¿Qué se piensa del vuelo espacial tripulado ahora?
CUANDO los primeros astronautas pusieron pies en la Luna en 1969, centenares de millones de personas por todo el mundo se emocionaron. Muchos millones realmente observaron el acontecimiento en sus pantallas de televisión.
Desde entonces la disposición de la gente ha cambiado. El interés del público en las aventuras espaciales ha disminuido. Actualmente muchas personas ponen en tela de juicio la sabiduría de gastar tanto tiempo y dinero por tan poca recompensa en vista de que hay tantos problemas críticos en la Tierra.
Sin embargo, es indiscutible que el vuelo espacial tripulado ha producido beneficios. Entre otras cosas, se ha añadido un gran caudal de conocimiento básico en lo que respecta a la Tierra, la Luna, otros planetas y al espacio mismo. Es obvio que los humanos son más flexibles que las máquinas, y sus observaciones en el espacio son de gran valor. Además, ha habido otros beneficios, tales como un mejoramiento en las comunicaciones y mejores computadoras que han resultado de la necesidad de construir instrumentos más pequeños y de más larga duración para los viajes.
Sin embargo, lo que muchos, incluso algunos científicos, han comenzado a decir es que hay demasiados peligros envueltos para los hombres en el espacio y que el uso de éstos es sumamente costoso.
El Dr. Thomas Gold, científico sideral, de la Universidad de Cornell, enfocó el asunto al decir: “El alto costo de los programas tripulados y los grandes riesgos puestos al descubierto por el casi desastroso vuelo de la Apolo 13, junto con la reciente muerte de los tres cosmonautas soviéticos, hacen que dudemos de la necesidad actual del viaje espacial tripulado.”
¿Qué hay, entonces, de estas objeciones? ¿Exceden en magnitud los peligros y los gastos a los beneficios que suministran los vuelos tripulados? ¿Podrían los instrumentos efectuar un trabajo adecuado?
El problema de la ingravidez
A medida que se ha obtenido experiencia en los vuelos espaciales, los peligros se han hecho más patentes. Uno de ellos es el efecto de la ingravidez prolongada, una condición que se produce cuando los humanos están fuera de la influencia de la gravedad de la Tierra.
Mientras más largo el período en que el hombre permanece en una condición de ingravidez, más graves se hacen sus problemas. La ingravidez ha resultado en un desacondicionamiento de las venas y de los músculos, y en una descalcificación de los huesos. También ha producido una disminución considerable del volumen de la sangre, lo cual daña órganos internos y tiende a deshidratar el cuerpo.
La tripulación de la Apolo 15 de los Estados Unidos, que efectuó el cuarto alunizaje, estuvo alejada de la gravedad de la Tierra durante doce días en julio de 1971. Los dos hombres que alunizaron padecieron de latidos del corazón irregulares o de latidos dobles debido a fatiga extremada. Al volver a la Tierra, la tripulación necesitó más tiempo para readaptarse que otras cuyos vuelos no duraron tanto.
Los cosmonautas soviéticos de la nave Soyuz 9 pasaron dieciocho días en órbita alrededor de la Tierra en junio de 1970. El científico soviético A. Nikolayev reconoció que la ingravidez prolongada produjo un debilitamiento y desorientación generales de estos astronautas. Describió su condición como “muy grave.” Sus músculos estaban en condiciones tan malas que tenían dificultad en caminar y levantar cosas. Hasta se informó que no podían mantenerse parados o caminar después de regresar y fue necesario cargarlos. Necesitaron tres semanas para recuperarse.
Otros peligros
Surgió otro problema médico en la misión lunar de la Apolo 12 en noviembre de 1969. El interior de la nave espacial y los tres tripulantes se infectaron de bacterias Staphylococcus aureus. Esto podría ser peligroso en viajes espaciales largos.
Otro peligro es el estar expuestos a los rayos cósmicos. Al abandonar la atmósfera y el campo magnético que protegen la Tierra, hay el peligro de ser bombardeados por fuertes partículas de rayos cósmicos primarios. En varios vuelos los astronautas informaron destellos de luz en sus ojos. Se cree que este efecto haya sido producido por rayos cósmicos.
En un informe de Universal Science News, el Dr. Leonard Reiffel dijo: “Parece que la naturaleza ha hecho a los largos viajes espaciales más peligrosos de lo que pensábamos. . . . [los rayos cósmicos] son casi como agujas que penetran en la carne humana. Pueden destruir toda una columna de células al penetrar en el cuerpo.” También declaró: “Después de las misiones de la Apolo 8 y la Apolo 12, se hicieron pruebas en pedazos de plástico tomados de los yelmos que los astronautas llevaban puestos. Se descubrió que hoyitos semejantes a los que hacen las agujas se desarrollaron en los lugares en que los rayos cósmicos primarios habían golpeado a los tripulantes.”
Otra evidencia, aun no confirmada, sugiere la posibilidad de daño cerebral. El Dr. George Margolis, profesor de patología en la Escuela de Medicina de Dartmouth, dijo: “En una visita al laboratorio de un científico que estudia el cerebro de los animales sujetos a prolongados vuelos espaciales, se me mostró un modelo de lesiones que quizás estén relacionadas con este fenómeno. . . . Estas se interpretaron como el resultado del efecto destructivo de partículas debilitadas de rayos cósmicos. Si se confirmara esta interpretación, estas lesiones serían de la mayor consecuencia, pues eliminarían la posibilidad de los prolongados vuelos espaciales tripulados.”
Muy real también es el peligro de los accidentes. En enero de 1967 tres astronautas norteamericanos murieron quemados en una prueba terrestre dentro de una cápsula Apolo. Unos tres meses después un cosmonauta soviético fue muerto cuando su nave espacial, Soyuz 1, se enredó en el paracaídas al regresar a la atmósfera y se estrelló en la tierra.
Entonces en junio de 1971 tres rusos que pasaron veinticuatro días en el espacio fueron hallados muertos en su cápsula Soyuz 11 después de haber aterrizado. La selladura defectuosa de una escotilla dejó escapar el aire de la nave espacial, matándolos en cosa de segundos. Puesto que la nave no mostraba fallas estructurales, existe la sospecha de que la tripulación pudo haber estado tan debilitada por la ingravidez prolongada que cometió un error en los críticos procedimientos de reingreso en la atmósfera.
Por supuesto, muchas personas mueren en actividades cotidianas necesarias, y pocos sugieren el abandonar estas actividades. Pero se pone en tela de juicio el hecho de que el hombre en el espacio sea una necesidad, especialmente en vista de que el dinero de los impuestos públicos se usa sin darle alternativa alguna al contribuyente.
Aparte de los peligros potenciales para los astronautas, una fuente de gran irritación para muchos es el enorme costo de los vuelos espaciales tripulados.
Debido a los graves problemas en la Tierra que imploran dinero y atención, la gente pone en tela de juicio el gastar tanto dinero en aventuras espaciales que producen tan pocos beneficios visibles a la persona de término medio. Les parece que los pocos beneficios, tales como mejores comunicaciones o el aumento de conocimiento, podrían obtenerse a un costo mucho menor aplicando el dinero directamente a estos campos.
Science News del 24 de julio de 1971, comentó sarcásticamente: “El que los Estados Unidos dejen caer impulsadores Saturno de 200 millones de dólares en el océano Atlántico cada vez que lanzan a hombres al espacio por lo general no se considera como la más frugal de las acciones.”
Tan solo el alunizaje de la Apolo 15 costó 445 millones de dólares. Cuando un programa de televisión se refirió a una roca singular que habían traído los astronautas, un televidente telefoneó a la estación y sugirió que se seleccionara un nombre para la roca de entre la lista de contribuyentes del Servicio de Rentas Internas. Esta fue una referencia algo sarcástica al hecho de que con el tiempo el contribuyente tiene que pagar el gasto.
Algunas personas hubieran preferido que las energías y el dinero gastados en esa misión se hubieran gastado, por ejemplo, en mejorar la situación del alojamiento. Con los 445 millones de dólares se pudieran haber construido 44.500 casas a un costo de 10.000 dólares cada una. Y el costo de todo el programa de la Luna hasta ahora, aproximadamente 25.000 millones de dólares, pudo haber servido para construir 2.500.000 de esas casas. Eso alojaría a una gran porción de las familias pobres de los EE. UU. Lo que la Unión Soviética gasta en enviar hombres al espacio puede considerarse de manera similar, pues, como en el caso anterior, no toda la gente de ese país tiene buen alojamiento.
Debido al aumento en la oposición, el programa estadounidense de vuelos tripulados a la Luna ha sido reducido. Sin embargo, además de los alunizajes, hay la propuesta construcción de una estación espacial que gire en órbita alrededor de la Tierra. ‘Vehículos espaciales de enlace’ lanzados desde la Tierra llevarían astronautas a esta estación y los traerían de vuelta.
En una ocasión cuatro senadores y dos sobresalientes científicos espaciales presentaron el argumento de que esta clase de programa se desarrollaría hasta el grado en que se gastarían de 50.000 a 100.000 millones de dólares en un vuelo tripulado a Marte. Presentaron el argumento de que el costo de los vuelos tripulados en el espacio estaba haciéndose más alto e innecesario, y que los problemas en la Tierra tenían mucho mayor prioridad sobre el dinero de los impuestos.
El Dr. Gold, de la Universidad de Cornell, declaró: “¿Qué prometen las grandes estaciones tripuladas? ¿Son necesarias en las investigaciones científicas o se les puede usar en aplicaciones que produzcan beneficios económicos? . . . Se ha hecho mucho esfuerzo para hallar maneras en que las estaciones tripuladas puedan ser útiles. Los resultados han sido muy desilusionadores. . . . ciertamente su exorbitante costo no puede justificarse ni en términos científicos ni económicos.”
