BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g72 8/6 págs. 3-4
  • Considerando debidamente la alabanza

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Considerando debidamente la alabanza
  • ¡Despertad! 1972
  • Información relacionada
  • No se abstenga de alabar
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
  • Alabanza
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
  • ¡Aumente su alabanza a Jehová!
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
  • ¡Gloria a nuestro Dios, Jehová!
    Cantemos a Jehová
Ver más
¡Despertad! 1972
g72 8/6 págs. 3-4

Considerando debidamente la alabanza

¿QUIÉN es el que no aprecia la alabanza? Si somos concienzudos queremos efectuar buen trabajo, hacemos esfuerzos por efectuar buen trabajo. El estímulo nos anima a seguir en este proceder correcto. Sin embargo, esas expresiones de encomio no deben venir de nuestra propia boca, ni de nuestros propios labios, sino de labios de otros.

El sabio escritor bíblico dice en Proverbios 27:2: “Alábete un extraño, y no tu propia boca; hágalo un extranjero, y no tus propios labios.”

La autoalabanza de parte de algunos salta a la vista. Usan el pronombre “yo” frecuentemente. Pero hay maneras más sutiles de hacer lo mismo. Alguien, por ejemplo, pudiera mencionar que está haciendo cierta compra, y decirlo de una manera informal y casual. Pero si la compra comprende grandes sumas de dinero, mucho más dinero del que pudiera esperarse que dispusieran los que le estuvieran oyendo, la mismísima forma casual en que él mencionara su compra podría dejar muy impresionados a sus oyentes. De esta manera sucede también con muchas otras cosas en la vida. Por supuesto, puede ser que no se pretenda incurrir en autoalabanza. Pero si alguien ve que está haciendo esto con frecuencia, tiene que enfrentarse al hecho de que su corazón puede estar descarriándolo, llevándolo a un proceder de ensalzarse a sí mismo.

Note que el escritor inspirado de Proverbios 27:2 dice que son un “extraño” y un “extranjero” quienes están dando alabanza. Esto señala a otro aspecto del principio que en lo presente se enseña. Trae a la memoria el dicho alemán: “Eigenlob stinkt, Freundes Lob hinkt, fremdes Lob klingt,” que significa: “La autoalabanza hiede, la alabanza del amigo cojea, la alabanza del extraño suena [a verdad].”

Es verdad que este dicho no siempre resulta cierto. Pero el proverbio de la Biblia muestra que cuando la alabanza viene de alguien que no tiene vínculos con uno, de alguien que difícilmente siente que tiene el compromiso de hablar bien de uno, que no da ninguna evidencia de que espera alguna ganancia por hablar de esa manera, entonces generalmente uno puede quedar convencido de que esa alabanza no está ‘adornada,’ sino basada en los verdaderos méritos de su trabajo, habla o acción. El no reconocer el valor de esta verdad proverbial, por otra parte, puede impedir que uno sepa dónde podría, o tal vez necesitaría, mejorar.

Pero hay otro aspecto de este asunto. Debemos ejercer cuidado para que el obtener alabanza no se convierta en el móvil principal de efectuar buen trabajo. Debido a que no tenía deseos de obtener beneficio personal, el apóstol cristiano Pablo pudo escribir a los tesalonicenses lo siguiente: “De hecho, en ninguna ocasión nos hemos presentado ya sea con habla lisonjera, . . . Tampoco hemos estado buscando la gloria de los hombres, no, ni de ustedes, ni de otros.”—1 Tes. 2:5, 6.

Por lo tanto queremos ejercer cuidado, ante todo, para no pregonar nuestra propia alabanza. Después, no deberíamos procurar por todo medio obtener alabanza de otros. La Biblia insta a los cristianos a no trabajar con “actos de servir al ojo, como quienes procuran agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, con temor de Jehová. Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres.”—Col. 3:22, 23.

Además, el tener el punto de vista correcto sobre la alabanza incluiría tener la disposición de incluir a otros en la alabanza; compartiéndola con los que hayan contribuido al buen éxito de lo que uno haya dicho o hecho. Para ilustrarlo, en un concierto sinfónico el director quizás pida que toda la orquesta se incline en una reverencia en respuesta a un largo y nutrido aplauso. Y eso no es nada más que lo apropiado, porque como les mencionó un famoso director a sus músicos: ‘Ustedes saben que sin ustedes yo no puedo hacer nada.’ La honradez y la modestia nos impulsará a dar crédito donde tal crédito es debido. Los cristianos no deben ser como muchos de este mundo que se empeñan en ser siempre el centro de la atención.

Por supuesto, puede ser que una persona haya dado ayuda que contribuyera significativamente al buen éxito de un proyecto y sin embargo sus esfuerzos no hayan recibido ningún reconocimiento público. Esto nunca debería preocuparle, porque, si es merecido, a su debido tiempo a cada uno “le vendrá su alabanza procedente de Dios.” (1 Cor. 4:5) Así, la infatigable esposa que tal vez reciba poco reconocimiento público puede tener la satisfacción interna de saber lo mucho que ella ha contribuido al bienestar y éxito de su esposo. Y puede sentirse contenta por el hecho de que su derrotero satisface a aquellos que están por encima de la jefatura de su esposo, a Cristo Jesús y Jehová Dios.—Pro. 31:23, 28, 31; 1 Cor. 11:3.

En especial debería el cristiano que recibiera alabanza por haber efectuado buena labor en una u otra línea de actividad dirigir la alabanza a Jehová Dios y su Hijo. Dios es el Dador de toda buena dádiva y todo don perfecto. (Sant. 1:17) Aunque no siempre en voz alta, en su corazón y mente el cristiano sí debería recordar la parte que Dios ha desempeñado en todo éxito de que haya disfrutado. Jesús suministró el más extraordinario ejemplo de esto.

Aunque recibió gran honra como el Mesías y el Hijo de Dios, en ningún momento aceptó el crédito por su mensaje o sus obras. Así, a sus opositores religiosos Jesús honestamente pudo decir: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada. Es mi Padre quien me glorifica.”—Juan 8:54.

Todos los siervos cristianos de Jehová Dios por lo tanto hacen bien en tener presente el principio enunciado por el apóstol Pablo sobre este asunto. Él recalcó: “Somos colaboradores de Dios. Ustedes son campo de Dios bajo cultivo, edificio de Dios.” Y el hecho de que es Dios quien merece la alabanza lo señala Pablo en el contexto, porque en él dice: “Yo planté, Apolos regó, pero Dios siguió haciéndolo crecer; de modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que lo hace crecer.” ¡Qué cierto es esto! Todo depende de las bendiciones de Dios sobre nuestros esfuerzos.—1 Cor. 3:9, 6, 7.

De seguro al tener el punto de vista correcto sobre la alabanza no solamente estaremos poco dispuestos a proclamar nuestras propias alabanzas, o a esforzarnos por obtener alabanza de otros, sino que, al recibir alabanza, con apropiada modestia daremos alabanza a otros cuando es debido, y sobre todo, dirigiremos la alabanza a Jehová, a quien siempre le pertenece.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir