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  • El hombre Alejandro Magno
  • ¡Despertad! 1972
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¡Despertad! 1972
g72 8/5 págs. 13-16

El hombre Alejandro Magno

LAS hazañas de Alejandro Magno produjeron tremendo impacto en el mundo de la antigüedad. En unos cuantos años obtuvo el control de una superficie terrestre mayor que la de cualquier gobernante antes de su tiempo. Pero, ¿qué clase de persona fue Alejandro Magno?

Una fuente de información principal es el biógrafo griego Plutarco, que vivió más de tres siglos después del tiempo de Alejandro. Por lo tanto sus relatos no son directos, sino que se basan en los escritos de historiadores anteriores. El historiador griego Arriano, del siglo segundo E.C., también tuvo que basar su obra en la de otros. Aceptando estas fuentes de información por lo que valen, ésta es la historia que se despliega:

Temprano en la vida Alejandro manifestó ambición, amor a la gloria y un interés en asuntos que por lo general son de poco interés para los muchachos.

Cuando era muy joven, Alejandro en una ocasión, en la que estaba ausente su padre Filipo, agasajó a embajadores del rey de Persia. Sus preguntas revelaron el funcionamiento de una mente práctica aun en ese entonces. Preguntó acerca de cosas como la “naturaleza del camino al interior del Asia, el carácter de su rey, cómo se comportaba con sus enemigos, y qué fuerzas podía traer al campo.”

El gozo de Alejandro por las victorias de su padre era limitado. Le parecía que los logros de su padre podrían privarlo de la oportunidad de ejecutar hazañas grandes e ilustres. No se interesaba en heredar caudal y lujo, sino que quería desplegar su valor y conseguir gloria por medio de sus propios logros.

La clase de gloria que Alejandro buscaba era la gloria que él consideraba digna de reyes. Por lo tanto no estaba impresionado por los atletas profesionales. Al preguntársele si correría en una carrera en los Juegos Olímpicos, Alejandro indicó que lo haría si habría de correr con reyes.

Alejandro tenía plena confianza en sí mismo y en sus habilidades. Un ejemplo notable de esto tuvo que ver con el caballo Bucéfalo. Cuando se llevaban este caballo por ser completamente inútil e indomable, se informa que Alejandro dijo: “¡Qué excelente caballo pierden por falta de destreza y denuedo para manejarlo!” Al oír varias veces este comentario, Filipo replicó: “¿Vituperas a los que son mayores que tú, como si tú supieras más, y pudieras manejarlo mejor que ellos?” Alejandro aseveró denodadamente que podría manejar mejor el caballo que otros. Si fallaba, convenía en pagar el precio completo del caballo. Pero Alejandro no falló, lo cual impelió a su padre a exclamar: “Oh hijo mío, búscate un reino igual a ti y digno de ti, porque Macedonia es demasiado pequeña para ti.”

Más tarde Filipo envió por Aristóteles para que Alejandro recibiera instrucción de este famoso filósofo. Además de impartir sus puntos de vista sobre la moralidad y la política, se cree que Aristóteles también le enseñó a Alejandro en cuanto a la medicina.

Parece ser que Aristóteles fue principalmente responsable por el interés de Alejandro en la erudición y la lectura. Este interés continuó con Alejandro por el resto de su vida. Colocaba debajo de su almohada su daga y la copia de la Ilíada de Homero que había sido corregida por Aristóteles. Alejandro continuó leyendo historia, dramas y odas. Aun en asuntos de conocimiento buscaba la preeminencia y por lo tanto expresó su desaprobación al enterarse de que Aristóteles había publicado cosas que le habían sido impartidas oralmente. Escribió Alejandro: “No has hecho bien en publicar tus libros de doctrina oral; pues, ¿en qué aventajamos a otros ahora, si las cosas en las que hemos sido particularmente instruidos se revelan a todos?”

Desde su adolescencia Alejandro se distinguió en hazañas militares. A los dieciséis años, mientras estaba ausente su padre, gobernó a Macedonia. Sofocó a los rebeldes maedi, tomó por asalto su ciudad principal, echó a los habitantes, introdujo otros pueblos en la ciudad y luego nombró el lugar según él mismo, Alejandrópolis.

Como rey y caudillo militar

Después del asesinato de su padre Filipo, Alejandro, a los veinte años de edad, llegó a ser rey de Macedonia. Durante su reinado de menos de trece años Alejandro continuó siendo impelido por un deseo desenfrenado de gloria. Aunque aparentemente era un soñador, tenía la determinación de transformar sus sueños en realidad. A pesar de gran disparidad, denodadamente prosiguió con sus planes.

De acuerdo con su propio testimonio (según lo cita el historiador Arriano), Alejandro heredó de su padre solo unas cuantas copas de oro y de plata. Aunque Filipo debía quinientos talentos, había menos de sesenta talentos en la tesorería. Sin embargo, Alejandro pidió prestados ochocientos talentos adicionales y, con un ejército comparativamente pequeño, comenzó una campaña de conquista. Tuvo éxito, pues extendió sus conquistas hasta la India.

