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  • ¡Si nuestros pulmones hablaran!
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¡Si nuestros pulmones hablaran!

¡QUÉ interesante relato podrían contar nuestros pulmones... si hablaran! No solo podrían mencionarnos algunos hechos pasmosos acerca de su tamaño y diseño delicado, sino que también podrían describir cómo funcionan, y la lucha que a veces tienen que librar para mantenernos vivos. Pero puesto que nuestros pulmones no pueden hablar, tendremos que obtener su relato fascinante de investigadores externos.

Uno puede sobrevivir sin alimento por semanas. Algunos han ayunado cuarenta o cincuenta días. Y uno puede pasarla sin agua por días, como les ha sucedido a marineros que se han visto en naufragios en medio del océano salado. Pero no puede vivir por más de unos cuantos minutos sin respirar. Así de importantes son para nosotros nuestros pulmones.

Casi toda la gente da por sentados sus pulmones, y, para muchísimas personas, funcionan silenciosa y eficazmente la mayor parte del tiempo, desde la cuna hasta la tumba. De hecho, cuando nuestros pulmones atraen nuestra atención ya estamos en dificultades. Por eso sería mejor pensar algo en ellos y cuidarlos antes que sea demasiado tarde.

Nuestros pulmones son dos órganos cónicos o piramidales que pesan aproximadamente seiscientos gramos cada uno en los adultos. En los hombres equivalen a una trigésima séptima parte del peso del cuerpo, en las mujeres a una cuadragésima tercera parte. Nuestro pulmón derecho consta de tres secciones o lóbulos; el pulmón izquierdo solo tiene dos lóbulos debido al espacio que ocupa el corazón en el pecho. Cuando nacemos, nuestros pulmones son de color blanco que tira a rosado, pero con el transcurso de los años llegan a verse de color gris moteado y pizarreño, y en la vejez quizás hasta muestren manchas negras. Aunque nuestros dos pulmones pueden retener de seis a siete litros de aire, esto no significa que sean órganos grandes y huecos, semejantes a fuelles. Si uno los partiera, vería que se asemejan algo a esponja de espuma de caucho.

El aire que uno inhala entra en la nariz y la boca y luego fluye por faringe, laringe y tráquea. La tráquea se ramifica en dos tubos conocidos como los bronquios, que entran en la parte trasera de cada pulmón aproximadamente a la mitad. La tráquea y los bronquios están rodeados de fuertes anillos de cartílago para que ningún aplastamiento por objetos externos pueda impedir que el aire fluya a los pulmones.

Al llegar a los pulmones, las dos ramificaciones o bronquios principales se dividen en cuatro ramificaciones, estas cuatro en ocho, y así sucesivamente por unas veinte veces más hasta que hay un millón o más de estas ramificaciones diminutas conocidas como bronquiolos. El más pequeño de éstos tiene un diámetro de solo la cuarta parte de un milímetro. En la punta de los bronquiolos hay sacos de aire con diminutas proyecciones en forma de copa que son conocidos como alveolos. Por todos nuestros pulmones hay hasta 300 millones de éstos; algunos calculan que puede haber hasta 750 millones. Estos diminutos alveolos, si se extendiesen sobre un plano, abarcarían un área de setenta y cinco metros cuadrados o más.

Cada uno de estos diminutos alveolos está cubierto de una red de vasos capilares. A través de las paredes de estos diminutos vasos capilares el oxígeno se pone en contacto con la sangre de modo que a las células del cuerpo, a su vez, se les pueda suministrar oxígeno con el propósito de producir energía. La hemoglobina de los glóbulos rojos transporta el oxígeno a las células a través del cuerpo. Si se colocaran extremo a extremo, estos vasos capilares se extenderían por centenares de kilómetros. De paso, estos vasos capilares son precisamente lo suficientemente grandes como para que un solo glóbulo rojo pase a la vez.

Por supuesto, el paso en una dirección y la otra del oxígeno y el anhídrido carbónico a través de las paredes, de alveolos a glóbulos, es por una distancia mucho más corta que el papel más delgado que usted haya visto, ¡menos de una milésima de milímetro!

En un año nuestros pulmones inhalan de dos a cinco millones de litros de aire. Cuando están llenos hasta su capacidad, contienen de seis a siete litros de aire. Sin embargo, cuando uno exhala, por lo general quedan dos litros de aire, aunque uno puede exhalar a propósito hasta tal grado que solo le quede un litro de aire. Cuando uno está despreocupado, descansando en un sofá o un sillón reclinable que se adapte a la figura, quizás esté inhalando tan poco como medio litro de aire a la vez, de diez a catorce veces por minuto, o de cinco a siete litros de aire por minuto. Sin embargo, cuando efectúa trabajo pesado o participa en ejercicio vigoroso, uno puede inhalar hasta de 80 a 120 litros de aire por minuto, no tanto por respirar más aprisa, sino por respirar más profundamente.

