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¡Despertad! 1972
g72 22/1 págs. 25-26

Gibraltar... más que símbolo de fortaleza

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Marruecos

COMO centinela que guarda la entrada occidental del mar Mediterráneo se levanta un enorme peñón... el famoso Peñón de Gibraltar. Ha llegado a estar tan estrechamente asociado con la cualidad de fortaleza que, siempre que se le menciona, inmediatamente se recuerda la expresión: “Tan fuerte como el Peñón de Gibraltar.”

Pero Gibraltar es más que un peñón fuertemente fortificado. También es el hogar de muchas personas. Aun desde antes del primer siglo de nuestra era común hay registro de que fue ocupado por los fenicios, griegos, cartagineses y romanos; y los romanos cedieron su posesión a los godos invasores en el siglo quinto E.C.

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En 711 E.C. Tarik-ben-Zeyad condujo a unos 12.000 moros a la captura de aquella estratégica ciudadela. Los moros la llamaron “Gebel-Tarik” (montaña de Tarik) en honor de su líder. Con el tiempo el nombre se corrompió a “Gibraltar.”

Seiscientos años después la ocupación por los moros fue interrumpida cuando España se apoderó del Peñón en 1309. El rey Fernando IV de Castilla expidió un decreto preparado con el propósito de estimular a la gente a establecerse allí. El decreto eximía del servicio militar y del pago de impuestos reales a los que se establecieran allí. Hasta hizo de Gibraltar un santuario para los criminales que se escapaban de la justicia. Sus delitos les serían perdonados al completar un año y un día de residir allí.

Sin embargo, los esfuerzos de España por retener la plaza fuerte fallaron; los moros la volvieron a tomar en 1333. En los siguientes años hubo estallidos intermitentes de combate feroz por poseerla. Finalmente España capturó la presa de nuevo en 1462. Aunque los españoles la fortificaron de modo que se consideraba inexpugnable, Gibraltar cayó ante los británicos en julio de 1704, y ellos la han ocupado desde entonces.

Cuando capturaron Gibraltar, los británicos permitieron que los 6.000 residentes españoles escogieran quedarse o irse. Menos de cien se quedaron. El resto atravesó el istmo y fundó la pequeña población de San Roque a unos diez kilómetros de distancia. Así se redujo drásticamente la población de Gibraltar.

Con el tiempo se llenó el vacío humano, principalmente con colonos españoles e italianos. Pero también se establecieron judíos, marroquíes, indios y otros. Al fin todos estos elementos se unieron para formar un pueblo distinto... los gibraltareños. Hoy la colonia tiene unos 25.000 habitantes. Casi todos hablan tanto español como inglés.

Un hogar característico

El hogar de los gibraltareños es una península rocosa, de menos de cinco kilómetros de largo y poco más de kilómetro y medio de ancho, que se proyecta desde el continente español. Es de aproximadamente una décima parte del tamaño de la isla de Manhattan en Nueva York, y sería una isla, también, salvo por el istmo arenoso y de baja altura que forma una “zona neutral” fuertemente custodiada entre España y Gibraltar.

El voluminoso Peñón, por supuesto, es el rasgo predominante de la colonia. Se eleva a unos 427 metros, y desde la cúspide uno puede ver a Europa, África, el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. La única población de la colonia yace en el lado occidental del Peñón, donde le ha sido quitada una buena porción de tierra al mar. Todo el distrito comercial está en terreno plano; sin embargo, la zona residencial se adhiere espectacularmente a las faldas en terrazas.

Aquí hay calles sombreadas y jardines colgantes, y el aire lleva el aroma de las flores. Según cuenta verdadera, hay más de quinientas especies de plantas. Entre éstas hay palmeras de dátiles, pino, ciprés, eucalipto, algarrobo, higuera, pimiento, acebuche, naranjo y limón y una variedad de cactos. Casi toda esta abundante vegetación se da en el lado occidental. Las caras oriental y septentrional del Peñón son lisas y escarpadas.

Los gibraltareños están bendecidos con un clima cálido, pero no extremado, que favorece la actividad al aire libre. En el verano a casi todos les gusta pasar tiempo en las playas. Muchas familias preparan su comida la noche anterior para poder estar en la playa bien temprano. A algunos jóvenes les gusta la pesca submarina, y a menudo regresan con pulpos pequeños u otros sabrosos manjares marinos.

Por otra parte, a muchas personas les gusta subir a la cúspide del Peñón en uno de los nuevos funiculares. Estos viajan por el ferrocarril aéreo en unos minutos. Desde allí se pueden ver las montañas Rif de Marruecos y, al mirar al otro lado, la Costa del Sol de España. ¡Qué espectacular!

Dentro del Peñón

Algunas de las atracciones más notables de Gibraltar están dentro del Peñón mismo, donde se hallan muchas grutas naturales. La gruta de San Miguel se utiliza a veces como auditorio en el cual hasta seiscientos espectadores han visto funciones musicales. Es emocionante observar las estalactitas y las estalagmitas cuando adquieren diversos matices de color de las luces de colores con las cuales se les alumbra intermitentemente.

Pero además de las grutas naturales, el Peñón está literalmente acribillado de túneles y enormes excavaciones de hechura humana que sirven de depósitos. Durante la II Guerra Mundial los británicos abrieron con explosiones casi cincuenta kilómetros de pasajes subterráneos. Allí tenían hospitales, cuarteles, depósitos de municiones, talleres... ¡una verdadera ciudad! Recientemente mi familia y yo hicimos una gira dentro del Peñón.

Nuestro guía nos mostró varios depósitos, explicando: “Cada uno mide unos seis metros y medio de profundidad y su fondo está a 104 metros sobre el nivel del mar. Todos han sido cavados en la roca sólida por medio de explosiones.” Nos enteramos de que en total hay trece depósitos con una capacidad total de sesenta millones y medio de litros de agua. ¡Para dar mejor idea de su tamaño, el guía dijo que uno de ellos había sido usado como cuartel de tres pisos para alojar a cuatrocientos soldados durante la guerra!

No había llovido por varios meses cuando hicimos nuestra gira, de modo que algunos depósitos estaban vacíos, listos para recibir las lluvias que se esperaban. “Dos centímetros y medio de lluvia,” explicó el guía, “producen dos millones ochocientos treinta y nueve mil litros, que solo duran tres días.” Por eso, para reforzar el abastecimiento de agua de la colonia se han excavado pozos de agua dulce, y también se han erigido dos plantas destiladoras para producir agua dulce de agua de mar.

Al fin salimos del túnel en el lado oriental, precisamente en el borde de la enorme zona de coger agua. Aquí 72.000 hojas de metal corrugado que abarcan una zona de casi catorce hectáreas atrapan la lluvia y la encauzan a los depósitos. De modo que hasta la superficie lisa de la falda oriental se utiliza provechosamente.

Al regresar por el túnel, se nos hizo obvio que Gibraltar realmente no es tan fuerte como se pudiera pensar. No es de granito, sino de piedra caliza. Y ciertamente no es sólido, penetrado como está de grutas, depósitos y túneles. Pero, por otra parte, Gibraltar es mucho más que un símbolo... es el hogar de millares de personas.

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