Por supuesto, no se debe pasar por alto que Alejandro tuvo la ventaja de comenzar con un ejército experimentado. Pero se requirió considerable habilidad de su parte. Surgieron nuevas situaciones. Hubo que afrontar medios de guerra totalmente diferentes. Por consiguiente tuvo que emplear táctica diferente pero apropiada para pelear contra las fuerzas enemigas.

Además, en gran parte fue la personalidad de Alejandro la que hizo que el ejército prosiguiera por un largo período de tiempo con comparativamente poca dificultad en las filas. Pudo conseguir y conservar el afecto de sus soldados.

Su ejército podía ver que él nunca se mimaba. Un ejemplo de esto tiene que ver con la ocasión en la que Alejandro y su ejército marchaban a través de un desierto arenoso. Aunque padecía de intensa sed, él, a plena vista de sus soldados, derramó el agua que algunos de ellos habían podido conseguir para él con mucha dificultad del cauce de un río de poca profundidad. Antes de derramar el agua dio las debidas gracias a los soldados.

Hacia el fin de su corta vida Alejandro pudo decir: “No tengo una sola parte de mi cuerpo, por lo menos enfrente, que no tenga cicatrices; no hay arma, que se use de cerca, o que se lance desde lejos, de la cual no lleve la marca. Más aún, he sido herido por la espada, mano a mano; con flechas, he sido herido desde una catapulta y muchas veces he sido golpeado con piedras y garrotes.”

Otras acciones, también, le ganaron el afecto y la admiración de sus fuerzas. En una ocasión otorgó una licencia para hombres recién casados, permitiendo que pudieran pasar el invierno con sus esposas en Macedonia. En la primera parte de su reinado confiaba completamente en sus amigos. En una ocasión cuando Alejandro estaba gravemente enfermo, un médico llamado Filipo le preparó una fuerte poción. Cuando estaba a punto de dársela a Alejandro, se entregó una nota, notificando a Alejandro que el rey Darío había sobornado a Filipo para que lo envenenara. Sin embargo Alejandro aceptó la medicina, le entregó la nota a Filipo y, mientras Filipo la leía, bebió la dosis. Realmente no hubo nada impropio; más bien, la receta resultó en que Alejandro se recuperara.

Después de las batallas, Alejandro visitaba a los heridos, examinaba sus heridas, encomiaba a los soldados por sus hechos valerosos y los honraba con una donación de acuerdo con sus logros. Siempre que había despojos después de un sitio cancelaba las deudas de sus soldados, sin inquirir en cuanto a cómo habían incurrido en las deudas. En cuanto a los que caían en batalla, Alejandro disponía un entierro espléndido. Los padres e hijos de los hombres caídos quedaban exentos de todo impuesto y servicio. Para diversión después de las batallas Alejandro celebraba juegos y competencias.

Diferente de muchos otros gobernantes, Alejandro consideraba que era “más regio gobernarse a sí mismo que el conquistar a sus enemigos.” Se informa que la única mujer con la que intimó antes de su matrimonio fue Barsina, viuda de Memnón, general de las tropas persas. Concerniente al matrimonio de Alejandro con Roxana, el biógrafo griego Plutarco escribe:

“De veras fue un amorío, sin embargo pareció al mismo tiempo ser conducente al objetivo que tenía entre manos. Pues complacía al pueblo vencido verlo escoger una esposa de entre ellos, y les hizo sentir el más cálido afecto por él, el descubrir que la única pasión que lo había vencido a él, el más sobrio de los hombres, fue reprimida hasta que pudo obtenerla de manera lícita y honorable.”

Alejandro también respetaba los matrimonios de otros. Aunque la esposa del rey Darío fue su cautiva, se encargó de que ella fuera tratada honorablemente. Personalmente no la veía y no permitía que otros hablaran de su belleza en presencia de él. También, al enterarse de que dos soldados macedonios habían abusado de las esposas de algunos extranjeros, ordenó que fueran ejecutados si eran culpables.

Alejandro consideraba la homosexualidad como algo muy vil. Cuando se le presentó una oferta para comprar a dos jovencitos con el propósito de conseguir placer sexual, se encolerizó en sumo grado y escribió que el ‘vendedor y su mercancía fueran a la destrucción.’

Alejandro era moderado en sus hábitos de comer. Sin embargo en sus hábitos de beber parece que con el tiempo se entregó a excesos. Hablaba prolongadamente al beber cada copa de vino y alardeaba de sus logros. En esas ocasiones también se deleitaba en ser lisonjeado.

Muy religioso

Como su madre Olimpias, Alejandro era muy religioso. Hay dudas en cuanto a si él realmente creía o no que él mismo era un dios. Plutarco indica que Alejandro simplemente usaba las alegaciones de divinidad como un medio para conservar un sentido de superioridad sobre otras personas. Sin embargo, Alejandro se esmeraba en observar el ritual religioso. Hacía sacrificios antes y después de las batallas, y consultaba a sus adivinadores en cuanto al significado de ciertos agüeros. También consultó al oráculo de Amón en Libia. Y en Babilonia llevó a cabo las instrucciones de los caldeos en cuanto a sacrificio, particularmente a Bel.

