La limpieza es lógica
LOS humanos por naturaleza tenemos un sentido de belleza, un amor y hambre de belleza. Este es el don del Creador. Él no solo ha dado esto, sino que ha suministrado oportunidades interminables de satisfacer esa hambre. El hogar del hombre, la Tierra, tiene hermosos ríos y lagos, montañas y valles, árboles y flores; hay pájaros, peces y bestias del campo notablemente hermosos. Belleza superlativa se encuentra entre los humanos mismos.
De concierto con la belleza está la limpieza. La suciedad oscurece la belleza. ¡Qué deleitablemente fresco y limpio parece todo después de un copioso chubasco! Aun entre muchos animales se ve que se acicalan ellos mismos para mantener limpia y lustrosa su piel, mientras que las aves limpian y componen sus plumas. Los peces, por supuesto, no se ‘bañan,’ pero en los mares hay muchas criaturas que viven limpiando a otras criaturas marinas de parásitos o excrecencias infecciosas, y las criaturas beneficiadas así reciben con regocijo esta atención. Los científicos llaman a este arreglo “simbiosis.”
Sin embargo, especialmente entre los humanos la limpieza es un factor en la belleza. El rostro humano siempre es interesante, a menudo hermoso. Lo mismo puede decirse de las manos y otras partes del cuerpo. Pero la suciedad puede robarles su belleza. La ropa, además de suministrar abrigo y calor, acrecienta la apariencia de uno... pero solo si está limpia y es de buen gusto.
Actitudes modernas para con la limpieza
Hoy algunas personas consideran la apariencia descuidada como la moda del momento. Una de las señales inequívocas de la juventud rebelde es el menosprecio a la nitidez y la limpieza. Frustrados con el mundo en que viven, expresan su actitud por el cabello desaliñado, la ropa desordenada y los cuerpos sucios.
Sin embargo, no solo entre los jóvenes hay un descuido e indiferencia crecientes en cuanto a mantener limpias, ordenadas y presentables las cosas. En muchas de las ciudades más grandes a la gente le importa cada vez menos la apariencia de sus casas, sus autos, sus calles. En algunas zonas, por supuesto, los hogares y otros accesorios todavía parecen nítidos y limpios. Pero las encuestas muestran que no toda la gente que da atención cuidadosa a sus autos y casas muestra igual interés en lo que se refiere a las cosas que sus vecinos no pueden ver. ¿Qué se quiere decir con esto? Quizás rara vez se bañen, y los calcetines y la ropa interior quizás lleguen a estar muy sucios antes de ser cambiados.
La limpieza se acerca a santidad
En un tiempo, especialmente en los países anglosajones, muchas personas se suscribían al dicho de que “la limpieza se acerca a la santidad.” Ahora, debido a la contaminación esparcida, algunos cambiarían este dicho a “La limpieza se acerca a lo imposible.” Pero la importancia de la limpieza no debe tomarse a la ligera. Considerando mucho más que su conexión inseparable con la belleza, el cristiano debe estar interesado en la limpieza debido a la actitud de Dios para con ésta.
Es cierto que la mayoría de las declaraciones bíblicas en cuanto a la limpieza están relacionadas con limpieza espiritual, limpieza en un sentido religioso y moral. Así, pues, la Palabra de Dios se refiere a objetos paganos de adoración como “ídolos estercolizos,” y en cuanto a esa contaminación espiritual a los siervos de Dios se les manda: “No toquen nada inmundo; . . . manténganse limpios, ustedes los que llevan los utensilios de Jehová.” (1 Rey. 15:12; Jer. 50:2; Isa. 52:11) A los cristianos se les exhorta a limpiarse “de toda contaminación de la carne y del espíritu.” (2 Cor. 7:1) También, de los santos de Dios se dice que están simbólicamente vestidos de “lino fino, brillante y limpio,” en representación de sus actos justos.—Rev. 19:8.
Pero estas expresiones en cuanto a la limpieza espiritual y moral tendrían poca fuerza y poco impacto si la limpieza física fuera de poca importancia para Dios. Por implicación estas exhortaciones a la limpieza espiritual muestran que Dios espera y requiere limpieza física también. De hecho, la mayoría de las referencias de la Biblia a la limpieza física se da con relación a la adoración formal que rendía a Dios su pueblo Israel. El bañarse era obligatorio para los sacerdotes, tan importante que el descuidarlo se castigaba con la muerte. Para otros, la limpieza ceremonial a menudo requería el lavar o bañar el cuerpo. El saneamiento en lo que toca a fuentes de agua recibía atención especial, y en la legislación se incluían salvaguardas contra la contaminación, como por cuerpos muertos. Los desperdicios del cuerpo humano tenían que cubrirse con tierra. Se ve la sabiduría de Dios en todo esto. Su propia santidad lo requiere.—Éxo. 30:17-21; Lev. 11:35, 36; 15:1-11; Deu. 23:12-14.