El Dr. Gold advirtió que si “se construye la tremendamente costosa e innecesaria estación espacial, ésta será el foco principal de la anticiencia y el antiintelectualismo que tanto predominan hoy en día.”
Entre los argumentos que la comunidad de científicos a menudo usa para tratar de justificar el vuelo espacial tripulado se halla el de que éste contribuye al conocimiento acerca de la evolución de cuerpos celestes como la Luna y Marte, así como también al conocimiento acerca de la evolución de la vida.
Por ejemplo, note el siguiente informe: “Es posible que el logro científico que coronó la misión [de la Apolo 15], según funcionarios de la Aeronáutica Nacional y Administración Espacial, sea el descubrimiento de rocas cristalizadas que pudieron haberse formado al tiempo de nacer la Luna.”—U.S. News & World Report, 16 de agosto de 1971.
Muchas personas no convendrían en que el hallar unas cuantas rocas es un ‘logro coronador’ cuando esto cuesta 445 millones de dólares y hay que pagarlas con el dinero de los impuestos públicos. Por la misma razón no les impresionan mucho palabras como las que dijo el Dr. John Wood del Instituto Smithsoniano: “Para cuando termine el programa de las Apolo, tendremos un armazón bastante bueno de la evolución de la Luna.”
El proyectado gasto grande de dinero de los impuestos en una nave espacial ‘Vikingo’ sin tripulación que ha de enviarse a Marte tiene un objetivo similar. El director del programa Walter Jakobowski dice: “Un objetivo principal es el obtener información acerca de la evolución de la vida en otro planeta. . . . En lo que toca a hallar vida, realmente estamos tratando de determinar en qué etapa evolutiva se halla Marte.”
Al comentar sobre esto, la revista Electronics declara: “Sin duda, los funcionarios del programa de la nave Vikingo cuidadosamente tratan de restarle importancia al proyecto de buscar vida —pasada, presente o futura— porque temen dar la impresión de haber fracasado si ésta no se halla. Pero es obvio que ésta es la parte más excitante del programa de 800 millones de dólares.”
Sin embargo, el cristiano, en particular, sabe que ni siquiera un millón de alunizajes o descensos en Marte revelarán ninguna evolución de la vida. Tanto la vida como las criaturas vivas con su diseño intrincado provinieron del Creador, así como él nos dice claramente en su Palabra. El gastar dinero con el objetivo principal, según se ha declarado, de verificar el mito de la evolución de veras es una tontería. El dinero se emplearía mucho mejor si en vez de gastarlo tratando de verificar una errónea teoría científica acerca del origen de la vida, se gastara en la vida que existe.
Algunos científicos, y muchas otras personas, ven la falta de sabiduría práctica al gastar una fortuna en los vuelos espaciales tripulados. Aunque no ponen reparos a la exploración del universo, favorecen un programa cuidadosamente planeado de tamaño moderado que incluya vehículos espaciales no tripulados.
El Dr. James Van Allen, descubridor de las capas de radiación de la Tierra, sugirió dedicar dos tercios de los fondos espaciales disponibles en aplicaciones prácticas directas de lo que ya se ha aprendido. Esto incluiría comunicaciones y meteorología, así como el efectuar estudios para el provecho de la pesca y la silvicultura. Abogó por gastar el resto del dinero en la exploración del sistema solar.
El Dr. Gold también propuso que solo se usaran vehículos no tripulados para la exploración espacial, incluso aparatos guiados por control remoto. Estos podrían descender en otros planetas, ser controlados desde la Tierra y enviar de regreso información por una fracción del costo de los vuelos tripulados.
Lo práctico de tales aparatos ya se ha demostrado. A fines de 1970 los rusos enviaron a la Luna la nave no tripulada Luna 16, la cual recogió muestras del suelo regresó a la Tierra. Se calcula que el costo fue tan bajo como una quincuagésima parte del costo de un vuelo tripulado.
Dos meses después la Luna 17 no tripulada de Rusia colocó en la Luna un vehículo de ocho ruedas llamado Lunokhod (vagabundo lunar), controlado automáticamente desde la Tierra. Este es capaz de arrastrarse por muchos meses, obtener películas de televisión y recoger otra información científica y enviarla de vuelta a los científicos soviéticos en la Tierra.
Sea que los que tengan un punto de vista más moderado de los viajes espaciales prevalezcan o no queda por verse. Sin embargo, una cosa es segura: Los científicos se enfrentarán con más frecuencia a la siguiente verdad bíblica con respecto a los viajes espaciales tripulados: “En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra se la ha dado a los hijos de los hombres.”—Sal. 115:16.