Para entender cómo nuestros pulmones sirven para suministrarnos aire, tenemos que entender otro hecho acerca de ellos. Cada pulmón está encerrado en una ‘piel’ llamada “pleura” que es impermeable al aire. Es por eso que se puede tomar un pulmón recién removido de un animal e inflarlo como un globo o una pelota de fútbol bombeando aire por su tráquea. No solo eso, sino que cada uno de nuestros pulmones está alojado en una cavidad a prueba de aire que tiene su propia pleura semejante a piel.

Cómo respiramos

Hay dos clases básicas de respiración mediante las cuales se llenan y se vacían nuestros pulmones: voluntaria e involuntaria. Nuestro corazón y nuestro estómago están limitados a la acción involuntaria; uno no puede acelerar o retardar deliberadamente su actividad. Por otra parte, nuestras extremidades, labios y lengua obran más o menos en armonía con nuestra voluntad o los hábitos que uno forme. Pero los pulmones pueden efectuar tanto acciones voluntarias como involuntarias. En la respiración voluntaria uno hace que el costillar se ensanche y el diafragma baje, halando así más aire a los pulmones.

La respiración involuntaria está controlada por un “centro de respiración” en la parte inferior de la sección del cerebro que se conoce como médula. Este estimula al diafragma a contraerse, haciendo que baje y al mismo tiempo haciendo que las costillas se muevan hacia arriba y hacia fuera. El resultado es un vacío relativo, una condición de presión de aire más baja en los pulmones que en el exterior. Esto hala el aire del exterior a los pulmones. Otros centros nerviosos interrumpen con regularidad esta acción de contracción, permitiendo que los músculos del pecho se relajen y echando así a la fuerza el aire de los pulmones.

Interesante es el hecho de que este “centro de respiración” no es activado por falta de oxígeno en los pulmones, sino por la cantidad de anhídrido carbónico que haya en la sangre. Mientras más anhídrido carbónico haya en la sangre, en mayor peligro se halla uno, y por eso el “centro de respiración” acelera el proceso de la respiración para impedir que el contenido de anhídrido carbónico llegue a un punto peligroso. Por lo general solo hay una fracción de 1 por ciento de anhídrido carbónico en el aire al inhalarse éste. Aproximadamente el 21 por ciento del aire inhalado es oxígeno, pero cuando se exhala todavía contiene aproximadamente 16 por ciento. De modo que, como vemos, los pulmones solo remueven aproximadamente una cuarta parte del oxígeno del aire. El anhídrido carbónico aumenta proporcionalmente, de modo que el aire exhalado contiene más de 4 por ciento de anhídrido carbónico.

Acondicionando el aire

Es obvio que, para que los pulmones desempeñen bien su papel, el aire también tiene que estar en la condición precisamente debida. Tiene que estar limpio, tiene que estar húmedo y tiene que estar a la temperatura apropiada. Y para esto el Creador del cuerpo humano le ha suministrado a éste lo que los hombres optan por llamar el “sistema respiratorio superior.” Todos los pasajes a través de los cuales fluye el aire antes de llegar a los pulmones ayudan a satisfacer estas tres condiciones esenciales. La nariz tiene pelos comparativamente largos que atrapan las partículas de polvo más grandes, que pueden estar cargadas de bacterias. Sus pasajes también están forrados de membranas mucosas que están formadas de tal manera que atrapan las partículas pequeñas. Partículas todavía más pequeñas son atrapadas por los cilios, filamentos semejantes a pelos cubiertos de mucosidad en la tráquea que ondulan como trigo en un campo. Este movimiento hace que cualesquier partículas que hayan penetrado avancen gradualmente hacia la garganta, donde pueden ser engullidas o escupidas. Los glóbulos blancos se encargan de toda bacteria diminuta que logra pasar estas defensas.

También hay provisión por diversas glándulas, y por los pasajes húmedos del aire, para dar al aire la cantidad apropiada de humedad. Esto es muy importante, pues el oxígeno y el anhídrido carbónico tienen que estar húmedos antes de que puedan cruzar de una parte a otra entre los glóbulos rojos y los menudos alveolos. Además, el aire también tiene que estar a la temperatura apropiada. Para esto los pasajes del aire están diseñados idealmente para calentar el aire que está demasiado frío, y enfriar el aire que está demasiado caliente; cualquier extremo daña las membranas delicadas de nuestros pulmones. La eficacia prodigiosa del sistema respiratorio superior del cuerpo se manifiesta cuando notamos que debido a esto el hombre puede sobrevivir en el calor tórrido de los desiertos tropicales y en las temperaturas bajo cero de la Antártida.