En vista de esta inclinación e interés religiosos, quizás haya alguna base para lo que relata el historiador judío Josefo acerca de la ida de Alejandro a Jerusalén (aunque muchos no están de acuerdo con esto). Se dice que el sumo sacerdote judío le mostró a Alejandro el libro de Daniel, en el cual se indica que un griego destruiría el imperio de Persia. Alejandro pensó que él era esa persona y, más tarde, concedió a los judíos todo lo que deseaban.

Con el transcurso del tiempo, parece que la religiosidad de Alejandro llegó a ser casi una obsesión. Escribe Plutarco:

“Una vez que Alejandro cedió a los temores de la influencia sobrenatural, su mente se perturbó tanto y se alarmaba tan fácilmente que, si sucedía la menor cosa insólita o extraordinaria, pensaba que era un prodigio o un presagio, y su corte estaba atestada de adivinadores y sacerdotes cuyo negocio era sacrificar y purificar y predecir el futuro.”

Esto establece cierto paralelo con la situación de dictadores modernos, como Hitler, que consultaban a astrólogos antes de entrar en acción.

Deterioración adicional de personalidad

En otros asuntos, también, Alejandro cambió hacia lo peor. Al principio toleraba comentarios desfavorables que se hacían acerca de él y se esforzaba por rendir juicio imparcial. Sin embargo, más tarde fácilmente comenzó a creer en falsas acusaciones. Puesto que la conservación de su gloria y reputación era la cosa más importante en su vida, administraba castigo con la mayor severidad. Habiendo sido inducido a creer que Filotas estaba implicado en un atentado contra su vida, Alejandro hizo que éste fuera ejecutado. Más tarde envió un recado a Media e hizo que Parmenio, el padre de Filotas, también fuera ejecutado. Esto fue a pesar del hecho de que no había evidencia de que Parmenio estuviera envuelto en tratar de causar la muerte de Alejandro.

Uno de los hechos más atroces de Alejandro fue el asesinato de su amigo Clito en un arranque de ira mientras estaba borracho. Comentando acerca de este incidente, Arriano declara:

“Mediante ello [Alejandro] se mostró esclavo de dos vicios, por ninguno de los cuales ningún hombre digno debe ser vencido, a saber, la pasión y la borrachera.”

Sin embargo, Alejandro llegó a reconocer la bajeza de su acto. La mayoría de los historiadores antiguos (según Arriano) relatan que Alejandro se condenó por haber llegado a ser el asesino de sus amigos. Por tres días se quedó en cama, sin comer ni beber. Finalmente sus amigos pudieron persuadirlo a comer.

Se dice que Anaxarco el sofista consoló a Alejandro diciéndole que “lo que hace un gran rey debe considerarse justo.” Concerniente a esto Arriano declara:

“Digo que [Anaxarco] le hizo a Alejandro un mal más atroz que la dificultad que le acosaba; . . . Pues dice la leyenda que Alejandro hasta deseaba que la gente se inclinara a tierra delante de él, por la idea de que Amón era su padre más bien que Filipo, y puesto que ahora emulaba las costumbres de los persas y los medos, tanto por el cambio de su indumentaria como por los arreglos alterados de su modo de vivir general. Se dice que no carecía de lisonjeadores celosos que cedían a él en esto.”

De modo que parece que el deseo vehemente de gloria que tenía Alejandro con el tiempo puso de manifiesto sus rasgos más indeseables.

Muerte de Alejandro

En Babilonia, después de haber librado feroces batallas en la India, Alejandro contrajo fiebre. Los diarios reales informan que, mientras tenía la fiebre, dos veces bebió hasta entrada la noche con Medio. La condición de Alejandro se empeoró progresivamente, aunque continuaba ofreciendo los sacrificios acostumbrados. Finalmente perdió el habla.

Los soldados insistían en ver a Alejandro. Basando sus comentarios en los diarios reales, Arriano escribe lo siguiente:

“Ya se encontraba sin habla cuando el ejército pasó marchando en fila; no obstante saludó a todos, levantando la cabeza, aunque con dificultad, y haciéndoles señas con los ojos.”

Unos dos días después, murió Alejandro, habiendo vivido solo treinta y dos años y ocho meses. Fue justamente como habían observado ciertos sabios indios:

“Oh rey Alejandro, cada hombre solo posee una porción de tierra tan grande como ésta en la que estamos parados; y tú siendo hombre igual que otros hombres, salvo que estás lleno de actividad y eres implacable, estás vagando por toda esta tierra lejos de tu hogar, sufriendo, y haciendo sufrir a otros. Pero en poco tiempo morirás, y solo poseerás la porción de tierra que baste para tu entierro.”

Aunque Alejandro aplaudió las palabras de estos sabios, jamás les prestó atención. Su ambición lo impelió a seguir conquistando hasta que su vitalidad se agotó completamente. En la muerte no tuvo nada más que otros hombres.

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