericana de dar la yapa (o ñapa)... el puñado adicional de cualquier producto que se compra. Si sucede que uno es su primer cliente de la mañana, los esfuerzos por vender serán estrenuos. La superstición dicta que el primer cliente tiene que comprar algo o el negocio será malo todo ese día. Quizás besen el dinero de la primera venta, por el momento idolatrándolo por lo que se supone que traerá de buen negocio.

Cerca de allí hay muchachitos jugando con juguetes sencillos. Cápsulas de botellas, pacientemente aplanadas con una piedra, se usan en un juego similar al de las canicas. Aquí viene un muchachito con algo más elegante... un camioncito formado con unas latas de sardina, con carretes de hilo vacíos como ruedas y una cuerda para halarlo.

Cholitas, quizás de cinco o seis años de edad, juegan con muñecas de trapo hechas por las manos amorosas de sus madres. Como sus madres, llevan una indumentaria chola completa, incluso el saco en la espalda, quizás lleno de carozos, palitos o trapos... cualquier cosa que haga parecer que ellas también están llevando su propia carguita.

Cosas sencillas en comparación con lo que tienen muchos muchachos y muchachas en países industrializados. Y sin embargo estos niños obviamente están felices mientras juegan.

Explorando el altiplano

La mayoría de los visitantes a Bolivia aterrizan en La Paz, conocida extensamente como “la capital más elevada del mundo” (aunque Sucre realmente es la capital oficial). Volando desde el norte, uno puede obtener una vista del resplandeciente lago Titicaca, con sus aguas de extraordinario azul intenso que reflejan el cielo limpio y despejado. Estando a 3.810 metros sobre el nivel del mar, este cuerpo de agua de 222 kilómetros de longitud es el más alto lago navegable de la Tierra.

Al sudeste descuella cubierto de nieve, el monte Illimani, el más grandioso de todos los picos de Bolivia. Y a miles de metros más abajo de su cúspide, en una profunda barranca angosta, está La Paz.

Para los que viajan por tierra el acercamiento a La Paz suministra una vista igualmente sensacional. Pues, casi hasta que uno llega a ella, la ciudad está escondida, ocultada de la vista. Entonces súbitamente en cierto punto del camino uno mira hacia abajo y allí, bañada con brillante luz del Sol, la ciudad se extiende como si fuera en el hueco de un cráter en forma de terraza.

La mayoría de las personas quedan satisfechas con solo ver algunas de las principales ciudades de “allá arriba” en Bolivia, como La Paz, Cochabamba y Sucre. Pero un viaje al interior del altiplano puede ser remunerador... si usted se interesa en la gente y en obtener discernimiento de los diferentes modos de vivir de la gran familia humana de la Tierra.

Modo de vivir

Considere el pequeño poblado donde viven una pareja que se llama Desiderio y Francisca y sus seis hijos... hogares sencillos, la mayoría de ellos de solo una habitación, con paredes de adobe, techo de paja y piso de tierra pisoneada. Esta casa más grande que otras es la de Desiderio. Realmente tiene una habitación principal con varias estructuras de adobe separadas construidas a su alrededor, todas conectadas. En el centro hay un patio de tierra con su propio pozo.

“¡Entre! ¡Entre!” dicen, y uno entra. Los muebles son muy modestos. Un artículo interesante es la cola de vaca que pende debajo del espejo en la pared. ¿Para qué sirve? Obviamente, para encajar en ella el peine que está allí. Las camas sencillas tienen aislamiento de piel de oveja, que mantiene abrigada a la familia cuando los vientos del altiplano soplan fuertemente en las noches frías del invierno. No hay electricidad, y si uno pasa la noche con ellos descubre que se levantan al despuntar el alba para no desperdiciar ninguna de las preciosas horas del día. ¿Todavía siente un poco de sueño? Un lavado rápido en la palangana que está junto al pozo en el patio se encargará de eso... especialmente si es invierno y uno tiene que romper primero el hielo.

Ahora se puede comprender por qué un sitio favorito es la cocina, una estructura junto a la habitación principal, pero separada de ésta. Francisca está allí sentada delante de su estufa pequeña de adobe, cuyo fuego es alimentado con estiércol seco de llamas, vacas u ovejas. A la hora de las comidas toda la familia se reúne en el calor de la cocina acogedora, aunque algo humeante. ¿El menú? Quizás algo de la deliciosa carne de llama con arroz preparada por Francisca, seguida de sopa. Pero para usted, tal vez prepare un bocado especial: cabeza de oveja. Primero se quitan los cuernos con un golpe fuerte contra una roca, se pela la cabeza y entonces se cuece como está... de modo que ahora se coloca en el plato enfrente de usted; los globos de los ojos, los dientes, la nariz y las orejas, todo está allí. Quizás junto con ella usted pueda tener un alimento más conocido... papas. Pero aquí en el altiplano cultivan más de 112 variedades diferentes de estas papas o patatas. Y a menudo se preparan como chuño, alternadamente congeladas y secadas por exposición al aire frío de la noche y la calurosa luz del Sol y luego libradas por compresión de toda humedad que quedara. “No se añaden preservativos”... ¡no se necesitan! De esta manera se conservan casi indefinidamente.

Gente que vale la pena conocer

Pronto uno descubre que sus anfitriones no son gente común. Desiderio explica por qué a menudo se levanta a las cinco de la mañana. Resulta que él y su familia son testigos de Jehová; forman parte de una congregación pequeña en esta zona. En su obra educativa bíblica, a menudo conducen estudios de la Biblia muy temprano por la mañana con las personas a quienes les interesa antes de que los quehaceres cotidianos ocupen todo el tiempo de los estudiantes. Hasta Julia, la hija de once años de Desiderio, que con regularidad lleva las ovejas y llamas de la familia a pastar, conduce cuatro de esos estudios bíblicos con unos niños de su misma edad... pastoreando así “ovejas” (o “corderos”) de otra clase.

Diferentes indumentarias y costumbres, modos sencillos de hacer las cosas y gustos sencillos... sí, pero la gente es gente en toda la Tierra. Y aquí uno puede ver lo saludable y feliz que es una familia cuando el efecto elevador de la Palabra de Dios opera en sus vidas. Hasta el pequeño Adrián, de cuatro años de edad, que por lo general permanece cerca de mamá en la cocina, ha aprendido de memoria varios cánticos del libro de cánticos que usa la familia, cánticos con temas bíblicos, y los canta para uno con gusto... haciéndose un poco de rogar al principio.

Es verdad que en el altiplano uno puede ver a muchos de los cholos con un aspecto desapasionado, algo embotado, en el rostro. Esto quizás se deba a la práctica que muchos tienen de masticar hojas de coca que contienen el narcótico cocaína. Creen que esa planta tiene poderes mágicos. Embota sus sentidos a sensaciones de frío o hambre. Pero los testigos de Jehová aquí, como en todos los países, se consuelan más bien con las promesas alentadoras de la Biblia. Y encuentran que el privilegio de mostrar amor a sus vecinos por medio de la obra de educación bíblica es un rasgo estimulante y enriquecedor en sus vidas. A pie o en bicicleta abarcan entusiásticamente una zona extensa con buenas nuevas acerca del gobierno justo de Dios, el Reino. Esto, y no simplemente la pura altitud, es lo que hace de su vida en el altiplano verdaderamente un “modo elevado de vivir.”

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