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¡Despertad! 1972
g72 8/6 págs. 5-8

¿Está Dios en su matrimonio?

EL MATRIMONIO es algo más que solamente la unión de dos personas de sexo diferente. Consiste en muchos aspectos importantes. Hay factores emocionales y religiosos, como también aspectos sociales, de recreación, intelectuales y financieros que también se deben considerar.

En el principio Jehová Dios dijo: “No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él.” Así es que Dios creó a Eva y la entregó a Adán. Desde entonces en adelante aplica la regla que dice: “Es por eso que el hombre dejará a su padre y a su madre y tiene que adherirse a su esposa y tienen que llegar a ser una sola carne.” Las palabras del sabio rey Salomón: “Mejores son dos que uno,” bien pueden ser aplicadas al matrimonio.—Gén. 2:18, 24; Ecl. 4:9.

Por cierto que dos son mejor que uno, pero para que estos dos permanezcan fuerte y felizmente unidos en el matrimonio, aparentemente se necesita ayuda externa. Esto se ve por el gran número de matrimonios infelices y rotos. Los que han hecho un estudio de esta situación en los Estados Unidos dicen que, aunque todas las parejas se casan con la esperanza de ver realizada su felicidad, sus probabilidades de lograrla son de mucho menos de 50 por ciento. ¡En algunos países hay un divorcio por cada tres casamientos, y en ciertas ciudades la proporción es de uno por cada dos!

Debido a las tensiones que pesan sobre el matrimonio de hoy día, los legisladores están haciendo cada vez más fácil el obtener divorcios. El estado de Nueva York, después de haber permitido por muchas décadas como única base para el divorcio el adulterio, ahora concede el divorcio por muchas otras causas. En California el único requisito necesario para divorciarse es el deseo de parte de uno de los interesados, o ambos, de terminar el matrimonio debido a “diferencias irreconciliables.”—Time, 12 de enero de 1970.

¿Por qué?

Apropiadamente se ha dicho que la principal razón para la infelicidad y el fracaso o desplome de los matrimonios son las debilidades y los egoísmos humanos, especialmente manifestados por la inmadurez emocional. Las personalidades de dos individuos emocionalmente inmaturos no podrán menos que irritarse una a la otra. Dicha inmadurez se manifiesta por cosas como querer cada uno siempre salirse con la suya, querer conseguir algo por nada (como cuando se juega por dinero), entregarse al alcohol para compensar frustraciones, o entregarse a conducta relajada y promiscuidad sexual. Las presiones concomitantes a ganarse el sustento también contribuyen al desplome, así como el comercialismo, que tienta a la gente a llevar una vida más costosa de la que le permiten sus recursos.

Y aunque parezca irónico, no deja de ser cierto que las mismas cosas que pueden traer tanta felicidad al matrimonio —las diferencias entre los sexos— pueden, si se consideran impropiamente, llevar al desplome del mismo. Por ejemplo, el hombres es más dado a ver las cosas desde un punto de vista intelectual y lógico, mientras que la mujer está más dispuesta a mirar las cosas emocional y sentimentalmente.

Para el promedio de los hombres las relaciones sexuales son el asunto más dominante, mientras que para el promedio de las mujeres otros asuntos posiblemente desempeñen un papel dominante. El incidente del patriarca Judá, hijo de Jacob, al tener relaciones con su nuera, es un caso que apoya esto. (Gén. 38:1-26) Así es que se ha dicho, y no con medida pequeña de verdad, que el hombre da afecto para obtener placer sexual, y la mujer da placer sexual para conseguir afecto y amor. También se nos dice que un hombre compra un hogar a fin de tener una esposa, mientras que una mujer acepta a un hombre para tener su propio hogar.—1 Cor. 7:1, 2.

“Una cuerda triple”

Es importante para el éxito del matrimonio el que los cónyuges deseen agradarse el uno al otro, pero no es suficiente. Se necesita algo más. Y es según leemos: “Una cuerda triple no se puede romper en dos pronto.” (Ecl. 4:12) El matrimonio se convierte en una cuerda triple al poner a Dios en el mismo. ¿Cómo se hace esto? Haciendo los votos matrimoniales en la presencia de Dios y reconociendo a todo tiempo la obligación de uno de agradarle a Él, el originador del matrimonio.