Salud y consideraciones prácticas
Aparte del amor a la belleza dado por Dios y el sentido que uno tiene de lo correcto de las cosas, la limpieza también es lógica debido al factor de la salud. La falta de limpieza puede resultar en enfermedades. La hepatitis infecciosa y muchas otras enfermedades son diseminadas en gran parte por el agua sucia. ¡De hecho, el aumento en la duración de la vida en muchos países en tiempos modernos se ha atribuido más al saneamiento que a la ciencia médica! En su libro The City in History, el bien conocido autor Lewis Mumford dice que, más bien que el advenimiento de la llamada civilización moderna, el “esparcimiento del hábito de usar jabón y agua podría explicar la disminución en la mortalidad infantil antes del siglo diecinueve.”
Cuando se descuida la limpieza el resultado puede ser, no solo el esparcimiento de virus y bacterias, sino también el de sabandijas como los piojos, las chinches y las cucarachas. Estos insectos pueden ser portadores de enfermedades; se dice que las chinches llevan unas treinta diferentes enfermedades. El descuido al almacenar alimento o en cuanto a deshacerse de la basura hace que los roedores, como los ratones y las ratas, se multipliquen. Estos también son portadores de enfermedad así como saqueadores de alimento. Para evitar esto, almacene cuidadosamente los abastecimientos alimenticios, mantenga las latas de basura bien tapadas sin derramar alimento en el exterior.
Además hay el aspecto práctico de la limpieza. Un hogar nítido y limpio produce más placer y satisfacción, es más fácil hallar lo que uno busca, y se ahorra tiempo y se evitan irritaciones. La ropa limpia no solo da mejor sensación; dura más.
Pensando en otros
Una razón principal por la cual la limpieza es lógica es que puede impedir que uno ofenda innecesariamente a otros. Aunque no siempre reduce la duración de vida de uno, el desatender la higiene personal puede causar olores desagradables que a menudo ofenden mucho a otros. Quizás se necesiten desodorantes o perfumes en algunos casos, pero nunca como ‘encubridores’ por falta del baño sencillo. También, el pelo desaliñado, la ropa desordenada y la piel sucia irritan a muchas personas cuyo pundonor les exige ser limpias y aseadas ellas mismas. ¿Por qué ofenderlas? Debemos hacer a otros lo que quisiéramos que nos hicieran. Naturalmente preferimos que otros no nos ofendan; no debemos ofender innecesariamente a otros por hábitos personales indeseables.—Luc. 6:31.
Los padres deben empezar temprano a enseñar a sus hijos el valor y la importancia de mantenerse limpios físicamente. Se les debe ayudar a desarrollar aprecio a la belleza de las cosas que se mantienen limpias. Aun expresiones sencillas como: “¡Mira qué bonita se ve esta camisa limpia!” o “¡Huele qué fragante está esta frazada limpia!” lograrán mucho para el punto de vista de los niñitos. Donde lo permitan las circunstancias, se les debe enseñar que las manos y la cara limpias son una necesidad imprescindible antes de sentarse a comer, antes de acostarse y antes de ir a la escuela o a una reunión cristiana. Se puede hacer un llamamiento a su amor a sus padres mostrándoles que el no mantener la ropa y cuartos nítidos y limpios significa más trabajo para la madre y más gasto para el padre. Las manos deben estar limpias, también, al manejar libros, especialmente libros como la Biblia. Los hábitos que se formen temprano en armonía con esto rendirán buen servicio durante toda la vida.
Un principio que debe tenerse presente es el que aplica a los superintendentes cristianos, a saber, que deben tener “excelente testimonio de los de afuera.” Todos los cristianos, de hecho, deben tener un testimonio excelente de la gente de afuera en cuanto a su limpieza corporal y personal así como en cuanto a la nitidez, limpieza y orden de sus hogares. Por supuesto, la norma de limpieza varía en diferentes partes de la Tierra. Pero, sea como sea, los cristianos deben ser dechados en este respecto, y donde la norma prevaleciente sea dolorosamente baja, ellos deben, por su propio proceder, estar mostrándole a la gente un mejor camino.—1 Tim. 3:7.
En particular cuando vaya a los hogares de la gente a extenderles la palabra de vida, el cristiano debe querer ejercer cuidado para siempre causar buena impresión en cuanto a su apariencia personal. Quizás su ropa no sea de la última moda; quizás sea sencilla y modesta, pero puede ser limpia. Parece que no hay excusa alguna para ponerse una camisa sucia mientras se participa en ese ministerio. Y dependiendo del suelo que uno pise, los zapatos también deben verse presentables. Obviamente, cuando las calles del territorio de uno están muy polvorientas o lodosas, la apariencia de los zapatos de uno no siempre puede ser brillante y lustrosa.
Sí, la limpieza es lógica y por más de una buena razón. Hay la razón estética, debido al hambre y amor innatos de belleza de uno, con lo cual la limpieza anda de concierto. También hay el asunto de la salud y la higiene; los baños en sí quizás no hagan que uno viva más, pero pueden impedir que uno ofenda innecesariamente a otros. Y, en lo que toca a nosotros, debemos esforzarnos por tener buenas relaciones con los que nos rodean. Debemos querer causar buena impresión y poner un ejemplo excelente. La limpieza nos ayudará a hacer eso. Por supuesto, todo esto tiene fuerza adicional para el que es embajador del reino de Dios.