Mejor prevención que curación

Puesto que nuestros pulmones hacen sentir su presencia solo cuando se encuentran en dificultad, es sumamente prudente el cuidarlos antes de ese tiempo. O, como dice el dicho: “Más vale prevenir que remediar.” Por supuesto, si una persona considera con seriedad su salud, y la condición de sus pulmones en particular, no estará fumando tabaco. El dejar de fumar no solo es bueno para los pulmones, sino también para el corazón y el hígado. Y si uno pudiera escoger vivir donde haya un mínimo de contaminación del aire los pulmones apreciarían eso también.

Entre las cosas que se pueden hacer para que sus pulmones estén en buenas condiciones es encargarse de obtener suficiente ejercicio. Por supuesto, si usted es cartero que entrega correspondencia a pie o es obrero del ramo de la construcción, quizás no necesite pensar mucho en ello; tampoco si sucede que usted es ama de casa con una casa grande y familia que cuidar. Pero si usted es uno de los muchos, muchos trabajadores que se sientan todo el día en una oficina o en un banco de taller, entonces debe pensar algo en obtener ejercicio físico adicional. Ese ejercicio, para que sea de provecho a los pulmones, debe ser suficientemente estrenuo para hacer que usted quede jadeante o respirando profundamente, siempre que, por supuesto, su corazón sea lo suficientemente fuerte para aguantarlo. El subir escaleras en vez de usar el ascensor, salvo cuando está envuelto un gran número de escalones, es una manera de obtener ejercicio sin que envuelva mucho tiempo adicional. El hacerlo un hábito asegurará que se haga con regularidad. Para ser provechoso, el ejercicio tiene que ser regular.

El trotar, una forma relajada, sin apresurarse, de correr, es otra forma de ejercicio popular. Pero la actividad que también estimula la mente puede ser mejor. Entre los deportes menos estrenuos están los de clases como el tenis, el ping pong o tenis de mesa y el nadar. Tampoco debe pasarse por alto el ejercitar nuestros pulmones mediante profunda respiración diafragmática. En vez de respirar profundamente ensanchando el pecho, respire profundamente haciendo bajar el diafragma. Esto será especialmente provechoso para los alveolos que están más abajo. Y en particular es provechoso exhalar tan cabalmente como uno pueda varias veces al día. Correctamente se le ha llamado a esto una “limpieza general” para los pulmones. Dé alguna consideración a respirar profundamente y exhalar vigorosamente cuando descanse en un sofá o cama cuando no esté durmiendo. El proceder así quizás hasta tenga un provecho adicional si desvía su mente de la preocupación, o de espaciarse en agravios u otros patrones de pensamiento dañinos. A menudo el respirar profundamente hace que uno se sienta mejor tanto física como emocionalmente.

Cuando algo anda mal

Hay varias cosas que les pueden pasar a nuestros pulmones. Hay bronquitis, una inflamación de nuestros tubos bronquiales. Se desarrolla la pleurosía cuando se inflama el forro pleural de la cavidad del pecho o la pleura que rodea a los pulmones. Se dice que hay muchas clases de pulmonía, que se distinguen unas de otras por lo que está envuelto o por la clase de infección. Las condiciones económicas y el ambiente pueden hacer más susceptible a una persona a la tuberculosis. Parece que, tal como el cáncer de los pulmones está aumentando, también está aumentando el enfisema pulmonar. ¿Qué es enfisema pulmonar? Es el resultado final de varios padecimientos de las vías respiratorias, como el asma, en que los diminutos alveolos se dilatan tanto que se daña su función. El paciente de enfisema tiene dificultad en arrojar el aire que ha inhalado. El resfriado común, la fiebre de heno, el asma y la sinusitis también son enfermedades que afectan los pulmones.

Hay muchos remedios para estas diversas clases de padecimientos, tanto ortodoxos como heterodoxos, hablando en términos de medicina, y el mejor proceder parece ser considerarlos con mente imparcial, ya que ningún sistema parece suministrar todas las respuestas. Pero como se ha notado antes, la prevención es el mejor proceder. Dé alguna consideración a hábitos prudentes de vivir mientras todavía disfruta de buena salud y antes que sus pulmones le llamen dolorosamente la atención. Si es posible, opte por un ambiente sano en el cual trabajar y vivir, uno que tenga la menor contaminación del aire. No fume tabaco; no abuse de las bebidas alcohólicas. Evite excesos, ya sea comiendo, trabajando o buscando placer. Aprenda a ser moderado en todo y a estar contento con las cosas necesarias... alimento, ropa y abrigo. Sí, “es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con el bastarse con lo que uno tiene. Porque nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna.”—1 Tim. 6:6-8.

[Ilustración de la página 17]

Nuestro pulmón derecho tiene tres secciones o lóbulos, el izquierdo tiene dos. El interior de nuestros pulmones es semejante a esponja de espuma de caucho con millones de menudos sacos de aire, cubiertos de vasos capilares. Esto permite un intercambio de oxígeno y anhídrido carbónico a través de la pared de los sacos de aire

A—Sangre del corazón con anhídrido carbónico

B—Sangre al corazón con oxígeno

C—Sacos de aire cubiertos de vasos capilares

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