El que esto debe ser así es reconocido hasta por educadores y profesores universitarios que se ocupan de problemas matrimoniales. Así, F. Alexander Magoun, quien por décadas ha dado conferencias a estudiantes universitarios de un extremo a otro de los Estados Unidos, dedica su último capítulo de su libro sobre el amor y el matrimonio a “Religión en el hogar.” Dice él: “La vida y la religión no pueden ser separadas . . . Una religión real es indispensable para la felicidad y plenitud de la vida . . . Cualquier problema material siempre tiene un lado espiritual, y es imposible obtener una correcta solución material hasta que se hayan descubierto los principios espirituales sobre los cuales basar esa solución.”

De una manera algo similar, el sociólogo J. D. Unwin ha hecho notar que, para que un matrimonio se realice en toda su potencialidad, ‘las partes deben compartir una fidelidad a algún propósito fuera de sí mismos y al que consideren en última instancia, más importante que ellos mismos o su propia relación.’ El servicio a Jehová Dios proporciona justamente ese propósito a los cristianos dedicados.

Agradando a Dios por amar al prójimo

El poner a Dios dentro del matrimonio de uno mediante agradarle significa observar sus mandamientos tal como se encuentran en su Palabra, la Biblia. Ella manda: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Para los casados su prójimo más cercano es su propio cónyuge. También deben aplicar a sus mutuas relaciones las siguientes palabras de Jesús: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, hagan de igual manera a ellos.” ¡Qué fortalecedor es para el matrimonio la aplicación de estos mandamientos!—Mar. 12:31; Luc. 6:31.

Los casados han prometido amarse el uno al otro. ¿Cómo actúa el amor? La Palabra de Dios nos dice: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla.” Claramente ningún enlace matrimonial puede romperse en dos si se cumple con estos mandamientos divinos.—1 Cor. 13:4-8.

Las personas casadas, siendo imperfectas, a veces cometen faltas una contra otra. Aquí otra vez el consejo inspirado de Dios ayuda: “Háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes.” La Biblia también dice a los cristianos que cultiven los frutos del espíritu de Dios: “Amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.” El que se esfuercen por ser buenos cristianos seguramente fortalecerá el matrimonio, porque pondrá a Dios en el mismo.—Efe. 4:32; Gál. 5:22, 23.

Los principios de Dios que gobiernan el matrimonio

Dios, habiendo originado el matrimonio, se propuso que fuera una gran bendición y fuente de mucha felicidad. Pero solamente si se aceptan sus reglas para el matrimonio puede lograrse tal cosa. Estas especifican el papel que cada cónyuge debe desempeñar.

El papel del esposo es el de ejercer una jefatura amorosa: “La cabeza de la mujer [esposa] es el varón.” (1 Cor. 11:3) Una familia es una organización en miniatura, y toda organización tiene que tener una cabeza si es que va a sobrevivir y cumplir su cometido. Un hombre maduro está mental, física, emocional y biológicamente capacitado para tomar la dirección de la familia.

Pero esto de ninguna manera autoriza al esposo a ser un dictador independiente, egoísta. ¡De ninguna manera! Eso sería oponerse a Dios, porque él aconseja: “Esposos, continúen amando a sus esposas, así como el Cristo también amó a la congregación y se entregó a sí mismo por ella . . . De esta manera los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa a sí mismo se ama, porque nadie jamás odió a su propia carne; antes bien la alimenta y la acaricia.” Uno de los mayores ejemplos de amor altruista es éste de Jesús, el cual los esposos deben imitar.—Efe. 5:25-29.

Este asunto de la jefatura por parte del esposo no puede ser descartado como algo anticuado o fuera de época. La jefatura es la herencia divinamente ordenada del hombre.

Algunas personas quisieran organizar a la familia como una democracia, de modo que todos los miembros votaran sobre la manera en que se deberían hacer las cosas. ¡Pero de ningún modo es ésa la senda que marca el Creador! Uno de los más famosos educadores norteamericanos, Elton Trueblood, declara: “Es solamente cuando el reconocimiento de la jefatura masculina, según se expresa en el registro bíblico de la creación, es totalmente aceptado por ambas partes de un matrimonio, que se aprecia la verdadera dignidad no solamente de la masculinidad, sino también de la femineidad.”—The Recovery of Family Life, pág. 89.

Todavía más directas son las palabras de David y Vera Mace,a quienes han estudiado los problemas del matrimonio en los cinco continentes:

“No se puede tratar a todos como iguales, porque en realidad no lo son. El hombre y la mujer pueden ser iguales como personas en la sociedad. Pero como marido y mujer, al estar actuando en sus papeles masculino y femenino en el matrimonio, son diferentes y complementarios; el concepto de igualdad no tiene significado aquí. Los padres y el hijo simplemente no pueden ser iguales, porque el hijo necesita la autoridad protectora de sus padres para darle la seguridad sin la cual no podrá crecer saludablemente a adulto.

“Estamos llegando a ver en Occidente, por lo tanto, que al socavar la autoridad del hombre en la familia no solamente lo estamos perjudicando a él, sino igualmente causando daño a todos los demás. La esposa no puede funcionar en su papel femenino si se le quita a su esposo el papel masculino. El grupo familiar no puede funcionar como una familia si su cabeza natural es destronada.

“En el matrimonio occidental están surgiendo muchos problemas porque el patrón de acción recíproca de esposo-esposa está alterado. Si el esposo ya no puede desempeñar su parte como guía e iniciador, la esposa está paralizada en su función correspondiente.”—Marriage: East and West (1960), pág. 297.

Al apoyar el papel bíblico de jefatura del esposo, estas personas también apoyan el papel que la Biblia le da a la mujer, el cual está también biológicamente bien fundado. El papel de madre que Dios le ha dado, a la vez que incuestionablemente es muy recompensador, exige su propio precio. Sus vicisitudes mensuales, la preñez, el alumbramiento, la crianza y el cuidado de sus hijos, todo da énfasis a su necesidad de seguridad, y su esposo puede suministrarle esto. Para velar apropiadamente por todas las necesidades (emocionales, mentales y físicas) de un infante, se requiere una naturaleza muy dulce, sensible y femenina, todo lo opuesto a una naturaleza masculina agresiva.

Verdaderamente en sabiduría y amor el Creador ha determinado que la esposa esté en sujeción al esposo y padre. De hecho, solamente por ser ella sumisa puede su esposo amarla como ama su propio cuerpo, porque su propia carne le es sumisa a él. Es por esto que la Palabra de Dios manda: “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor.” Y nuevamente: “Que la esposa le tenga profundo respeto a su esposo.” Si tanto el esposo como la esposa desempeñan los papeles que Dios les ha dado, el matrimonio se fortalece.—Efe. 5:22-33.

Las mujeres, al querer competir con los hombres y ocupar y desempeñar el papel del hombre, están de hecho trabajando contra sus propios intereses. Están negando su propia femineidad. Cierto, el hombre naturalmente es el guía y el agresivo, pero, en el caso de un padre y esposo amoroso, ¿no se usa esto en el interés de su esposa e hijos? Por eso una prominente psicoanalista y autora de la ciudad de Nueva York, al considerar con ciertas señoras sus problemas matrimoniales, entre otras cosas dijo: “Las mujeres deben aprender a dar gracias diariamente a Dios por la enorme energía y empuje de sus hombres.”

También fortalece el lazo matrimonial lo que Dios dice en su Palabra acerca de los aspectos íntimos de la relación matrimonial: Ni el esposo ni la esposa tienen el control exclusivo de sus propios y respectivos cuerpos, sino que cada uno tiene derecho sobre el cuerpo del otro para la satisfacción de necesidades sexuales básicas. (1 Cor. 7:3-7) El esposo y la esposa también reciben consejo en cuanto a limitar sus intereses sexuales cada uno al otro; la única base para el divorcio con el derecho de volverse a casar es la infidelidad de parte de uno de los cónyuges.—Mat. 19:4-6, 9.

Andando con Dios

Todavía hay otra manera en que Dios puede estar en su matrimonio para fortalecerlo, y ésa es el que tanto el esposo como la esposa ‘anden con Dios.’ (Miq. 6:8) ¿Qué significa esto? Significa tener una relación llena de significado con Dios. Esto se demuestra mediante constantemente buscar de Dios sabiduría y fuerza, y en particular mediante frecuentemente hablar con él en oración. Significa ser como Moisés, quien “continuó constante como si viera a Aquel que es invisible.” Significa no inquietarse “por cosa alguna, sino que en todo por oración y ruego junto con acción de gracias dense a conocer sus peticiones a Dios.”—Heb. 11:27; Fili. 4:6.

Es cierto que “mejores son dos que uno . . . Pues si cayese uno de ellos, el otro puede levantar a su socio.” Pero todavía mejor es “una cuerda triple,” porque “no se puede romper en dos pronto.” Nada ni nadie podrá ayudar a hacer que su matrimonio sea como una cuerda triple, fuerte —y también feliz— como el tener a Dios como la tercera hebra en su cuerda matrimonial.—Ecl. 4:9-12.

[Nota]

a D. Mace es profesor asociado de Estudio de Familia en la Universidad de Pennsylvania y presidente de la Comisión Internacional de Guía Matrimonial.

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